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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Miércoles 7 de julio de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

Fukuyama: del fin de la historia al fin del neoliberalismo

EN UN GIRO de 180 grados, el controvertido japonés-estadunidense Francis Fukuyama, en un artículo para The Observer ("Hay que regresar al Estado", 4 julio 04), abandona su tesis peregrina del "Fin de la historia y el último hombre", en la que argüía que el "mercado" dominaría eternamente en las naciones poderosas. Doce años más tarde de la publicación de su libro, que causó revuelo mundial por la temeridad de sus conceptos historicidas, ahora, con la coartada del 11 de septiembre, apela a la supervivencia planetaria por medio de la revigorización del Estado. La fecha del "fin de la historia", 1992, era muy sensible desde el punto de vista estratégico e ideológico: tres años después de la caída del muro de Berlín y un año posterior a cuatro hitos históricos: 1. Disolución del imperio soviético; 2. Inicio de la enésima balcanización en Yugoslavia; 3. Primera guerra del golfo por la captura del petróleo medio oriental, y 4. Lanzamiento del decálogo neoliberal del Consenso de Washington, que constituiría la plataforma de lanzamiento de la globalización financiera.

FUKUYAMA, ANTERIOR BUROCRATA de la Rand, se arroga para él mismo el triunfo de la guerra fría que no hubiera osado expropiar su verdadero vencedor conceptual, el general George Kennan, con su "política de contención" (containment policy). El japonés-estadunidense, iluso triunfador de la historia, la geografía y la guerra fría juntas, expectoró sin rubor en ese entonces: "no solamente presenciamos el fin de la guerra fría, el paso de un periodo particular de la historia de posguerra, sino el fin de la historia como tal: la evolución ideológica culminante del género humano y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano".

LA RELEVANCIA DEL punto de vista descabellado de Fukuyama provenía de su función: empleado en la oficina de la "política de planeación" del Departamento de Estado, a cargo de James Baker III: el gurú texano del nepotismo dinástico del bushismo que buscaba imponer su "nuevo orden mundial" basado en el imperio romano. Fukuyama utilizó su interpretación peculiar del francés Alexandre Kojève -quien a su vez había realizado una hermenéutica muy singular de la dialéctica de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, un filósofo sumamente complejo de elucidar, aún para los grandes cerebros alemanes- con el propósito de simplificar perentoriamente que la dialéctica había llegado a su epílogo gracias al advenimiento de los "mercados" y su "democracia liberal".

NO POCOS FUERON quienes se extraviaron, extasiados por el espejismo de moda. Pero las aves Fénix no mueren ni pueden ser sepultadas por simples humanos. La historia no podía ser extinguida porque equivaldría a sepultar al propio ser humano. En México, un neoliberal de ínfimo nivel cultural e intelectual con ínfulas de iluminado, Angel Gurría Treviño, repetía el aserto de sus tutores anglosajones para proclamar también el "fin de la geografia", que se había vuelto el leitmotiv de la revista The Economist y el periódico The Financial Times. Otros desbrujulados neoliberales descubrían a su vez el "fin de la ideología" (como el radical straussiano Daniel Bell), lo cual equivalía a aniquilar la función cerebral creadora de conceptos. Mientras los derrotados de la guerra fría, refugiados en el ostracismo de la depresión mental, no se atrevían a refutar los sofismas y las aberraciones fukuyamescas, el espejismo del "mercado" se instalaba tiránicamente por medio de la perniciosa globalización financiera; pero la Historia (con mayúsculas), impávida, seguía allí -lo cual ponía a la defensiva, conforme transcurrían los tiempos, a su prematuro sepulturero. Fukuyama es un pensador menor muy inflado por la mercadotecnia anglosajona y quien no tuvo más remedio que admitir su alucinante acto nihilista exactamente 10 años más tarde, en un nuevo libro (Nuestro futuro poshumano: Consecuencias de la revolución biotecnológica): "no hemos alcanzado el fin de la historia porque no hemos alcanzado todavía el fin de la ciencia" -una apreciación exageradamente especulativa proveniente de alguien sin formación científica elemental-. La prodigiosa dialéctica hegeliana era degradada a sumarios pensamientos alambicados y bizantinos, ahora maquillados de seudociencia. Se trataba de una fijación nihilista para extinguir al pasado, con el propósito de promover en forma ditirámbica al neoliberalismo (curiosamente, una idea añeja del siglo XVIII) y su esoterismo de la "mano invisible". El historicidio fallido de Fukuyama dio luego lugar a nuevos extravíos en el ámbito de la bioética y en otros temas insulsos (La confianza: Las virtudes sociales y la creación de la prosperidad, de 1995, una perogrullada: el poder económico de un país está vinculado a su unidad social). Conceptualmente, el historicidio estaba a la deriva y los altos mandos del "nuevo orden mundial" prefirieron el Choque de las civilizaciones: la reconfiguración del nuevo orden mundial del mexicanófobo Samuel Huntington, un mayor peso pesado proveniente de las elites del racismo WASP y más a tono con los nuevos tiempos del unilateralismo islamófobo y su corolario de la permanente guerra preventiva. Más que el "fin de la historia", Ƒno se trataba más bien del "fin del mismo Fukuyama" y sus derivaciones geopolíticas globales? Quienes sepultan a Fukuyama son sus propios creadores. Mientras tanto, la Historia (con mayúsculas) ni se inmuta: es quien mata (o resucita) a los humanos.

EN SU MAS reciente libro, Construcción del Estado: Gobernación y orden mundial en el siglo XXI, da por finiquitado al modelo neoliberal, que a su vez prolonga otro libro todavía más pretencioso y de ínfulas de reingeniería socio-genética -La gran ruptura: Naturaleza humana y la reconstitución del orden social, donde fustiga el declive de la familia "occidental" (Ƒsu prototipo será el casi misógino conservadurismo japonés?), debido a la píldora y a la participación de la mujer en el mercado laboral-, escrito un año después de 1998: año clave que a nuestro juicio detona el inicio del "fin" (éste sí real) de la globalización financiera que se subsumió en la insolvencia de la correduría LTCM que puso en peligro de muerte al modelo, como admitió Bill Clinton ante un grupo de empresarios sudcoreanos (Financial Times; 24 noviembre 98). Ahora Fukuyama, hijo de un prelado protestante, pontifica con el "fin del neoliberalismo", epílogo del gobierno pequeño y de la privatización: "existen señales de que la era Thatcher/Reagan está acabando y que el péndulo retorna al otro sentido. Muchos de los recientes problemas provienen de la ausencia de suficiente supervisión estatal, como Enron, WorldCom y otros escándalos contables, o la privatización de los ferrocarriles de Gran Bretaña, o la electricidad en California. Llegaron a su fin las ganancias fáciles de la privatización y la desregulación". Nada nuevo que no se supiera, pero muchos de sus epígonos neoliberales van a sufrir infartos masivos con la nueva postura de quien fuera incrustado en el gabinete Reagan por el neoconservador straussiano, Paul Dundes Wolfowitz (Perfil de The Observer, 26 junio 04). Muy lógico: su pretensión historicida y su constante escatología se nutren de la soberbia innata de los etnocidas neoconservadores straussianos, ambos fracasados de la economía política y la geopolítica.

EXTRAPOLA EN FORMA muy simplista que si los graves problemas del siglo XX fueron atribuibles a "estados muy poderosos" (Alemania, Japón, URSS) -un aserto muy discutible-, "muchos de los problemas actuales" (pobreza, sida, derechos humanos, refugiados, y terrorismo) "son causados (sic) por Estados muy débiles en el mundo en vías de desarrollo" -lo cual es todavía más debatible. Esta visión del protofascismo estadunidense, además de absurda, ya está muy trillada: ser islámico y/o miserable constituye en forma fatalista el previo paso para ser terrorista. Opera una pirueta definitoria entre el "alcance y la fortaleza de los estados". Por "alcance" entiende sus "funciones básicas": seguridad doméstica y foránea, el imperio de la ley, regulación y otros resguardos sociales, que pueden ser "funciones ambiciosas" como "la política industrial y el manejo de paraestatales". ƑCual "función ambiciosa", si era lo que practicaba la economía mixta en México antes del desmantelamiento neoliberal? La "fortaleza" se refiere a "la efectividad de aplicar una política dada". Las "fortalezas estatales" de Fukuyama son muy endebles: no aborda en absoluto la seguridad militar ni la independencia financiero-económica que son el sine qua non para que funcione todo lo demás. Para el "crecimiento económico" aduce que "es mejor un Estado fuerte que preserve la ley y proteja la propiedad", que uno modesto en sus alcances. Coloca a Brasil, Turquía y México en el ámbito de "estados débiles con excesivo alcance". Se le escapa que la aplicación forzada de la globalización financiera socavó las otrora sólidas estructuras estatales de los tres citados que sucumbieron cuando se volvieron presas fáciles de la entrada y salida de capitales especulativos, es decir, de la desregulación financiera. No es la parte "fuerte" de su escrito, repleto de contradicciones, y retoma la muy aburrida definición de "estados fracasados" proferida por el anterior directivo de la Shell, el racista Peter Schwartz, ahora director de Global Business Network, de la que Fukuyama es miembro conspicuo. But of course! Viene la autocrítica sobre la era Thatcher/Reagan, cuyos preceptos consabidos "aplicados a los países en vías en desarrollo tuvieron un efecto perversamente dañino. Las políticas conocidas como el Consenso de Washington, forzadas por el FMI y el Banco Mundial, que incluyen medidas como privatización, liberalización comercial y desregulación, fallaron en tomar en cuenta la capacidad institucional faltante". šQué hallazgo! Siempre se dijo que era demencial aplicar reformas económicas de un modelo incompatible con la fase de desarrollo vigente antes de las reformas judiciales, lo cual equivalía a abrir el zoológico donde se encontraban enjaulados chacales y buitres sociales: "el entusiasmo excesivo para aplicar la agenda neoliberal socavó la fuerza de los estados para llevar a cabo sus necesarias (sic) funciones residuales (sic) de gobierno". Cita el ejemplo del Estado ruso y su lucha contra los "oligarcas". Lo mejor: el caso cómico de Tailandia, que "liberalizó sus mercados financieros antes de que tuviese un adecuado sistema regulatorio bancario". En México -no lo dice- sucedió lo contrario de Tailandia: después del efecto Tequila y la "salvación" de los banqueros parasitarios, "amigos de Salinas, Zedillo y Fox", el país se quedó sin bancos, cuyo 96 por ciento pasó a manos foráneas, pero con un sistema regulatorio que sirve a los intereses de Estados Unidos más que a los domésticos. ƑCómo puede ser un Estado "fuerte" sin un sistema nacional bancario, con mayor ahínco en la globalización financiera?

FUKUYAMA REMATA con el célebre arrepentimiento de Milton Friedman (como en su oportunidad divulgó Bajo la Lupa), "decano de los economistas libre-cambistas", quien aceptó haberse equivocado con la privatización a ultranza cuando la reforma judicial era básicamente más apremiante: "fue muy elevado el costo de haber aprendido la lección", espeta el japonés-estadunidense con aspiraciones a la redención eterna. A su juicio, el 11 de septiembre marcó el parteaguas de cambio de rumbo, lo cual también es muy debatible, y que se viene propiciando, a nuestro humilde entender, desde la insolvencia de la correduría LTCM en 1998, lo cual se asentó inequívocamente en el año 2000: desplome primaveral del índice tecnológico Nasdaq; "Síndrome Enron", el 7 de diciembre, y la moratoria argentina, el 20 de diciembre, que desembocaron, sea quien fuere el instigador, en el 11 de septiembre del año ulterior y, después, en la guerra de Afganistán y la invasión anglosajona contra Irak. Las consecuencias son las mismas, pero las causales son diferentes.

REDUNDA SOBRE LA necesidad de crear nuevas instituciones "multilaterales" más allá de la ONU. Demasiado tarde: el unilateralismo bushiano, al que no toca ni con el pétalo de una letra, desquició el "orden mundial" y su "nueva gobernación" que propone en el vacío ("El tema primordial de la política global será la reconstrucción de los estados deteriorados"), cuando se escenifica la lucha entre la multipolaridad balbuceante y el bushismo unipolar indecente. No emite ni una sola palabra sobre la derrota anglosajona en Irak, es decir, de los controladores de la globalización que obligan a los vencidos a cambiar el rumbo hacia el ciclo pendular de la restatización, cuyo "estado", físico y anímico, estuvo a punto de ser desmantelado en forma deliberada por la globalización, ahora en retirada gracias al resurgimiento del nacionalismo iraquí, donde, en forma sincrónica, resucitó también el ave Fénix (un ave medio oriental fenicia, al fin y al cabo) de la Historia (con mayúsculas), que pretendió enterrar precipitadamente el iluso y confuso Fukuyama, también en retirada, como los tutores de su obsesivo "nuevo orden mundial" y su pretenciosa "reingeniería" socio-genética, geoeconómica y geopolítica.

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