La Jornada Semanal,  domingo 4 de julio  de 2004         487

UNA ANTOLOGÍA DEL SENTIDO
LEO MENDOZA
Estúpidos hombres blancos,
Michael Moore,
Ediciones B,
Barcelona, España, 2004.

Cineasta, escritor, activista político, Michael Moore es uno de esos autores irreverentes, satíricos, divertidos, cuyo sentido del humor no le impide ser profundamente crítico con la sociedad estadunidense y muy especialmente con los mecanismos del poder. Y el humor es algo que casi siempre se agradece aunque para quienes se consideran serios y circunspectos –y los hay en todos los bandos– el hecho de que alguien nos haga reír es santo y seña de superficialidad, echando en el mismo saco tanto al señor Clemens (si algunos políticos mexicanos hoy sacudidos por el escándalo hubieran leído El hombre que corrompió a Hadleyburg otro gallo les cantaría) como a toda esa pléyade de escritores satíricos en lengua inglesa que han sido los críticos más acerbos –y divertidos– del poder (piénsese tan sólo en el deán Swfit y en su Modesta proposición).

Michael Moore encaja a la perfección dentro de esta escuela tanto por sus acerbos documentales sobre los desastrosos efectos que produjo en su pueblo natal la desaparición de una planta de General Motors –Roger and me– y sobre el mundo de las armas y la violencia en Estados Unidos que se ve reflejado alarmantemente en el alto índice de tiroteos y asesinatos que se viven en las escuelas –Bowling for Columbine– como en algunos de sus reportajes y notas periodísticas, ejercicio en el que Moore se inició a los veintidós años cuando comenzó a editar The Flint Voice.

Estúpidos hombres blancos, editado en español bajo el sello de Ediciones B, es uno de esos libros que pueden hacer reír a mandíbula batiente a los lectores pero que a la vez nos permite adentrarnos en el extraño mundo que es hoy Estados Unidos, luego de la llegada al poder de George W. Bush y de los atentados del 11 de septiembre. La misma historia de la publicación del libro es un ejemplo del clima político que se vive actualmente en Estados Unidos: una suerte de ley mordaza que impera en casi todos los aspectos y una muy escasa capacidad crítica que ha afectado seriamente la credibilidad de los principales diarios de aquel país. Moore, quien luego de los atentados había pedido a Harper Collins que detuviera la salida del libro, tuvo que esperar casi un año para que éste fuera distribuido, toda vez que las condiciones políticas lo hacían políticamente incorrecto ya que atacaba no sólo a la nueva ley del revólver esgrimida por Bush, sino que indicaba que su mandato había nacido de un gigantesco fraude: evidentemente la editorial no quería hacer ningún escándalo en torno a la salida del libro pero, gracias a internet y a los bibliotecarios y a muchos lectores que lo comentaron a pesar de que atentaba contra el espíritu "del pueblo estadunidense" –según la editorial–, los primeros cincuenta mil ejemplares se agotaron en unas horas y en menos de una semana se tiraron nueve reimpresiones, algo sorprendente para un libro que critica acerbamente al gobierno de Bush. Al parecer, como dice Moore, aún quedan esperanzas.

Con lucidez y sorprendente buen humor, Estúpidos hombres blancos descubre el sinsentido que representó la llegada al poder de Bush Jr.: ya se sabía que Al Gore obtuvo muchos más votos que Bush; lo que no sabíamos es cómo este último, ayudado por su hermano, los jueces de la Suprema Corte de Justicia –todos amigos de papá Bush –y algunas trampas seguramente aprendidas de nuestros tristemente célebres mapaches– que dejaron sin poder votar a cientos de electores, se alzó con la presidencia en lo que Moore considera técnicamente un golpe de Estado.

Pero más escalofriante aún que la historia de la toma del poder de Bush es la relación que el poder ha establecido con los más importantes empresarios de Estados Unidos: todos –con excepción de Bush Jr., quien ha fracasado en cuanto negocio ha emprendido–los hombres de confianza del presidente están o han estado relacionados con empresas algunas de las cuales han sido de lo más agresivas con el medio ambiente, y por ello no sorprende que un barco de una poderosa compañía petrolera haya sido bautizado con el nombre de la consejera de seguridad Condoleeza Rice. Al parecer, en Estados Unidos la iglesia sí se encuentra en manos de Lutero.

Pero no es sólo a los republicanos y a su líder en el poder a quienes Moore tunde con singular alegría y desparpajo: su libro es un recorrido escalofriante por un mundo de horror económico en donde los ricos cada vez se hacen más ricos a costillas de una clase media cada vez más empobrecida –sorprendentemente un piloto, por ejemplo, gana un promedio de 16 mil dólares al año, ¿puede usted creerlo?–, más embrutecida –40 millones de estadunidenses tienen un nivel de lectura de tercero de primaria (aunque en México no cantamos nada mal las rancheras, como bien lo saben –¿lo saben?– los encargados de la educación, la ciencia y la cultura)–, en donde el agua es todo menos potable –incluso el agua de Nueva York.

La ácida mirada de Moore no deja títere con cabeza. Algunos datos que podrían documentar nuestro optimismo indican que Estados Unidos bate récords en muertes por armas de fuego de menores de quince años, en padres menores de veinte, en muertes en accidentes de carretera, en producción de basura y es uno de los muy escasos países en donde se condena a muerte a retrasados mentales y a delincuentes juveniles.

Los datos presentados por Moore nos ponen realmente la carne de gallina toda vez que nos enteramos que mientras las comunidades hispanas y negras son acosadas por la policía, los criminales de cuello blanco prácticamente no pisan la cárcel –algo en lo que México también tiene experiencia– y que los demócratas prácticamente han actuado –sobre todo durante los mandatos de Clinton– cual si fueran republicanos y por ello Moore le propone a ambos partidos que terminen por unirse totalmente. A lo mejor todo esto ya lo sabíamos, pero que lo diga alguien que nació y creció en las entrañas del sistema, es algo que nos hace pensar seriamente en cómo será el futuro o si acaso habrá uno.

A diferencia de otros analistas –y gracias a su sentido del humor– Moore no sólo denuncia sino que también propone soluciones aun cuando se señala como uno de los culpables de la llegada al poder de George W. Bush al participar en la campaña de Ralph Nader que le quitó importantes votos a Gore.

Estúpidos hombres blancos bien pudiera pasar por una antología del sinsentido que priva en nuestros días, si no fuera porque también encierra una profecía, la del fin de los hombres y el ascenso de las mujeres que tantos esperan. Quizá dejar en las manos de ellas el poder sería la mejor solución para todos nosotros aunque, la verdad, como bien se ha visto en México, lo mejor sería esperar, por una sola vez, que los extraterrestres existieran y que realmente estuvieran interesados en salvarnos. Por lo pronto, hay que leer el libro de Michael Moore por lo menos para saber que a pesar de que el panorama es cada vez más negro, aún podemos reírnos de nuestra estupidez •