Serían dos y se ubicarían en La Laguna,
en Coahuila, aprovechando el agua del río Aguanaval. Aunque su capacidad
no es enorme, los daños al ambiente serían elevados. La información
oficial sobre estas dos presas no es muy clara, pero se dice que servirían
para controlar inundaciones y recargar los acuíferos. Mas la ciudadanía
lagunera, que poco cree al gobierno y sabe bien los daños que provocan
las presas (como las enclavadas sobre el río Nazas), sospecha que
son para almacenar agua destinada a los sembradíos de alfalfa, lo
que niegan los poderosos lecheros locales. En la región, la construcción
de las presas El Palmito y Las Tórtolas así como el canal
de Sacramento, cambiaron de tajo grandes segmentos del Nazas y terminaron
con la flora y la fauna que allí había desde tiempo inmemorial.
El
Aguanaval es un río modesto y sobreexplotado que cuenta con agua
permanente gracias a varios manantiales que borbotean del fondo del cauce.
Construir esas presas en su cuenca acabaría con dos cañones
de gran belleza (el de La Cabeza y el del Realito) donde hay ahuehuetes
centenarios, sauces, álamos y una biodiversidad insospechada. Puede
haber ahí hasta doce especies de peces endémicos, como la
carpa del Nazas y el cachorrito del Aguanaval. No está de más
señalar que la pérdida de diversidad biológica por
la construcción de grandes y medianas presas figura entre las más
altas del planeta; por eso, los científicos y los organismos internacionales
las cuestionan y exigen, en caso de que no se puedan evitar, medidas extremas
para mitigar posibles daños.
De las proyectadas obras en el Aguanaval, el doctor Francisco Valdés suele decir que una de las grandes diferencias entre los ingenieros hidráulicos y los ambientalistas de La Laguna y otras áreas con grave escasez de agua es que, mientras aquellos miden el agua en metros cúbicos, los ambientalistas lo hacen en quilates. Agrega que en el desierto existen ecosistemas muy ricos con variada flora y fauna, flexibles y aguantadores a las extremas condiciones climáticas. Los ecosistemas de agua dulce en zonas áridas son asiento de una ecología peculiar y única. Los peces de un río o de un arroyo -igual que los crustáceos y los moluscos- son especies únicas, distintas de las de los ríos o arroyos vecinos por el aislamiento entre las corrientes y los cuerpos de agua en los desiertos. No es raro encontrar especies de peces que son exclusivas de una tinaja en particular. Han evolucionado y poblado un volumen de agua igual al de un jacuzzi mediano.
Valdés insiste en que si la flora y la fauna de las aguas dulces de nuestro desierto han sido capaces de sobrevivir a asteroides, congelamientos, calentamientos globales e invasiones biológicas, también han mostrado toda su fragilidad ante los embates del hombre moderno. Hoy, el 40 por ciento de las especies de peces de agua dulce en Norteamérica están extintas o en vías de desaparecer. Tan trágica suerte está corriendo el 50 por ciento de los crustáceos de agua dulce y el 70 por ciento de los bivalvos. Para las aves, los mamíferos y los reptiles, la proporción de especies extintas o en camino de serlo se ubica entre el 15 y el 18 por ciento. Para encontrar números similares a los de los animales de agua dulce hay que remitirnos a la última gran ola de extinciones, cuando desaparecieron los dinosaurios.
En fin, de todas las extinciones que afectan a la flora y la fauna americana, la de los animales de agua dulce es quizá la más indignante, por evitable. Un drama que está por repetirse en La Laguna de construirse estas dos nuevas presas. Con nuestro silencio, no debemos ser cómplices de esta nueva destrucción.
Precisamente por ello, representantes de los sectores productivo, ambientalista, social y académico de la Comarca Lagunera y de otras partes del país demandaron -en desplegado de prensa dirigido al secretario Alberto Cárdenas- que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, con pleno apego a la legalidad vigente, deseche el proyecto de construir dos grandes presas en el río Aguanaval. Esta negativa debe basarse en los graves daños que serán provocados a la economía y al medio ambiente de la región al alterar radicalmente el flujo de las aguas de dicho río.
Sostienen que las manifestaciones de impacto ambiental de estos proyectos (que son evaluadas por la Semarnat) están plagadas de omisiones y errores que sólo se explican por una voluntad deliberada de engañar a las autoridades y a la sociedad lagunera. Entre estos errores y omisiones se encuentran:
* Una visión parcial y sesgada provocada por la ausencia de una visión de cuenca que ignora las afectaciones a las poblaciones aguas abajo y excluye por completo los daños que ambas obras tendrán sobre la economía de la región y sus ecosistemas acuáticos.
* Desprecia la existencia de la reserva ecológica municipal Sierra y Cañón de Jimulco, y pasa por alto los daños que sufrirá al construir ambas presas.
* Se exageran y no se demuestran ni cuantifican los supuestos beneficios de ambas obras como la protección contra inundaciones, la recarga de los acuíferos o el avance económico de San Juan de Guadalupe.
* Una descripción inadecuada del medio que ignora la existencia de plantas y animales protegidos por las leyes mexicanas como la noa, uno de los agaves más raros y bellos del mundo y media docena de especies de aves, así como las ocho especies endémicas de peces que deben ser protegidas según la NOM 059 ECOL 2001, más las dos especies que serán propuestas para la ampliación de dicha norma.
* Se incumplen o violan preceptos de la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, la Ley General de Vida Silvestre y la Ley General de Aguas Nacionales.
Además de no autorizar la construcción de estas grandes presas, convocan a la Semarnat y a los demás actores con interés y competencia en los asuntos del agua a que inicien con representantes de la sociedad un análisis integral, incluyente, profundo y serio de la problemática de la cuenca del río Aguanaval para abordar, entre otros temas, la recarga de los acuíferos, el control de las inundaciones y la conservación de los ecosistemas que nos lleve a soluciones duraderas, sostenibles, racionales y consensuadas.