LA MATANZA DE CHINOS EN TORREON | 28 de junio de 2004 |
Juan Puig México ha sido tradicionalmente hospitalario con los extranjeros. Pero no siempre ha sido asÃ. En las primeras décadas del siglo xx, los inmigrantes chinos enfrentaron momentos de rechazo violento, sangriento, y dos decenios de una excluyente campaña racista, más en el norte que en otras partes. Las elites del imperio chino, a principios del siglo xix no pudieron ni quisieron admitir las presiones para abrirse al comercio y la diplomacia con que los apremiaban las potencias occidentales y Japón. Las Guerras del Opio (1840-42 y 1856-60) abrieron por la fuerza a ese paÃs. La ineptitud corrupta de los burócratas, la sobrepoblación, la violencia de las endémicas rebeliones campesinas y su represión (entre ellas la gran rebelión igualitaria Tai Ping Â"Paz Universal"Â, de 1850 a 1864, que casi da al traste con la última dinastÃa), y los estragos de las guerras y parcial ocupación extranjeras, llevaron a cientos de miles de campesinos del sur de China, sobre todo cantoneses, a emigrar. A tantos males se sumaron las deficientes y escasas cosechas. Las hambrunas se sucedÃan de una región a otra cada año. Por miles se contaban también las vÃctimas. Tiene pocos paralelos en la historia la cifra de la emigración china Âa Indochina, la penÃnsula malaya, Australia y sobre todo a Estados Unidos, a Centroamérica, Cuba y Perú.
En Estados Unidos se los recibió mal Âpor la previa fama condenatoria que les hicieron los misioneros protestantesÂ, y se los trató cada vez peor hasta que se prohibió la inmigración china a principios del siglo pasado. Fue cuando empezaron a llegar a México. En 1911, la colonia china más considerable de México era la de Torreón, Coahuila. La joven ciudad de casi 20 años Âtercer puerto ferroviario de la República Mexicana, pues allà se cruzaban las lÃneas del Ferrocarril Central Mexicano y el Internacional albergaba a 600 o 700 colonos chinos Âen una localidad de sólo 14 mil habitantes. La gran mayorÃa eran trabajadores pobres: horticultores, pequeños comerciantes, lavanderos, cocineros. Pero habÃa también unos cuantos empresarios capitalistas: del Banco Wah Yick, de los tranvÃas del mismo nombre, del hotel del Ferrocarril, del Casino y Asociación Imperial. Salvo estos últimos, que gastaban las modas de la gente acomodada de Torreón, los demás chinos se presentaban según su tradición, con la "excéntrica" camisola parda de mangas muy anchas y largas, los pantalones también anchos casi como faldas, los zapatones de lona y la centenaria coleta. Muy pocos sabÃan decir alguna cosa en un español en extremo deficiente. Procuraban estar juntos y de hecho no convivÃan con los mexicanos. El magonista Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 los habÃa acusado de privar de trabajo a las mexicanas, y pedÃa que se les negara la entrada. En alguno de los mÃtines maderistas de Ciudad Lerdo, Durango, se habÃan oÃdo consignas contra su presencia en México, por lo mucho que abatÃa los salarios. El viernes 13 de mayo de 1911 defendÃa Torreón una guarnición de 700 soldados del gobierno porfiriano. Gavillas de rancheros armados, que gritaban vivas a Madero, trataron de tomar la ciudad por el oriente. La guarnición federal los recibió con fuego nutrido de fusilerÃa y quizá morteros, y les causó muchas bajas. Corrió la conseja de que los chinos habÃan resistido desde sus huertas y edificios altos. El sábado 14 de mayo, algunos grupos de soldados rebeldes empezaron a matar a los chinos que encontraron en las huertas, entre ellos a uno muy estimado, ya mayor, de nombre Juan Maa (Huang Mah). Un ranchero mexicano que se opuso a tales asesinatos, Francisco Almaraz, fue victimado también.
En el censo que realizó meses después el enviado diplomático del regente prÃncipe Chung y del emperador niño Pu Yi los desaparecidos de la colonia china de Torreón eran 303. Asesorado por abogados estadunidenses, PekÃn entabló una demanda. El gobierno maderista negoció una indemnización de 3 millones 100 mil pesos de oro mexicano. Cuando se iba a pagar, estalló la Decena Trágica. Los gobiernos posteriores dieron largas al asunto. La última vez que un representante, ahora de la República China, demandó el pago de la indemnización, fue en 1934. El compromiso no se cumplió. Para entonces, la campaña antichina de México estaba en su apogeo, y tardarÃa todavÃa 10 años en disiparse, no sin antes producir en Sonora y Baja California, por ejemplo, transitorios reglamentos y disposiciones urbanas, laborales y civiles, relacionados con los chinos, de claro tinte racista y, por ende, anticonstitucionales. Decenios
más tarde otros grupos de inmigrantes se asentaron en
México y pudieron
suscribir la especie de que este es un paÃs hospitalario. Y
decÃan la
verdad §
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