Jornada Semanal, domingo 27 de junio de 2004        núm. 486

NAIEFYEHYA

DE LA GUERRA IMAGINARIA A LA GUERRA DE IMÁGENES (III)

LOS VIAJES
DEL EMPRESARIO AVENTURERO

Nick Berg realizó dos viajes a Irak, uno en diciembre 2003 y enero 2004, y otro en marzo, de acuerdo con Robert H. Reid en un artículo en el Seattle Post-Intelligencer (13 de mayo). Durante su primer viaje trabajó nada menos que reparando una antena en la prisión de Abu Ghraib. Tim Golden y Eric Schmitt señalan en su artículo en el New York Times (16 de mayo), que al llegar el general Geoffrey D. Miller a esa prisión la encontró hundida en el caos, en ruinas, y que la antena de comunicaciones estaba rota. La policía iraquí (la cual trabaja para los ocupadores) declaró que tuvieron a Berg detenido por unos "minutos" antes de entregarlo a la coalición y que los estadunidenses decidieron encerrarlo con los "criminales de guerra" extranjeros. Los estadunidenses negaron haberlo tenido cautivo pero luego confesaron que el fbi entrevistó a Berg en tres ocasiones. Éste fue liberado el 6 de abril, por recomendación del fbi (según el New York Times, 26 de mayo), un día después de que su familia demandó al gobierno por detenerlo de manera ilegal durante dos semanas. La "coalición" declaró que le ofrecieron un vuelo para salir de Irak y él lo rechazó; supuestamente no quería volar porque la autopista al aeropuerto de Bagdad era muy peligrosa, por lo que optó viajar por tierra hasta Kuwait (la ruta más larga posible), y en el sur del país (en una zona chiíta) fue secuestrado por sunitas presuntamente aliados a kurdos extremistas. ¿Qué hacía ahí Al Zarqawi y cómo podía operar en esa zona? Es un misterio.

¿CONEXIÓN 11 SEPTIEMBRE?

La historia es aún más extraña. El FBI ya había entrevistado a Berg antes debido a que estudió en 1999 en la misma escuela en Oklahoma que el presunto miembro de Al Qaeda y vigésimo secuestrador del 11 de septiembre, Zacarías Moussaui, el ciudadano francés de origen argelino que se encuentra preso e incomunicado desde antes de ese fatídico día. Berg le prestó la clave de su correo electrónico a un amigo de Moussaui, quien la usó. El fbi determinó que Berg no tenía conexión alguna con los aeropiratas. Curiosamente, Berg apoyaba la guerra de Bush, mientras que su padre, Michael, se oponía a ella desde el principio y tras la muerte de su hijo acusó al gobierno estadunidense de ser tan culpable del crimen como sus asesinos materiales.

ESPECULACIONES Y DUDAS

Varios observadores han mencionado el hecho de que al hundir el cuchillo en el cuello de Berg hay muy poca sangre, no hay chorros como uno imaginaría ver al cortar una yugular. Además de que el contador de video salta de 2:44 cuando el asesino saca el cuchillo a 13:45 cuando comienza a cortar y luego regresa a 2:46 para exhibir la cabeza cortada, lo que parece querer mostrar que el video fue editado. Berg permanece inmóvil mientras es degollado, su cuerpo no parece responder al dolor, por lo que algunos han especulado que estaba muerto antes de ser decapitado. Pero el elemento que ha desatado más polémica es el grito, el cual está fuera de sincronía con las imágenes y comienza antes de que lo toquen. También es claro que la voz del lector del documento fue doblada, el individuo tose, sostiene tan sólo dos páginas, que aparentemente lee una y otra vez; de pronto parece confundido sin saber qué leer, pero el audio se mantiene imperturbable y fluido. Berg viste un overol color naranja muy semejante o idéntico a los usados en ciertas prisiones estadunidenses y en particular en Guantánamo.

Como han mencionado muchos, la aparición del video coincide muy oportunamente con la explosión del escándalo de la prisión de Abu Ghraib. Sabemos que Rumsfeld y su personal sabían, por lo menos desde marzo, que la conducta de los torturadores podía traerles problemas, por lo que no es imposible que este acto haya sido preparado para distraer la atención del público.

Si algo ha hecho con gran talento la administración Bush es diseminar eficientemente su mensaje, manipular a los medios y manufacturar el consenso a través de una brutal, sistemática, disciplinada y homogénea ofensiva propagandística. No obstante, cometieron el peor pecado del propagandista: creer en sus mentiras, de manera que han sido víctimas de su propio discurso. Hoy el régimen se desmorona con sus mensajes contradictorios, por el peso de sus mentiras y los escándalos que se apilan; no obstante, sólo estamos esperando el próximo atentado o al próximo Nick Berg para que Bush y los neocons logren atizar el fuego del terror y vuelvan a arrebatar la presidencia.