Jornada Semanal,  27  de junio  de 2004         núm. 486

ANA GARCÍA BERGUA

EL AMOR DESPUÉS

Y entonces lo supo por segunda vez:
el amor sólo se experimenta después,
en la reflexión que sucede a la descompostura
interna que sólo atenúa, a veces, 
el lenguaje amoroso que, según algunos,
no fue creado sino hasta el siglo XII o XIII.
Cristina Rivera Garza,
Lo anterior.
Cristina Rivera Garza ha escrito una novela en la que los personajes desaparecen, o más bien no acaban de aparecer, y el amor sabe si lo fue hasta después, hasta que de las figuras de los amantes no quedan sino estatuas. Lo anterior (Tusquets, 2004) la última novela de la afamada autora de Nadie me verá llorar y La cresta de Ilión, entre muchas obras, aborda el amor desde la perspectiva de una caja hueca en la que se concatenan imágenes y sensaciones, como en el interior de una cámara fotográfica. Una mujer que recoge a un hombre desmayado a la sombra de una roca en el desierto, un hombre que habla con una mujer en una terraza, una mujer que habla con otro hombre en una habitación oscura, una mujer de otro planeta tocada por la muerte, un hombre de otro planeta, un hombre que en realidad es una mujer, todos reúnen sus voces y las alternan en esta curiosa novela en la que se construyen imágenes y relaciones que de antemano se van anulando.
Le diría: un ente (masculino, femenino, neutro, polimorfo) identifica a otro (masculino, femenino, neutro, polimorfo) y deciden (basados en datos apenas existentes) conocer lo que serían con la intromisión del otro. Todo esto ocurre en un punto del tiempo (el invierno, demasiado tarde, por anticipado) y en un lugar (el lugar es lo de menos). Ese proceso, añadiría después, no es más que una descompostura interna que, justo como el dolor, reta cualquier capacidad explicativa del lenguaje. Si se da, si ocurre, el proceso es innombrable. Si se da, si ocurre, el proceso sólo podría ser descrito cabalmente con la palabra nada. Si se da, si ocurre, el proceso sólo puede existir después.
En la novela de Cristina Rivera Garza, el amor es una serie de conductas, por decirlo así, enloquecidas, lo que el narrador llama en el libro "una descompostura interna". Los seres sometidos a dicha descompostura a raíz del choque con el otro, tienden a desaparecer, a borrarse. La novela, entonces, se arma con una serie de paradojas como las que vive uno de sus personajes, un hombre que repite que está tratando de recordar algo que no puede olvidar; o que avanza en línea recta "pero no hacia delante, hacia el exterior, sino en dirección hacia su propio cuerpo".

El amor convencional aparece en la novela retratado como una conducta más, la de la Mujer Enamorada:

Emocionada, la mujer abrió los brazos y lo aceptó por completo, de inmediato. Supuso que con él conocería el dolor y la felicidad, y ninguna de las dos cosas amedrentó su deseo. Pronto se dio a la tarea de conocer todo sobre él: la infancia, la adolescencia, el inicio de la edad adulta. Quería su biografía entera. Necesitaba el mapa de su tiempo para colocar sus banderas en el punto preciso de su propia aparición. Así lo hizo. Cuando, apenas unas semanas después, llegó al punto preciso, le puso palabras al momento:

–Tú eres mío –aseveró.

Pero en realidad, en la novela de Rivera Garza, los hombres en realidad son mujeres y las mujeres en realidad son hombres, o no importa. En esta operación de fragmentación narrativa, es como si se estuviese hablando de un conjunto de moléculas que se relaciona con otro, o con otros, no hay sociología: si acaso física o prehistoria, como para preguntar si cuando nos encontramos somos voces, somos hoyos vacíos, somos huecos donde nos acomodamos, pedazos de cuerpo, sensaciones, situaciones vacías, o bien ventrílocuos, cajas de resonancias de otras voces que no son la nuestra. Lo anterior desgrana todos los elementos de los diversos encuentros amorosos y los hace resonar en esta cámara narrativa.

La narrativa de Cristina Rivera Garza es a la vez móvil y poderosa: da significado a las palabras para quitárselo, y viceversa, tratando de dar forma a la fugacidad. El experimento de esta novela es notable por la pericia de su autora para jugar narrativamente con elementos sensoriales y sentimentales. A la vez se permite humoradas, cultismos, poemas, algunos chistes y esas bromas crípticas que sólo dan risa a los amantes. De nuestra poblada generación de narradores es uno de los más virtuosos y notables.