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México D.F. Lunes 21 de junio de 2004

Iván Restrepo

La importancia de conservar ríos y bosques

En noviembre de 1998 comentamos aquí cómo el huracán Mitch y su estela de muerte y destrucción había puesto al descubierto la pobreza extrema en que viven millones de familias en Centroamérica, así como la indolencia, corrupción y complacencia de las autoridades al permitir la destrucción de los recursos naturales, la ocupación por asentamientos humanos de áreas extremadamente peligrosas y la falta, en suma, de la mínima planificación urbana y regional. De la mano del agua llegaron los datos de cómo los funcionarios y sus aliados en la iniciativa privada habían hecho negocios con la obra pública, mal hecha para aumentar la riqueza de unos cuantos.

Tres años después la sequía fue la causante de otra tragedia no suficientemente atendida en el campo centroamericano. En ambos casos los gobiernos, los partidos políticos, las organizaciones sociales, los centros de investigación y las agencias internacionales de desarrollo, advirtieron sobre la necesidad inaplazable de cambiar el modelo de crecimiento, detener la destrucción de bosques y selvas, la explotación irracional de las tierras agrícolas, la ocupación humana de los lechos de ríos y arroyos y de las laderas deforestadas. En fin, de tomar medidas para prevenir desastres futuros y, en cambio, lograr el verdadero desarrollo, no un crecimiento económico a costa de la naturaleza y de la calidad de vida de la mayor parte de la población.

Hace poco la tragedia visitó esta vez a Dominicana y Haití. Las fuertes lluvias dejaron más de 2 mil muertos, daños materiales a miles de familias y obra pública inservible. Las primeras evaluaciones muestran que el agua no hubiera causado ni muerte ni destrozos si los gobiernos de ambos países hubieran evitado la deforestación y la ocupación de los lechos de los ríos por familias pobres. El agua, al no tener el paraguas natural que representan los árboles, "lavó" las partes altas y llevó tierra y escombros a las cuencas de los ríos, azolvadas por la erosión. El agua buscó su camino natural y arrasó con todo lo que se oponía a ello.

El meteorólogo haitiano Renand Jean-Louis, luego de recordar cómo muchas veces se le había dicho a los gobernantes de su país y a los de Dominicana de la necesidad de reforestar e impedir la tala, pronosticó que ocurrirán "más calamidades si no se toman medidas urgentes y se recuperan ríos internacionales", como el Soleil, que nace en Haití y desemboca en el lago dominicano de Enriquillo con el nombre de río Blanco.

Haití es en el continente americano el país más devastado en sus recursos naturales. Por pobreza y explotación irracional. No es el único: un impactante informe elaborado por especialistas de la Universidad Rafael Landívar, de Guatemala, señala que los incendios forestales y la desmedida deforestación dieron cuenta en apenas medio siglo de 60 por ciento de la riqueza verde de nuestro vecino. En la última década, al norte y noroeste de dicho país los incendios consumieron un millón de hectáreas cubiertas por bosques y selvas de enorme importancia. La destrucción tocó ya a uno de los pulmones verdes del continente: El Petén. No está por demás insistir en la necesidad de que México y Guatemala conserven sus bosques y ríos, que hacen frontera común y la traspasan.

Y para rematar, el ministro del Ambiente y Recursos Naturales de Nicaragua, Arturo Hárding, señala que su país corre el riesgo de caer en una situación de inviabilidad ambiental, económica y social si las autoridades no ponen fin "al maltrato de la naturaleza, a la barbaridad que hemos hecho con nuestro ambiente". En un informe especial el ministro asienta que en Nicaragua existe un manejo inadecuado de las cuencas hidrográficas, bosques devastados, mantos acuíferos contaminados, inundaciones y sequías, derrames de combustible y falta de una política de reforestación. Aunque Hárding dijo que la culpa hay que buscarla desde tiempo atrás, la actual generación está obligada hoy a revertir la situación tan lamentable que vive la patria de Sandino y Darío.

Al leer los informes de los especialistas y las causas de las tragedias en los países centroamericanos y del Caribe, parecería que estamos viendo la realidad de México.

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