Jornada Semanal,  domingo 20 de junio  de 2004                núm. 485

Luis Tovar

LA CAPA CAÍDA

Exhibiéndose en seis decenas de salas cuando esto se escribe, Fantasías, dirigida por el no-debutante Jorge Araujo, es una muestra más del bajo perfil que en fechas recientes muestra el cine mexicano. Se indica que la película es de este año 2004; sin embargo, su primer registro data de 2002 y fue posible verla el año pasado, dentro de la decimoctava Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara. En otras palabras, se trata de una cinta que duró enlatada alrededor de quince meses, debido seguramente en parte a los tradicionales obstáculos que enfrenta (casi) toda producción mexicana para ser estrenada comercialmente, pero en este caso particular, debido también quizá a las características propias del filme.

En 1999 Araujo dirigió Ángel de la noche y antes de eso, su currículum informa que inició su carrera como director nueve años antes, realizando home-video para el mercado hispano de Estados Unidos; también se indica que suma un total de cuarenta y tres producciones en 16mm. Eso significa que no se puede hablar aquí de inexperiencia, pero aunque esa pequeña multitud de títulos sea inconseguible y por lo mismo resulte imposible saber qué tipo de trabajo fue realizado por Araujo antes de su ingreso a los 35mm, quizá no es una osadía demasiado grande inferir que su desempeño corrió parejas con lo habitual en el medio del home-video; para decirlo sin ánimo vituperador, que se trató de producciones más que modestas, no sólo en el orden de los recursos económicos. Y si la inferencia requiriera otro sustento, ahí está la propia Fantasías, que por lo que puede apreciarse fue concebida y realizada precisamente como si se tratara de un home-video: una historia elemental, una anécdota mínima, un perfil de personajes plano y basto, así como una realización que hace sospechar ya sea de prisas o carencia de recursos estilísticos y formales.

Todo lo anterior ubica a la cinta en esa suerte de tercera o cuarta fila de la que el cine mexicano ha dado ya demasiados ejemplos en épocas recientes, y por eso a este aporreateclas le llama la atención que el estreno haya sido en un número de salas tan grande. Como en otras ocasiones, el fenómeno es un arma de doble filo puesto que al cine mexicano todavía se le considera, equivocadamente, como un género en sí mismo. La decepción que puede conllevar Fantasías es capaz de arrastrar a otras películas que esperan su estreno comercial –Un día sin mexicanos y Temporada de patos, para mencionar solamente las dos más interesantes–, tal como de hecho está sucediendo después de Las Lloronas y la inenarrable Zapata, el sueño del héroe.

LA CUERDA FLOJA
DE LA MORAL AMBIGUA

Es obvio suponer que el tema de Fantasías haya hecho que la distribuidora se animara a invertir en ella tanto dinero. Menos fácil es determinar si el maniqueísmo que impregna la historia es un defecto o si, por el contrario, se trata de una decisión consciente del director. Sólo se trata de lo siguiente: Mónica Dione y Alexis Ayala interpretan a un matrimonio convencional de clase media, instalado en la rutina económico-doméstica, el cual encuentra que pasados los años su vida sexual es monótona. Naturalmente, ellos son los buenos de la película, dato que Araujo decidió transmitir dibujándolos como dos adultos ingenuos y verdaderas víctimas propiciatorias para que llegara el malo, encarnado en Luis Felipe Tovar, a engañarlos convenciéndolos de que el intercambio de parejas, el llamado mundo swinger, es la opción perfecta para deshacerse del tedio sexual. El resto lo sabemos todos, hayamos visto o no la película: la ingenuidad de los buenos los hará caer en las garras del malo, el malo lo será aún más y pronto mostrará sus aviesas intenciones, que bien poco tienen que ver con una supuestamente saludable incursión en el ejercicio de las fantasías sexuales.

El discurso moral, cuyo inevitable riesgo es volverse moralizante, se traduce aquí en una tosca y facilona oposición de lo "válido" y lo "reprobable", concebida más bien a partir de un puñado de lugares comunes. Araujo desperdicia un tema con posibilidades de ser una exploración en la sexualidad de pareja y hace de él un cuento endeble de swingers malos contra matrimonios buenos, y lo remata con una inverosímil vuelta de tuerca con Dione y Ayala echándole el ojo a su nueva sirvienta, luego de escapar de las garras de Tovar.

Preocupante, más que sorprendente, sería que este home-video hecho en formato de cine tuviera algún éxito de taquilla.