Jornada Semanal, domingo 20 de junio  de 2004           núm. 485

Germaine Gómez Haro

JOSÉ VILLALOBOS AL ROJO VIVO

El pasado jueves 3 de junio se llevó a cabo la inauguración oficial del mural de José Villalobos intitulado Lugar de rojo tezontle, realizado ex profeso para el vestíbulo de entrada del Hotel Sheraton en el Centro Histórico. El edificio, de construcción reciente, se encuentra en el mismo predio donde se ubicó el legendario Hotel Del Prado que albergó el mural de Diego Rivera, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, milagrosamente rescatado de los escombros del terremoto de 1985. Un lugar emblemático que dio pie al artista oaxaqueño (Ixtepec, 1950) para plasmar en una superficie de 45 metros cuadrados una metáfora pictórica que alude precisamente a los avatares del centro capitalino.

Dentro del contexto predominantemente figurativo de la plástica oaxaqueña, donde abundan las referencias a parajes mágicos, míticos y al imaginario popular cotidiano, José Villalobos es un representante solitario de un lenguaje que linda con la abstracción, aunque nunca se desliga por completo del mundo natural. La intención paisajística es leitmotiv de toda su obra, como lo evocan sus sugerentes títulos: Paisaje con luna llena, Árbol como un río vertical, Fluye rojo el mineral… Sin embargo, Villalobos no intenta describir la exuberante riqueza del paisaje como lo han hecho sus coterráneos Armando García Núñez o Abelardo López. Mucho hay en su poética paisajística de los escenarios que lo embelesan a lo largo de sus constantes periplos entre la Mixteca poblana y la oaxaqueña, pero su interés se ha centrado en captar las atmósferas y en aprehender las esencias. Villalobos evoca con colores, tierras y pigmentos las voces quietas de la naturaleza.

El mural recién inaugurado es la obra de mayores dimensiones que el artista ha realizado a la fecha. Al igual que Diego Rivera lo hizo con Carlos Obregón Santacilia, quien proyectó el Hotel Del Prado, Villalobos tejió una complicidad con los arquitectos Gérard y Carlos Pascal, quienes le concedieron total libertad en la ejecución del mural que remata la parte superior del fondo del vestíbulo. Para el oaxaqueño el reto no fue sencillo: había que concebir una obra que provocara un deslumbrante impacto visual, toda vez que debía ser algo más que estéticamente atractiva. Villalobos desarrolló en su característico lenguaje no figurativo un trasfondo conceptual que tiene sus orígenes en la intrincada historia milenaria del Centro Histórico, punto neurálgico de nuestro ser nacional.

Lugar de rojo tezontle es el resultado de los andares ensimismados del artista por las calles del centro capitalino y sus divagaciones acerca del azaroso destino que ha marcado a la hoy decadente Ciudad de los Palacios, desde su fundación como México-Tenochtitlán en 1325: "Pensaba en ese pasaje de la historia de Bernal Díaz del Castillo que describe a la Ciudad de México como una ciudad roja, con sus edificios pintados de cinabrio." También le inquietaba el hecho de que, debajo de la fisonomía actual del desordenado conjunto arquitectónico de carácter principalmente ecléctico, yace toda una ciudad enterrada, cuyos límites desconocemos. Lugar de rojo tezontle es una evocación a esa majestuosa urbe indígena cuya belleza conmovió a los cronistas y conquistadores, y en la que el color rojo jugó un papel protagónico en cuanto a sus códigos simbólicos. El rojo representaba para los antiguos mexicanos el punto cardinal del oriente y del sur; del primero porque es la región donde nace el sol, el levante; del segundo, porque el mediodía es el tiempo en que el astro divino se encuentra en su plenitud. El rojo es el color de la sangre, alimento divino que los dioses exigían para asegurar la supervivencia del mundo terrenal. El rojo es también el color del tezontle, la piedra volcánica con la que los indígenas edificaron sus templos, misma que fue utilizada por los conquistadores para levantar las suntuosas iglesias y los palacios coloniales. El rojo de los muros prehispánicos decorados con cinabrio devino rojo centelleante bajo el fuego de la destrucción española.

En el mural de Villalobos, una miríada de rojos domina la gama armoniosa de ocres, azules, negros y blancos que conviven en una superficie poblada de formas geométricas sutilmente hilvanadas por medio de empastes, texturas, transparencias y veladuras. Los triángulos y los cuadrados que conforman esta elegante y equilibrada composición remiten a las trazas superpuestas de esa "muy noble y leal Ciudad de México", cuya belleza original evocamos con nostalgia y añoranza. Lugar de rojo tezontle es un canto poético al corazón de nuestra civilización ancestral, a esa ciudad que, en palabras de Octavio Paz, "todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos".