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México D.F. Viernes 18 de junio de 2004

REPUBLICA DE PANTALLA

Jenaro Villamil

En la ruta de los escándalos /II

Las derivaciones del Ahumadagate
El caso de Vamos México, el "escándalo oculto"

CINCO ELEMENTOS DEFINEN la proliferación de los escándalos de poder: a) la creciente visibilidad de los políticos; b) los avances tecnológicos en materia de comunicación y vigilancia, que hacen proliferar nuevas formas como han sido los videoescándalos; c) el sensacionalismo periodístico, que ya no es sólo un producto de la televisión y los demás medios electrónicos sino que trasmina toda la labor informativa; d) el declive de la política ideológica para dar paso a una mayor personalización de la lucha por el poder y, por ende, a otorgarle un mayor peso a elementos como la confianza, la reputación o la credibilidad de los dirigentes en una permanente lucha por el poder simbólico; y e) la judicialización de la política.

DESDE EL INICIO de la larga ruta de los escándalos mexicanos hemos observado la presencia de estos cinco elementos. Lo que justamente ha provocado que la espiral de escándalos alcance un grado cada vez mayor de crispación y de agotamiento en la ciudadanía no han sido los videoescándalos de los últimos cinco meses sino el sesgo parcial, irregular y la partidización de la procuración de la justicia, hasta convertirse en un escándalo en sí misma la actuación de la PGR contra determinadas figuras políticas y de los jueces en la resolución o en el inicio de los escándalos, como ha sucedido en casos tan polémicos como el Paraje San Juan o El Encino.

ESTO NO ES un fenómeno reciente o circunscrito sólo a los citatorios ministeriales o al juicio de procedencia en contra de Andrés Manuel López Obrador. Una somera revisión de los principales escándalos de poder en estos cuatro años de gobierno nos arroja la nada grata conclusión de que a mayor impunidad, mayor es la intensidad y duración del escándalo, mayor el uso de tácticas propias de la teleguerra sucia para eliminar a los adversarios, y peor la reputación y la credibilidad tanto de los individuos y líderes políticos como de los medios y sus métodos informativos. A tal grado, que los medios mismos se han transformado en actores del litigio, en parte fundamental de la trama de los escándalos.

JOHN B. THOMPSON, en El escándalo político (Ed. Paidós, 2001), insiste en que todo escándalo implica una lucha de poder, pero no cualquier tipo de poder se ve afectado por el escándalo. Esencialmente, se trata del poder simbólico, de aquel que se deriva de la mayor visibilidad y presencia de los actores y de las instituciones en los medios. Este poder simbólico, una vez que se pierde o que entra en un declive de confianza, difícilmente se recupera. Esto le sucedió al propio Vicente Fox a menos de dos años de su mandato y le está sucediendo a las instituciones encargadas de vigilar y procurar el cumplimiento del estado de derecho.

EN LA RUTA de los escándalos mexicanos aparecen ahora involucrados todos aquellos actores que se han destapado o que abiertamente actúan o se involucran en una lucha por la sucesión presidencial caracterizada por la falta absoluta de reglas y de juego democrático. No es casual que los dos polos estén determinados ahora por personalidades que están en la pugna abierta y que representan opciones sustancialmente distintas: el jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, y la esposa del Presidente, Marta Sahagún.

TAMPOCO ES PRODUCTO del azar que la trama más compleja en la ruta de los escándalos, el Ahumadagate, tenga derivaciones tanto en el ámbito del PRD (con figuras como Rosario Robles, Carlos Imaz, René Bejarano o Gustavo Ponce, más los que se acumulen, que han perdido su fuerte capital simbólico en una ruta de desprestigio acelerado), como en el ámbito del foxismo y del panismo (aunque aún no se haya destapado toda la trama que involucra a Marta Sahagún, a sus familiares y a personajes cercanos a la órbita priísta).

EN ESENCIA, EL Ahumadagate reúne todos los ingredientes de un escándalo de poder de altos vuelos: su carácter mediático, sus conexiones con el GDF y con el PRD, la corrupción financiera derivada de la compleja red de sobornos y hasta algunos ingredientes de escándalo sexual. Sin embargo, es un escándalo que no se agota en sí mismo. Tiene también derivaciones que llegan al futbol mexicano, a la procuración de justicia, a los corporativos mediáticos y, por supuesto, al entorno familiar de los Fox y los Sahagún.

EN PARALELO, COMIENZA a cobrar importancia lo que otros especialistas denominan el "escándalo de poder oculto", es decir, aquel que no ha detonado por completo, que está aún soterrado en una gestión orientada a minimizarlo y trivializarlo. Es el caso de la fundación Vamos México, la auténtica "organización incómoda" del sexenio. Ahora, tras las revelaciones de la Auditoría Superior de la Federación, que determinó que por lo menos 110 millones de pesos de la Lotería Nacional incumplieron con el concepto de "rendición de cuentas", al encontrarse deficiencias en el manejo de recursos del Fideicomiso Transforma México (vinculado directa o indirectamente a las labores de filantropía electoral de la señora Sahagún), es muy probable que el escándalo comience a tener una visibilidad imparable.

THOMPSON SEÑALA QUE "una de las características claves de los escándalos de poder es el hecho de que implican una revelación de ocultas formas de poder y la existencia de abusos de poder supuestos o reales que hasta el momento del escándalo habían permanecido ocultos tras los decorados públicos en los que el poder se muestra y tras los procedimientos públicamente reconocidos mediante los que se ejerce" (op. cit., p. 272).

Variaciones de los escándalos de poder


EXISTEN VARIACIONES EN los escándalos de poder: mediáticas, financieras y sexuales. Alguna de estas variables puede predominar sobre las otras, pero generalmente todas tienen algo de sus componentes en mayor o menor grado.

1. EL ESCANDALO DE poder mediático. Tiene una estructura temporal. Puede durar un día, semanas e incluso meses, pero no continúa indefinidamente, porque está determinado por la propia naturaleza y el lenguaje de las organizaciones mediáticas: el rating que se dispara con la revelación; las alegaciones y contralegaciones que incorporan un estilo propio del reality show para mantener la atención del espectador reduciendo la trama misma a un melodrama o a un pugilato de declaraciones, chismes y rumores. En la fase de culminación o desenlace puede desembocar en la renuncia de un funcionario, el descrédito general de una organización o la promoción de otro escándalo mediático sustituto. No es casual que los escándalos mediáticos en México hayan proliferado a raíz de la moda de programas como Big Brother o Ventaneando, que incorporan como valores "periodísticos" la invasión de la intimidad, el cotilleo, los "complots" entre concursantes, las grabaciones con cámaras ocultas que se vuelven "evidencias", etcétera. Son efectivos, pero tienden a modularse o diluirse en función del escándalo como una mercancía que "vende" o que se agota como un tema "de moda".

POR SUPUESTO, NO todos los escándalos se transforman en tema dominante en la agenda de los medios, y muchos otros son minimizados o evadidos por los mismos. El caso del Fobaproa, por ejemplo, o el del escandaloso fraude de Carlos Cabal Peniche, a quien le acaban de autorizar una indemnización de más de 3 mil millones de pesos, no son asuntos que hayan adquirido el rating necesario para ocupar semanas en las pantallas, quizá porque existen conflictos de intereses con los publicistas o simplemente hay una gestión clara para que determinados asuntos pasen inadvertidos.

2. EL ESCANDALO POLITICO-FINANCIERO. Los escándalos político-financieros se basan en acusaciones de malversación de fondos, corrupción desde los cargos de poder público y generalmente implican el descubrimiento de vinculaciones ocultas entre el poder económico y el poder político. Thompson clasifica cuatro grandes formas de este tipo de escándalos: a) el inadecuado intercambio de recursos o favores económicos para influir en decisiones políticas, como inicia el Ahumadagate; b) la apropiación o el desvío de fondos públicos por medio de un fraude, de lavado de dinero o de triangulación de recursos, como se vio en los casos del Pemexgate y de Amigos de Fox; c) el conflicto de intereses económicos privados; d) varias clases de corrupción electoral y de procedimientos electorales que van desde el soborno hasta la apropiación indebida de fondos destinados a una campaña electoral, como también ha demostrado el expediente en torno a Carlos Ahumada.

3. EL ESCANDALO SEXUAL. Las transgresiones a los códigos sexuales dominantes implican la revelación de aspectos privados de figuras públicas, sean políticos, líderes de opinión, religiosos o artistas, y una trama de presiones, de chantajes y de amenazas para proteger a los responsables de cometer abusos o delitos sexuales. Este tipo de escándalos pueden producir perjuicio a determinadas figuras en la medida que se vincule con el alto nivel de hipocresía social, de prejuicios culturales y sexuales en las relaciones de poder o de intentos de moralización desde una parte de la elite política. Los países de cultura anglosajona como Estados Unidos y Gran Bretaña han sido semilleros de este tipo de escándalos y la presidencia de Bill Clinton se caracterizó por ellos. Sin embargo, en México también se detonó un escándalo sexual de amplias derivaciones políticas, religiosas y financieras con el caso de las denuncias contra el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. El caso Maciel, destapado originalmente hace más de seis años en Canal 40 y en La Jornada, fue ocultado y generó repercusiones y presiones severas. Se retomó hace dos años en el programa Círculo Rojo de Televisa, donde se transmitieron en un hecho inédito los testimonios de víctimas que fueron abusadas por el sacerdote. Por supuesto, han sido acallados con todos los recursos de poder y el alto grado de influencia de los legionarios. Sin embargo, la reputación y la confianza de Maciel y de su organización quedaron severamente dañadas.

EN MEXICO, QUE está muy lejos de ser una democracia consolidada, es probable que se esté abriendo una nueva variación de los escándalos de poder y que podríamos caracterizar como los escándalos de impartición de la justicia. Este es asunto de otra entrega.

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