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México D.F. Miércoles 16 de junio de 2004

TUMBANDO CAÑA

Ernesto Márquez

Omara, Flor de amor

Recorrido por la ortodoxia musical cubana

EL CONCIERTO DE Omara Portuondo en el Lunario del Auditorio Nacional resultó tal como lo esperábamos: bello, acogedor, exultante; repleto de temas amorosos y de buenas hechuras musicales. Un concierto memorable en el que la eterna novia del filin derrochó talento, gracia y sensibilidad.

LO QUE PROPUSO Omara en esta presentación fue un recorrido por la ortodoxia musical cubana. Un paseo por el bolero, la trova, el son y la guajira de viejo cuño.

POSEEDORA DE UNA de las voces más bellas del canto Caribe, Omara demostró una vez más no sólo tener una técnica de emisión segura, sino la sensibilidad necesaria para adaptarla a la expresión del canto, manejándose con seguridad en los tonos medios, enfrentando los graves con profundidad, fraseando con habilidad para evitar ciertos agudos y elevando el volumen cuando lo siente necesario.

LO QUE MAS maravilla de Omara es su igualdad tímbrica en todos los registros y su disponibilidad para cambiar ciertas coloraturas que embellecen la canción y la distinguen de otras versiones.

Amorosa, rumbera, lúdica y tropical

Omara-okEL ELEVADO ACENTO de su nacionalidad y la forma de expresar la canción son los sellos distintivos en las presentaciones de esta mujer, que ya rebasa los 70 años de edad y como si nada. Al tiempo gerontológico le impone su ímpetu y gran vitalidad, que es todo un ejemplo a seguir. Se ve y se siente cómo derrocha energía, a la vez que va creciendo en el escenario, al que, llegado el momento, le cuesta trabajo abandonar. Si por ella fuera nunca dejaría de cantar. Por eso dice que el día que le llegue la muerte sea así: a viva nota sobre un tablao

CUIDADOSA EN SU manejo escénico, plantea el desarrollo del concierto como si estuviera entre amigos. Hace breves comentarios para presentar la canción, atiende las peticiones del público y ánima a sus músicos a los que trata con familiaridad y califica de "maestros".

EL CONCIERTO LO inicia con Tabú, de Margarita Lecuona, ofrenda afro que devela el conflicto racial existente hasta mediados del siglo pasado en Cuba, y que tiene que ver con su experiencia familiar ya que su padre, negro y deportista, hubo de resistir el aguijoneo social por haberse fijado en una mujer blanca y española: "Y aquí, si el negro mira a la mujer blanca... Tabú, tabú", evoca Omara.

PARADIGMA Y MODELO del filin, esa manera de hacer y cantar la canción amorosa, que inauguraran José Antonio Méndez y César Portillo de la Luz, la Portuondo continúa por los senderos del bolero con Amor de mis amores, de Lara; Dos gardenias, de Isolina Carrillo, y He venido a decirte, de María Lara, para seguir con el son y las guajiras, géneros en el que destaca el enorme talento del tresero Papi Oviedo, quien le apoya desde su instrumento, ya a solas o en el contexto del conjunto, dándole seguridad con el pespunteo y espacio para recrearse en el cachondeo con el público.

"TIENE SABOR, SABOR, sabor y nada más", corean todos los presentes mientras una lúdica Omara hace pasillos de sonerísima factura. En ese instante, la cantante ya se ha echado al bolsillo a todo ese gentío que pagó 500 pesos por escucharla.

LA NOCHE ES esplendida, plagada de personalidades del quehacer cultural y político del país. Omara está de moda. De ahí la avalancha de ese público constituido básicamente por gente adulta y de clase acomodada que no quiere perderse esa única presentación en México.

YA LO DIJO el querido Carlos Monsivais: la memoria histórica suele ser escasa, por lo que resulta necesario seguirla construyendo. De ahí que valga recordar que hubo un tiempo en que la descomunal artista pasaba prácticamente inadvertida cuando recreaba estos mismos cantares en foros mucho más modestos de la ciudad capital. Hace apenas unos años, Felipe Madrigal la presentó en Plaza Loreto totalmente gratis y el público asistente se redujo a un pequeño grupo de incondicionales seguidores que siempre le han demostrado su cariño y que ahora, en el concierto del Lunario, eran los grandes ausentes debido al precio de la entrada.

CIERTAMENTE LAS COSAS han cambiado. Y cambiaron mucho desde el lanzamiento del Buena Vista Social Club. Pero Omara sigue siendo la misma, la misma muchacha crecida en la popular barriada habanera de Cayo Hueso que gustaba cantar entre amigos en bohemias y tertulias. De la Omara de aquel tiempo a la de ahora hay sólo una distancia de años a cuyo paso no se amilana pues el tiempo no ha restado frescor a su voz, ni a su modo de sentir. Escucharle cantar, por ejemplo, Veinte años, de Maria Teresa Vera, en una grabación de 1959 y comparársele con la versión que hace ahora, uno encuentra poca diferencia.

ES LO MISMO con la mayoría de los temas que ahora nos recrea. Incluyendo el que le da título al disco, Flor de amor, o Amiga, esa intensa composición de Alberto Vera que dieran a conocer el Cuarteto de Las D'Aida, grupo al que perteneció, y que esta vez entona emotiva y paródica recordando las voces de sus amigas Elena Burke, Moraima La Mora Secada y de su hermana Haydeé, de las que dice le hubiera gustado compartir "este momento especial" por el que está pasando.

A NADIE LE queda duda que Omara es una cantante tradicionalista. Sin embargo ella siempre ha estado pendiente de las nuevas corrientes, tal como cuando incorporó a su repertorio los temas de la llamada Nueva Trova Cubana (¿recuerdan su versión de La era está pariendo un corazón o de Te amaré, de Silvio Rodríguez?). Así mismo lo hace ahora con la cancionística brasileña de la que ha tomado Casa calor, que Carlinho Brown escribiera para ella y que esa noche en el Lunario cantó en un portuñol acubanado que provocó signos de interrogación en el atento auditorio. "No hay asombro, ya antes canté en ruso, en inglés, en alemán ¿porqué no hacerlo en portugués?", declaró con desenfado.

LA PERSONALIDAD DE Omara domina de tal forma la escena que ni el impertinente zumbido que produce el incorrecto manejo de la sonorización frena su propósito de comunicar. Y así continúa con la archiconocida Bésame mucho, de Consuelito Velásquez; Mueve la cintura mulato, de Alejandro Almenares, hasta concluir con el ensamble a capella de Lágrimas negras/Guantanamera.

EL CONCIERTO LLEGA a su fin y a la gente parece quedarle un huequito por llenar y quiere más pero a Omara no cabe pedirle más. Lo ha dado todo y si a alguno le ha quedado la inquietud y el regusto de seguirle escuchando ahí tienen el disco que ahora nos deja como herencia y estímulo.

SOLO UN SEÑALAMIENTO a los encargados de Lunario: atiendan el aspecto de la sonorización, que a punto estuvo de echar por la borda una buena noche.

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