La Jornada Semanal,  13 de junio  de 2004        484


N O V E L A
DE AUTOESTIMA INSOLENTE

LEO MENDOZA

Michael Korda,
Editar la vida. Mitos y realidades
de la industría del libro,
Debate,México, 2004.
 Hasta hace unas cuantas décadas el mundo de la edición estaba conformado –por lo menos en la idea romántica que podríamos tener al respecto– por profesionales que se empeñaban en vivir a partir de su gusto personal, apostando por autores y títulos que en la mayoría de los casos reflejaban el gusto y las ideas de los propios editores, cuyas historias muchas veces pasaban a formar parte de la leyenda. Pero eso, o bien dejó de ser así, o realmente nunca lo fue.

Aún existen editores que realizan con paciencia y amor este trabajo, pero son los menos: hoy por hoy el libro ha pasado a ser también un fenómeno mediático y el lanzamiento de un nuevo título tiene mucho más que ver con la mercadotecnia, la publicidad y la elección de temas que tengan que ver sobre todo con el mercado. Además, como buena parte de las editoriales están hoy en manos de grandes consorcios, esto determina la orientación de la industria editorial hacia ciertos temas, estilos, formas y aun géneros. Por ejemplo sigue siendo un misterio el porqué se privilegia dentro de las grandes editoriales sobre todo a la novela en menoscabo de géneros como el cuento o la poesía. Sin duda esto es motivo de un estudio mucho más profundo del que se pretende en esta breve nota que sólo consigna el hecho, además de reseñar un libro que cuenta la historia que se vivió en este campo, por lo menos en el mercado editorial estadunidense, y cuyo título es Editar la vida, de Michael Korda, quien durante años fuera uno de los editores estrella de Simon & Schuster.

Publicado en español por Debate, el libro de Korda no sólo relata sus encuentros y desencuentros con autores famosos sino que también es un excelente ejemplo de cómo se forma un editor. Nacido en Inglaterra, combatiente de la rebelión húngara de los años cincuenta del siglo xx, pariente cercano del director Alexander Korda y novelista y escritor de éxito aun en contra de su voluntad, Michael Korda relata el proceso que lo llevó a convertirse en uno de esos editores legendarios tanto por su olfato para obtener los derechos de libros que se convirtieron en verdaderos hitos –como los de Carlos Castaneda– como por la mirada autocrítica y muy divertida que tiene sobre el mundo editorial, los autores, los representantes y las personalidades que de una u otra forma se cruzaron en su camino.

Si bien su primer trabajo fue como asistente de guionista en una serie sobre la rebelión húngara, Korda muy pronto encontró trabajo, merced a su erudición histórica, dentro de una de las divisiones de Simon & Schuster corrigiendo pruebas, discutiendo las ilustraciones de una portada o leyendo manuscritos robándole tiempo a su matrimonio, a sus noches y a sus fines de semana. Actividad que, por cierto, infinidad de editores mexicanos conocen muy bien sin faltar aquellos a los que por supuesto tener un nuevo libro en las manos no les quita el sueño.

Editar la vida no es sólo un libro de memorias, también es un compendio de sabiduría sobre el ejercicio profesional con algunas amargas verdades que pueden encontrarse resumidas en una sola apreciación: ser editor significa en muchos casos poder hacer que un manuscrito de setecientas páginas se convierta en un libro de cuatrocientas con posibilidades de éxito, a sabiendas de que "los mejores editores tachan, cortan, cambian y reescriben insolentemente, y lo hacen con pluma para no dejar espacio a dudas o reconsideraciones. Para ser editor hay que tener una autoestima insolente."

En el libro de Korda podemos ver también cómo casi todas las grandes editoriales, a mediados de los ochenta, pasaron a convertirse en filiales de los grandes consorcios y a ser parte de un mundo donde editar un libro ya no representaba jugarse el pellejo, sino simple y llanamente tratar de conseguir un éxito de ventas que justifique la existencia misma a los ojos de los financieros que hoy dirigen sus destinos. De ahí que para muchos no ha sido una sorpresa que algunos sellos han cotizado en la bolsa.

Pero en el fondo lo que queda es la relación íntima del editor con el escritor y, sobre todo, el olfato del primero para encontrar aquellos textos que pudieran convertirse en grandes éxitos de ventas: para ello eran capaces de estar con Dios y con el diablo a la vez. Y arriesgarse a fracasar rotundamente de cuando en cuando: la relación de Korda con Joan Crawford, por ejemplo, resulta sobremanera ilustrativa de la forma cómo en cierto momento los libros escritos por las estrellas, escandalosos y aun amarillistas, pasaron a convertirse en el objetivo de algunos editoriales para pasar después a las memorias del gángsters y de policías sin que mediara ningún tipo de remordimiento.

Otros momentos igualmente divertidos ocurrieron en el trato con autores como Irving Wallace o Harold Robbins, quien por cierto escribía al día acosado por las deudas y un buen día cambió todos los nombres de los personajes a la mitad de una novela y obligó al joven editor a dejarlo así, tal y como estaba escrito en el original. Habrá sin duda muchos editores que tengan cosas igualmente divertidas que contar en torno a las manías de sus autores más taquilleros. Lo malo es que muy pocos se atreven a hacerlo con la sinceridad de Michael Korda.

Editar la vida. Mitos y realidades de la industria del libro posee la virtud de que su autor –quien también escribió libros sobre el poder, novelas y una biografía de Alexander Korda–, a la distancia, es capaz de mirar con autocrítica e ironía un mundo donde el poder siempre estará del lado de los del dinero y muy lejos de los creadores y donde muchos de los que se dedican al negocio de los libros jamás leen la mayor parte de lo que publican porque, como bien lo explica Korda, no se necesita ser un gran cheff para ser un excelente gourmet. Quizá con el paso del tiempo este libro se convierta en una lectura obligatoria para todos aquellos que desean iniciarse en el mundo de la edición •