La Jornada Semanal,  13 de junio  de 2004        484


N O V E L A

NOVELA QUE SE ENSAYA

GERARDO PIÑA

John Maxwell Coetzee,
Elizabeth Costello,
Debate,
México, 2004.

 Para definir el concepto de novela polifónica Mijail Bajtin utilizaba como ejemplo las obras de Dostoievski. En Crimen y Castigo Raskolnikov tiene la idea de asesinar a la usurera por un bien social, una idea que habrá de matizarse a lo largo de la narración hasta convertirse en otra por completo. Sonia, el jefe de la policía y el resto de los personajes que pueblan la novela sostienen diferentes perspectivas en torno al mismo hecho y sería difícil, dice Bajtin, conocer la opinión que al respecto guardaba Dostoievski con sólo atender a las tesis expuestas en la novela. Los personajes del novelista ruso no fungen como portadores de una misma voz (la del autor) sino como auténticas muestras de opiniones y reflexiones en torno a un mismo asunto que el autor quiere exponer. En Elizabeth Costello del escritor sudafricano J.M. Coetzee (Premio Nobel de literatura 2003) ocurre algo parecido.

Elizabeth Costello es el personaje central de esta novela, una escritora reconocida, premiada y que se encuentra en los últimos años de su vida. Ella será la principal portadora de los distintos ensayos que el propio Coetzee escribió (y publicó anteriormente por separado), y que conforman las distintas tesis de cada capítulo de la novela. Contrariamente a lo dicho líneas arriba, es muy difícil no suponer que las tesis expuestas por Elizabeth Costello o Emmanuel Egudu no correspondan al propio pensar de Coetzee sobre el realismo en la literatura, la crueldad hacia los animales, la novela en África, etcétera. Sin embargo, esta novela no es en ningún momento un mero pretexto para aleccionarnos. La gran habilidad de Coetzee como narrador le permite reflexionar en torno a sus propios ensayos a través de un personaje inestable (Elizabeth Costello) y de otros que replican y expanden los conceptos enunciados por los alter ego del autor hasta hacer de la obra una muestra polifónica de narración. El autor es capaz de crear voces contrarias a la suya. Como ejemplo está la lección número dos. Costello y Egudu dan cada uno una breve conferencia en torno a la novela. Según Costello:

La novela, la novela tradicional, es un intento por comprender el destino del hombre paso a paso, por comprender cómo ocurre que cierto personaje que inicialmente está en un punto A y tras haber tenido las experiencias B, C y D, termina en un punto Z. Al igual que la Historia, la novela es entonces un ejercicio para hacer coherente el pasado. Como la Historia, explora las contribuciones respectivas de carácter y circunstancia que forman el presente. Al hacerlo, la novela sugiere cómo podemos explorar la facultad del presente de crear el futuro. Por eso tenemos esta cosa, esta institución, este medio llamado la novela.
En cambio, la definición de Egudu resulta muy distinta:
Cuando la palabra novela entró en las lenguas de Europa tenía un significado muy vago: era la forma de escritura que carecía de forma, que no tenía reglas, que inventaba sus propias reglas conforme el paso del tiempo. Nosotros, los novelistas africanos podemos encarnar esas cualidades como nadie más puede porque no hemos perdido el contacto con el cuerpo. La novela africana, la verdadera novela africana es una novela oral. En la página está inerte, sólo vive a medias. Despierta cuando la voz desde dentro del cuerpo inserta el aliento de la vida en las palabras, las pronuncia en voz alta.
La novela africana es entonces, me atrevería a decir, esencialmente y desde antes de que la primera palabra esté escrita, una crítica a la novela occidental.

Ambas definiciones llegan a lugares muy distintos y ambas son creaciones de Coetzee, quien ha optado por una serie de modelos novelísticos europeos desde sus inicios como escritor (Los endemoniados, de Dostoievski, fue la base de su novela El maestro de Petersburgo al igual que Robinson Crusoe lo fue para su obra Foe). Sin embargo, Elizabeth Costello es fundamentalmente literatura oral (en analogía con el concepto africano de novela de Egudu) pero con temas que registran e indagan una historia y una ética occidentales. Dentro de esta variedad temática ocupa un lugar importante el asunto sobre el maltrato a los animales. En una de sus conferencias Elizabeth Costello compara los campos de concentración nazis con las granjas e industrias donde se crían y procesan animales para el consumo humano, lo que escandaliza a más de un espectador. A ratos sus argumentos son muy convincentes, pero también lo son las ideas de los replicantes (profesores, alumnos e incluso el hijo y la nuera de Costello), dejando al lector con más preguntas que respuestas. Al término de la conferencia la discusión ha llegado al asunto sobre si los animales tienen conciencia o no.

–De acuerdo –responde Costello–, los animales no tienen una conciencia que podamos reconocer como tal. No hay en ellos una conciencia que podamos distinguir de un ser con historia. Lo que me preocupa es lo que suele seguir a esto. Los animales no tienen conciencia luego entonces… ¿Entonces qué? ¿Entonces somos libres de utilizarlos para nuestros propios fines?, ¿por qué?, ¿qué hay de especial en el tipo de conciencia que reconocemos que cuando alguien mata a quien la porta comete un crimen mientras que matar a un animal permanece sin castigo?

–Ni qué decir de los bebés –interviene Wunderlich. Todos se voltean a mirarlo–. Los bebés no tienen conciencia de sí mismos y sin embargo consideramos que matar a un bebé es un crimen mucho más horrendo que matar a un adulto.

–¿Y entonces? –dice Arendt.

–Entonces toda esta discusión acerca de la conciencia y sobre si los animales la tienen es en realidad una cortina de humo. En el fondo protegemos a nuestra propia especie. Pulgares arriba para los bebés, pulgares abajo para las terneras. ¿No le parece señora Costello?

–Ya no sé lo que pienso –dice Elizabeth Costello–. Con frecuencia me pregunto lo que es pensar, lo que es comprender. ¿Realmente comprendemos el universo mejor que los animales? Comprender algo me parece a menudo como jugar con uno de esos cubos de Rubik. Una vez que ya formaste todos los pequeños cuadritos de acuerdo con los colores que les corresponden, hey, presto, comprendes algo. Tiene sentido si vives dentro del cubo pero si no…

A manera de prisma, cada capítulo de esta novela presenta una diversidad de ópticas sin descuidar una trama interesante, sólida. En el último capítulo (con claras alusiones kafkianas) vemos a Costello, posiblemente muerta, varada en un lugar que parece una provincia italiana pero al mismo tiempo un purgatorio burocrático donde debe declarar en lo que cree para poder llegar al otro lado. Su declaración es rechazada una vez. Conforme pasa el tiempo descubre que el resto de las personas también esperan una sentencia. Tras haber seguido de cerca al personaje a lo largo de la obra, resulta sorprendente aquello en lo que realmente cree Elizabeth Costello y que para muchos es lo único que no le permitirá entrar al lugar que sigue. No se trata de Dios ni del hombre •