La Jornada Semanal,  13 de junio  de 2004        484


 E N S A Y O
DE TIEMPO,
LUGAR Y CIRCUNSTANCIA

LUIS ENRIQUE MOGUEL AQUINO

Xavier Guzmán Urbiola,
La Gavia. Una hacienda
en el centro de la historia,
Promotora la Gavia,
México, 2003.
 En su más reciente libro Xavier Guzmán hace un ejercicio que favorece la actualización y puesta en forma de las interpretaciones tradicionales y consagradas de la historia nacional. Su acercamiento ya prolongado y siempre atento a las fuentes que han ocupado una gran parte de sus empeños intelectuales en los últimos años, esto es, los archivos de la hacienda La Gavia y otros que son pertinentes, lo han puesto en el camino de someter a un estudio de caso enunciados generales aceptados para interpretar los "grandes acontecimientos" de la historia. La lectura del texto permite calibrar en qué medida pueden ser válidos esos enunciados en tiempos, lugares y circunstancias específicos al contemplar el devenir de una hacienda ventilada por los fríos vientos del Valle de Toluca, desde su fundación en el siglo xvi hasta el presente.

Es evidente el esfuerzo de Guzmán por tratar con insolencia las formas tradicionales de historiar y de construir una narración. Su formación como historiador lo ata al rigorismo de su disciplina, al tiempo que su propia inquietud lo aparta de ciertos vicios inmovilistas de la misma. De los mismos flujos teóricos de la historiografía reciente toma postulados aún no explotados suficientemente en México, aunque en otros países ya sean moneda conocida, como aquél de la microhistoria que invita a explicar las formas específicas que adoptaron los procesos mayores en universos reducidos. También hace una profesión de fe poco usual al mostrar con sinceridad los materiales de su construcción explicativa: a lo largo del centenar y medio de páginas que conforman la obra, el autor nos acompaña con la advertencia –que tanto vértigo provoca a los historiadores– de que el discurso acerca del pasado es conjetural y se construye con base en indicios.

Sin embargo, el elemento más novedoso, y por lo tanto más arriesgado, de la propuesta de Guzmán, es el diseño de la estructura narrativa por la forma en que distribuye los pesos en su libro. Divide a éste en tres grandes partes: en la primera describe de manera lineal la biografía de la hacienda La Gavia; allí el discurso es sólido y claro y proporciona un recorrido panorámico que deja bien apuntados los nudos difíciles de la vida de la hacienda.

La última parte retoma esos nudos, por lo que puede percibirse un poco reiterativa. No obstante, el autor logra elaborar una serie de viñetas ágiles que se podrían leer separadamente a pesar de cierta unidad temática –aunque no cronológica– que las atraviesa, son de escritura agradable y de gran ingenio pues es en este punto donde el historiador logra que la anécdota descubra los hilos que la conectan con hechos mayores en esferas regionales, nacionales y, por supuesto, mundiales. Algunas están mejor logradas que otras, pero todas sugieren problemáticas que pueden ampliarse en trabajos posteriores. Allí se crea un campo favorable para la reflexión acerca del tema analizado pero también acerca de la disciplina histórica.

La sección intermedia, en cambio, parece un tanto forzada a pesar de sus buenas intenciones, dificulta el tránsito entre los capítulos que la rodean y se muestra como un listado de notas a desarrollar. En ella Guzmán intenta una incursisón en los terrenos de la actividad económica de la hacienda a lo largo de cuatro siglos. El problema planteado es verdaderamente seductor y por ello mismo exige un espacio diferente al de una obra de divulgación como lo es La Gavia… Quizá involuntariamente, el autor se ha hecho una invitación a sí mismo a enfrentar un trabajo decididamente académico que dé cuenta de una historia mucho más compleja de la que de por sí se adivina en las partes primera y segunda de este libro, una labor que atienda por igual a los cambios y a las permanencias, que se detenga en los procesos de larga duración, que obligue a tender más puentes entre lo económico, lo político, lo social, y que cuestione la imagen que ofrece el primer capítulo.

El acompañamiento visual agrega solidez al trabajo, pues no sólo evidencia el empeño por hacer atractiva la obra a un público amplio, sino que de suyo se ofrece ingenioso y lúdico pues hace brincar al lector a través de los tiempos en dos compases distintos: uno que lo transporta de manera ordenada y dosificada del pasado al presente a través de imágenes "históricas", y otro, construido por medio de fotografías actuales, donde el presente es el único tiempo posible y el punto de referencia absoluto.

De este modo, al cerrar el libro, el lector termina conociendo los distintos aspectos pretéritos que Guzmán creyó pertinente destacar, ya con textos o con imágenes, pero también tiene un acercamiento al estado actual de la hacienda. La sensación es similar a la que produce cerrar un álbum fotográfico personal teniendo enfrente a su protagonista. Entonces se sabe al fotografiado más vivo, como parte de un proceso hasta hoy inconcluso.

Uno termina preguntándose si el título es el adecuado o si el autor dejó abierta la posibilidad de jugar con él. Si es así hay que advertir que, según lo que se lee y se ve, es la historia la que está en el centro de la hacienda •