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México D.F. Sábado 12 de junio de 2004

Enrique Calderón A.

Preparativos para el Plan de Acatitla

Es 1918. El general Obregón, jefe militar que ha ganado la simpatía de amplios sectores de la población, luego de sus victorias contra los villistas en Celaya y Salamanca ha decidido lanzar su candidatura a la Presidencia en las elecciones del próximo año, motivo por el cual renuncia como secretario de Guerra ante el presidente Venustiano Carranza.

Carranza se enoja con Obregón, pues él es el Presidente y además tiene su propio candidato, el ingeniero Bonillas, profesionista honrado y patriota, que no es muy conocido y que de llegar a Presidente necesitará de la asesoría y la guía tutelar del indiscutible jefe máximo de la Revolución.

Pronto Carranza se percata de dos cosas: Obregón no está dispuesto a hacerse a un lado, la otra es que con su imagen y simpatía, nadie puede ganarle en las elecciones.

Carranza comete entonces un grave error, que le terminará costando no sólo la pérdida del poder, sino la vida misma. Ordena que se busque y encuentre un causal para detener y apresar a Obregón. Las órdenes del Presidente son cumplidas, existen fallas administrativas e inclusive un posible desfalco en la secretaría en la que Obregón era responsable. El general es detenido y encerrado en la prisión de Tlaltelolco, de donde huye con el apoyo de los guardias, para aparecer unos días más tarde en Sonora, su tierra natal.

Carranza ordena nuevamente su arresto ahora en forma más severa, pero las autoridades de Sonora le desobedecen. Obregón se reúne con sus amigos, quienes desde la población de Agua Prieta, en la frontera con Estados Unidos, establecen un plan que desconoce al gobierno de Carranza, y convoca al pueblo a adherirse al movimiento para derrotar al gobierno y convocar a nuevas elecciones.

En pocas semanas el gobierno se le deshace a Carranza en las manos. Las tropas federales se cambian de bando y el Presidente se ve obligado a huir a Veracruz, cayendo asesinado en el camino. El episodio tuvo el peor desenlace y paralizó al país durante varias semanas. El presidente Carranza no pudo ver que algo similar había ocurrido 10 años antes, con un saldo igualmente trágico y resultados no muy diferentes.

En 1910 habría elecciones para renovar a las autoridades federales. Porfirio Díaz volvía a ser candidato, luego de varias relecciones, pero en ese año las cosas se veían diferentes. El candidato de oposición, un tal Francisco Indalecio Madero, oriundo de Coahuila, había recorrido el país, con un mensaje que había causado buena impresión y simpatía. Se le reconocía como hombre honesto, valiente y con ideas claras para formar un nuevo gobierno.

Porfirio Díaz supo que en una elección democrática y transparente no podría derrotar a Madero, por lo que decidió meterlo preso y deshabilitarlo como candidato bajo cargos de asociación delictuosa y de atentar contra el orden establecido.

Detenido y hecho preso en San Luis Potosí, Madero quedaba imposibilitado para contender en las elecciones declarándose Díaz nuevamente vencedor para un nuevo periodo presidencial. Desde la prisión de San Luis Potosí, Madero elabora el llamado Plan de San Luis, que insta al Presidente a dimitir antes del 20 de noviembre y convoca al pueblo a levantarse en armas en el caso de que Díaz se mantenga en el puesto. El resultado: cientos de miles de muertos y, por supuesto, la pronta caída del gobierno de Díaz, y el triunfo político de Madero.

Hoy es difícil un desenlace de este tipo, pero de continuar el gobierno de Vicente Fox y su inteligente procurador sobre la línea de la inhabilitación legal, según posibles faltas administrativas, las bases para la formulación de un plan, probablemente escrito en Santa Martha Acatitla, o algún otro reclusorio de la ciudad de México, habrán sido establecidas. Si Fox y sus colaboradores cercanos están realmente decididos a impedir a la buena o a la mala la candidatura y el eventual triunfo de López Obrador, más les valdría buscar otras estrategias y dejar a un lado a la PGR, que en materia de descrédito no aguanta más.

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