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México D.F. Sábado 12 de junio de 2004

Gonzalo Martínez Corbalá

Presencia de Tocqueville en México

Pierre Rosanvallon, director del Centro Raymond Aron, expresa en excelente entrevista que le hace José Luis Barbería en El País, domingo 6 de junio: "se ha extinguido la cultura revolucionaria, y la extrema izquierda se caracteriza más por su afán regulador que por otra cosa", entre otros muchos conceptos, que dan lugar a hacer un análisis siquiera medianamente profundo, ya que toca asuntos de gran actualidad expresados con gran lucidez y capacidad de síntesis. Afirma también que "por eso se da la esquizofrenia en una sociedad que piensa como Tocqueville, pero continúa hablando como Robespierre".

Alexis de Tocqueville escribió muchas obras de gran trascendencia y actualidad, como La democracia en América (1835), proveniente de la Iluminación del siglo xviii y heredero intelectual de los valores legitimistas, que lo sitúan entre dos mundos, el aristocrático de sus orígenes familiares y el mundo en vías de construirse sobre las bases democráticas que su razón le inclina a adoptar. Tocqueville opta convencido por la libertad y se inscribe resueltamente en el movimiento del liberalismo político a la francesa. Por ejemplo, en 1789 acepta defender los resultados obtenidos por la Revolución Francesa, aunque ésta represente el fin del mundo al que él pertenece. "Lo que está hecho, está hecho. Hace falta dar por terminado el pasado; son tiempos en que el libro sangriento la Revolución se ha cerrado para siempre. Si la libertad es un bien inestimable, la estabilidad es otro aspecto importante en los tiempos que vivimos."

La tesis principal de El viejo régimen y la revolución (1856) fue demostrar su origen: las transformaciones logradas en 1789 pudieron ser adquiridas sin convulsión revolucionaria. Para Tocqueville, la obtención legítima de los logros fundamentales de la Revolución pueden ser visualizados por un método distinto; la libertad debe ser conquistada más lentamente, pero sin violencia. En La democracia en América, la clase media gana los favores del autor, esencialmente porque esa clase social es un elemento estabilizador y no está movilizada por una revolución por la que no tiene ningún interés.

Estos conceptos, recordados ahora por Rosanvallon, tienen gran actualidad. Respecto del progreso de la igualdad en lo que Tocqueville denomina América -que no es otra cosa que Estados Unidos- lo visualiza como triple proceso dinámico: una igualdad de oportunidades que hace posible la movilidad social y una igualdad de consideraciones que conduce a los individuos democráticos a considerarse iguales. Al Estado social democrático (la socialdemocracia no existía entonces) lo considera antítesis de la aristocracia y queda definido por esta igualdad de condiciones que se autoalimentan, puesto que, como la igualdad nunca es enteramente realizada, los ciudadanos se encargan de eliminar su frustración, lo que les hace moverse en dirección de mayor igualdad... Tocqueville se pregunta así si este amor por la igualdad no va a destruir la libertad. Los pueblos democráticos "tienen por la igualdad una pasión ardiente, insaciable, eterna, invencible; ellos quieren la igualdad en la libertad; si no la pueden obtener de esta manera, la quieren en la esclavitud" (ifrance.com, Eric Keslassy).

Difícil, pues, la problemática entre la igualdad, por la que los pueblos tienen verdadera necesidad de hacerla realidad, y la libertad, para lograr un equilibrio sustentable entre las dos categorías democráticas tan importantes. También está presente el tema de la legalidad, que, en última instancia, viene a limitar la igualdad, como un conjunto de formas de solidaridad subjetiva dentro de una sociedad que voluntariamente se da a sí misma; régimen de derecho nacional que cada vez está más condicionado y más presionado por los regímenes de derecho internacional; impuestos por acuerdos y tratados que ineludiblemente deben respetarse, pero que no dejan de ser un acotamiento para las libertades de las sociedades nacionales.

Rosanvallon se refiere al caso de Francia exclusivamente, pero tiene mucho de aprovechable para México. Por ejemplo, cuando denuncia que en Inglaterra, Alemania, Italia y aun España "no hay cuerpos intermedios entre el Estado" y el ciudadano, nosotros nos vemos obligados a preguntar: Ƒdónde quedan los partidos políticos, definidos según Norberto Bobbio como estructuras políticas de intermediación entre el Estado y la sociedad?

Quizás tengamos que remitirnos, en el análisis de los partidos políticos, de su presente y de su futuro en México mismo, a la afirmación de Rosanvallon, puesto que es innegable la crisis por la que atraviesan éstos, y el papel cada vez más cuestionado que desempeñan frente a la sociedad mexicana, y también frente al Estado, que parece no comprender, ni mucho menos aceptar, el papel que les corresponde como fuerzas políticas, que significan en mayor o en menor grado una fuerza de representación real, para hacer la composición correspondiente en el sistema, y actuar conforme a la resultante, sin parcialidades ni omisión alguna.

Repensando a Tocqueville, quizás ha llegado el momento de, como están haciendo los franceses, con toda honestidad, admitir que los modelos políticos anteriores que desempeñaron un papel histórico fundamental en su tiempo, están agotados y no pueden ofrecer ya respuestas nuevas para la sociedad mexicana ni seguir hablando en nombre de los creadores del régimen de la Revolución, que logró paz y progreso para nuestro país en siete décadas. En otras palabras, ha llegado la hora de la honestidad y de la franqueza para escuchar al pueblo mexicano una vez más, al tiempo que abrimos los nuevos caminos que conduzcan verdaderamente, sin demagogia ni eufemismos, al progreso y el desarrollo.

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