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México D.F. Viernes 11 de junio de 2004

Horacio Labastida

López Obrador, perseguido y victorioso

Con aguda inteligencia José María Luis Mora, principal ideólogo de la administración de Valentín Gómez Farías (1833-34), destacó en su célebre Manifiesto en torno a la política ilustrada de entonces la contradicción de nuestra historia registrada en sus distintas etapas, por la lucha de los hombres del retroceso contra los hombres del progreso, o sea, en lo profundo por la resistencia de las estructuras económicas tradicionales a nuevas estructuras que garanticen el bien común. En este marco han ocurrido las persecuciones de los progresistas por las clases retardatarias que utilizan inclusive instrumentos del Estado cuando se adueñan del poder público.

El primer perseguido victorioso fue Valentín Gómez Farías, a quien Antonio López de Santa Anna defenestró en 1834 y 1846. Mora aclaró en su citado Manifiesto las causas por las que Santa Anna purgó a Gómez Farías: éste decretó el fin de los privilegios del clero y la milicia, echó las bases de una educación popular, excluyó el dogmatismo, procuró el conocimiento científico y trató de eliminar obstáculos a la circulación de la riqueza, abriendo así las puertas a la naciente burguesía mexicana y cerrándolas al feudalismo heredado de la Nueva España.

Expulsado el general jalapeño por sus entendimientos traidores en la guerra de Texas con Samuel Houston y Andrew Jackson (1829-37), en los inicios del conflicto contra Estados Unidos regresó desde Cuba a la patria. La escuadra americana se desplazó para permitir su desembarco y facilitar el ascenso a Palacio Nacional con Gómez Farías en la vicepresidencia como símbolo del federalismo restablecido en 1846, luego de la caída de Mariano Paredes Arrillaga, Nicolás Bravo y José Mariano Salas, presidentes por unos cuantos meses. Pronto se repetiría la escenificación de la traición. Santa Anna tomó el mando de las fuerzas mexicanas contra la invasión de Taylor en el norte, ordenada por James Polk (1845-49), quedando Gómez Farías en la presidencia. Al buscar la recaudación de recursos para el financiamiento de los ejércitos, las jerarquías eclesiásticas los negaron y promovieron la persecución del jalisciense. La revuelta se llamó de los polkos, por el apellido del presidente estadunidense. Santa Anna abandonó el triunfo sobre Taylor en La Angostura, regresó a México, expulsó a Gómez Farías, se reconcilió con las clases del retroceso, montó la defensa de Cerro Gordo en Veracruz, de tal manera que las tropas nuestras fueron derrotadas por las de Scott, logrando así Santa Anna servir al imperialismo expansionista estadunidense. El perseguido Gómez Farías fue entusiastamente aplaudido cuando en solemnísimo acto del Constituyente de 1857 juró ante el pueblo la célebre carta reformadora. En cambio, el perseguidor Santa Anna moriría (1876) en la ciudad de México solo y abandonado, como es propio de los felones.

Otro perseguido y victorioso fue Benito Juárez al asumir la defensa de la ya citada Constitución de 1857, que los conservadores trataron de destruir. Juárez se trasladó de un lado a otro de la República y logró hacer añicos a Miramón en Calpulalpan (diciembre de 1860), al concluir la Guerra de Tres Años. Perseguido y victorioso Juárez triunfó sobre los invasores franceses y el imperio de Maximiliano, restaurando la república. Sus perseguidores fueron fusilados como traidores a la patria.

Francisco I. Madero es el tercer perseguido y victorioso que recordamos ahora. Triunfó democráticamente en 1911 después de vencer a Porfirio Díaz, autor de la política de entrega del país al supercapitalismo multinacional de la época y de concentrar la tierra en una elite feudal opresora y explotadora de las masas campesinas. Sin embargo, la capitulación de Díaz no detuvo a los restauracionistas que al lado de Victoriano Huerta llevaron adelante el asesinato de Madero y Pino Suárez (1913) y el régimen criminal que concluyó en 1914. Madero perseguido descansa ahora en el seno de la patria, que lo glorifica cada 20 de noviembre. Porfirió Díaz sigue perdido en un cementerio parisino.

La batalla entre el progreso y el retroceso se ha reanudado en nuestros días. Andrés Manuel López Obrador es el personaje que ha puesto en marcha en el Distrito Federal los principios que el pueblo hizo sancionar en la Constitución de 1917, incompatibles con cualquier política de subordinación a los intereses del capitalismo trasnacional. México quiere ser una gran nación y participar en el florecimiento de la humanidad sin renunciar al ejercicio libre de su soberanía, conforme a la doctrina juarista de 1867; y ésta es la esperanza que ha modelado López Obrador en la conciencia del país. Por esta razón es hoy un perseguido victorioso, igual que lo fueron Gómez Farías, Juárez y Madero. Los hombres del retroceso no triunfarán.

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