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GLOBALIZACION CON SABOR EUROPEO 7 de junio de 2004


Avi, Temkin,
Jerusalén

En otras circunstancias, la cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea (ALCUE), del 28 y 29 de mayo pasado, podría haber sido otra ceremonia donde se reconstituyen los discursos del régimen político y económico mundial. Para los manifestantes que salieron a las calles de Guadalajara, quizás ese fue el único mensaje posible. Sin embargo, éstos no son momentos rutinarios en la política y la economía mundiales. La crisis por la guerra contra Irak y el fracaso del neoconservadurismo han hecho necesaria la búsqueda de una alternativa a la hegemonía mundial de Estados Unidos.

La cumbre de Guadalajara fue parte de esa búsqueda colectiva, lo que se expresa, desde el punto de vista europeo, en un intento por redefinir la globalización. De hecho, esta redefinición es quizás la prioridad política y económica para la UE, sobre todo en lo que pudiera ser, en un futuro próximo, la era post-George W. Bush. Por tanto, para la UE, el diálogo con América Latina, y las declaraciones sobre la implementación de los resultados de dos cumbres previas, son parte de un proceso que acentúa la necesidad de llevar adelante un
proyecto globalista con sabor europeo.

Tres son las dimensiones de lo que se puede llamar euroglobalismo. Las tres formaron parte de las posiciones que la UE ha adelantado en Guadalajara. La primera, la dimensión política, promueve un retorno al multilateralismo de los países industrializados, como base de la dirección de los asuntos mundiales. La segunda, la dimensión económica, se basa en la integración regional, la regulación de la economía global por conducto de instituciones internacionales y la creación de una Europa que pueda competir con Estados Unidos en los mercados internacionales. La tercera, la dimensión social, se basa en la creación de organismos que promuevan una redistribución del ingreso a escala global, como paliativo de los efectos sociales adversos de una globalización de "libre mercado".

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En la declaración de Guadalajara estas tres dimensiones están presentes casi en cada párrafo. La gobernabilidad del mundo, de acuerdo con la visión europea, estaría basada en la institucionalización del multilateralismo mediante el fortalecimiento de organismos internacionales, en los que Estados Unidos tendría que tomar en cuenta los intereses de la UE. De la misma manera, la regulación de la economía mundial estaría basada en acuerdos de cooperación y en el consenso dentro del grupo de los países industrializados. Esto daría a Europa un papel de copiloto, junto a Estados Unidos.

El multilateralismo y la regulación conjunta estarían presentes en todos los ámbitos de la vida internacional: protección del ambiente, de los derechos humanos, la guerra contra las drogas o contra la corrupción. Pero este internacionalismo europeo tiene límites. No se trata de establecer un régimen de gobernabilidad de la política y la economía mundiales que tome en cuenta los intereses de países grandes y pequeños, pobres y ricos. La propuesta es, de hecho, crear un mundo en el que la hegemonía unipolar no sería posible, pero el club de las naciones ricas sería el responsable de la gobernabilidad global.

Frente a América Latina, la UE ha presentado un modelo de cohesión social e integración económica basado, en buena parte, en la experiencia propia, la ampliación hacia los países de Europa central y oriental. El día de la apertura de la cumbre ALCUE la Comisión Europea públicó en Bruselas un documento que pretende establecer una visión diferente sobre la globalización, basada en el reconocimiento de los costos sociales que ocasiona en su actual versión.

Pero en esta posición, no pueden ignorarse los intereses de la unión, sobre todo frente al reto de la dinámica de la economía de estadunidense. Unos y otros son actualmente incapaces de aceptar un régimen de comercio exterior basado en igualdad de oportunidades y apertura de mercados para todos los países. Las presiones políticas y económicas domésticas han evitado la extensión de los tratados en el marco de Organizacion Mundial del Comercio. La agricultura europea no puede permitir importaciones libres, y la industria del continente todavía quiere contar con una cierta medida de protección. El resultado es una especie de guerra fría en el comercio internacional, donde cada una de las potencias trata de reducir las ventajas de sus oponentes.

Por eso la UE ha convertido la integración regional en una de las bases de su definicion del globalismo. De hecho, la decisión tomada en Guadalajara, de avanzar hacia un pacto de libre comercio con el Mercosur, a firmarse en octubre, es parte de la visión europea de crear una cadena de acuerdos birregionales, basada en mutuas concesiones. Por medio del tratamiento regional de América Latina se podría reducir la hegemonía de Estados Unidos y, al mismo tiempo, negociar las mejores condiciones posibles para las inversiones y el comercio europeo con un grupo de países, y no en mercados individuales.

El mensaje europeo, antes, durante y después de la cumbre ALCUE es, entonces, que el resto del mundo, incluida América Latina, puede cooperar en el establecimiento de la euroglobalización. La posición de la UE es que esto podría ofrecer a esta región claras ventajas frente a la actual situación.

El nuevo régimen no estaría basado en la total dictadura de "las fuerzas del mercado libre" y la amenaza del uso de fuerza unilteral contra el que sea percibido como amenaza a la estabilidad. Esto sería remplazado por la regulación social de carácter internacional, la redistribución del ingreso a escala global y la limitada participación en la gobernabilidad del mundo por aquellos países que hoy sólo pueden aspirar al papel de espectadores. Sería este un régimen más benevolente, pero con claros límites. Problemas como la migración de países pobres a los ricos, la dirección de inversiones o libre comercio en productos agrícolas, para dar sólo unos ejemplos, seguirían siendo tratados con base en los intereses de las naciones ricas §


Foto: Carlos Ramos Mamahua


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