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México D.F. Jueves 27 de mayo de 2004

Presentaron libro de la historiadora Benedetta Craveri, publicado por el FCE

La cultura de la conversación en la Francia monárquica guió a la sociedad civil

En una época en la que casi no había periódicos, sirvió para difundir información

Destaca el papel prominente de las mujeres, quienes marcaban las tendencias del arte

FABIOLA PALAPA QUIJAS

La conversación era uno de los divertimentos de la nobleza del siglo XVII, pues constituía el momento de exposición hacia los otros.

En Francia, esa actividad -considera la historiadora italiana Benedetta Craveri- no sólo era signo de distinción de una elite, sino una forma de esparcimiento, de cultura, de circulación de la información durante una época en la que casi no había periódicos porque la escritura estaba controlada.

Nieta del filósofo Benedetto Croce e investigadora de la literatura francesa, Craveri escribió el libro La cultura de la conversación, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), en el que propone un recorrido por los principales salones literarios para mostrar el nacimiento y desarrollo de la sociedad civil en Francia.

''Al comenzar el siglo XVII, la antigua nobleza francesa atravesaba por una crisis de identidad, frente a la monarquía absoluta que limitaba su poder y lo reducía a una función decorativa, pero ésta construyó su propio espacio dentro de la sociedad: los salones aristocráticos''.

Allí circulaban las ideas y se convirtieron en un circuito que era utilizado por los intelectuales para difundir su filosofía; como Francia no era una monarquía institucional, los salones constituyeron un lugar oficial de debate como lo era el parlamento en Inglaterra, indica.

Debilidad y poder

Benedetta Craveri, en entrevista, define la conversación como el momento en que la persona expone la expresión del rostro, los gestos, el idioma que uno usa, el tono de la voz, el acento y al mismo tiempo el espíritu, la inteligencia, la alegría, la capacidad de seducir al otro, la amabilidad.

La obra de Craveri es un estudio de la cultura francesa de los siglos XVII y XVIII desde una perspectiva singular. Dentro de esta historia, las mujeres ocupaban un papel prominente ''al decidir cuáles serían los divertimentos de las elites y marcaban las tendencias artísticas. Son quienes consumían la literatura, el teatro, las artes, así que los grandes escritores vol-tean hacia ellas''.

Desde la Edad Media, la mujer siempre ha sido objeto de homenaje, pero el estatuto jurídico no hizo la diferencia en Francia, explica Craveri. ''Las francesas aprovechan la suerte de esa época y se ven en un balance precario entre costumbres que les son favorables e ideas que les son contrarias; se convierten en las intérpretes, las más complejas del buen gusto, de la cortesía, de las reglas que rigen la sociedad aristocrática. Están en una situación de debilidad y de poder real al mismo tiempo.

''Como se decía en la época, son ellas quienes hacen a los caballeros y deciden el estilo de vida de la nobleza''. En la cultura de la nobleza, para distinguirse de la burguesa, siempre se otorgó a la mujer un lugar importante. Ella siempre ha sido una fuente de inspiración, de valor, de coraje, señala Craveri.

Saber escuchar, primera cualidad

Las mujeres se erigieron en la autoridad que decidía quién tenía derecho a formar parte del Grand Monde. Las protagonistas del libro son Madame de Rambouillet, la Duquesa de Longueville, la Marquesa de Sablé, madmoiselle de Montpensier, la Marquesa de Sevigné, Madame de Lambert y Madame de Tencin, entre otras.

La conversación adquirió una posición clave. Así, justo en la dialéctica entre la literatura y la vida, entre la reflexión teórica de los eruditos y las opciones de gusto y de estilo de las elites nobiliarias, empezó la estética mundana.

El arte de la conversación -explica la historiadora- de los siglos XVII y XVIII presenta ciertos matices esenciales.

Todos los grandes tratados de la época señalan que la primera cualidad del buen conversador es saber escuchar; hay una dialéctica entre los interlocutores para conversar bien; tener la intuición del otro, entender su sicología y darle la posibilidad de expresar lo mejor de sí mismo en la conversación.

''Nacida como puro entretenimiento, como un juego destinado a la distracción y al placer recíproco, la conversación obedecía a leyes severas que garantizaban la armonía en un plano de perfecta igualdad. Eran leyes de claridad, de mesura, de elegancia, de respeto por el amor propio y el ajeno.''

La cultura de la conversación, libro de la historiadora Benedetta Craveri (traducido por César Palma), se presentó ayer en la Casa de Francia.

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