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México D.F. Miércoles 26 de mayo de 2004

Carlos Martínez García

Chamula: Ƒdeclinación de la intolerancia religiosa?

La simbiosis conformada por ciertas formas de religiosidades tradicionales, aderezada con algunos elementos del catolicismo -previamente tamizados por los indígenas- y las conveniencias políticas de los caciques chamulas que encontraron en el PRI salvaguarda para sus intolerancias, con el pretexto de preservar ancestrales identidades culturales, conformó, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, un entramado político, social y religioso excluyente de otras opciones partidistas y religiosas cuyo resultante fue cerca de 35 mil expulsados por atreverse a retar el autoritarismo vigente en ese pueblo de los Altos de Chiapas.

Los primeros grupos de creyentes evangélicos asentados en Chamula datan de principios de los años 60. Después de casi medio siglo de esa presencia, que desde su inicio fue combatida por las autoridades del lugar, hoy en la mayoría de las cerca de 120 comunidades que conforman el municipio existen núcleos del amplio abanico que es el cristianismo evangélico y de otros credos como los testigos de Jehová. Incluso en la cabecera municipal, de manera silenciosa, aunque eficaz para sus propósitos, hay protestantes que ven no muy lejano el día en que podrán reunirse abiertamente sin temor a represalias. Mientras tanto en las otras poblaciones de Chamula las comunidades, después de conflictos y negociaciones, viven la pluralidad religiosa y se acostumbran a ella. Hallaron la vía para dar salida pacífica a la conflictividad y en el camino aceptaron múltiples formas de ser tzotziles, fortaleciendo así su cultura en lugar de debilitarla con la cerrazón a ultranza.

Mientras el clima general en el territorio chamula es de creciente pluralidad religiosa, en algunas comunidades la intolerancia vuelve a emerger y tiene apoyo de las autoridades municipales, que mezclan en sus funciones lo político y lo religioso. Son guardianes de una sola militancia partidista, la del PRI, y de una sola fe, su peculiar catolicismo tradicional. Esto se puede ver claramente en el caso de Kotolté, donde 18 familias son católicas y el resto de las casi 200 se identifican como costumbristas. En el poblado los católicos inauguraron una ermita el pasado 19 de abril. Esto disgustó de tal manera que la semana pasada llegaron a Kotolté el secretario del ayuntamiento, Manuel Díaz Sántiz, y el síndico municipal, Juan Pérez Heredia, para notificar que por órdenes de las autoridades de San Juan Chamula tenía que ser destruida la construcción.

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas informó que los funcionarios originalmente dieron un plazo de tres días para que fuera derribada la edificación. De acuerdo con el centro la advertencia fue contundente: "si no se destruye su propio trabajo, a los tres días llegará gente y no sólo la ermita se va a destruir, sino también las casas de los creyentes". A los tres días nada pasó, pero el pequeño grupo católico teme que la amenaza se cumpla porque conoce de cerca la intransigencia de quienes dieron el ultimátum. Es muy importante que la pretensión autoritaria sólo quede en intentona y para ello es necesaria la coincidencia de varias voluntades.

En el terreno de la intolerancia religiosa y las agresiones y expulsiones por esta causa, el actual gobierno de Chiapas dejó muy claro desde el principio que impulsaría una política para combatir ese flagelo. Un seguimiento detenido del fenómeno demuestra que el número de casos sobre el tema que tratamos ha disminuido, y que cuando se han presentado agresiones contra las minorías religiosas las autoridades estatales dejan en claro a los atacantes que deben ceñirse a las leyes y asumir las consecuencias penales de sus acciones. Para que la intolerancia que toma represalias siga en tendencia decreciente, la política inicial del gobierno chiapaneco tiene que seguir por el camino marcado y de esta forma aislar los brotes intolerantes para que no contaminen los avances logrados en otras comunidades. En la lid contra la intolerancia no hay victorias irreversibles. Impulsar una pedagogía de respeto a los otros y hacer vigente el derecho a la legalidad son batallas permanentes.

Para los evangélicos que han padecido tantos ataques en Chamula es de interés el desenlace del caso Kotolté. No cabe otra opción que solidarizarse y apoyar la causa de la minoría católica, porque la libertad de cultos tiene que ser para todos. El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, en cuya diócesis se encuentra Kotolté, en distintos foros ha manifestado que está en contra de ataques hacia quienes tienen otra preferencia religiosa. No comparto con él otras convicciones, pero en el terreno de la defensa de libertad de creencias sí coincido y sin regateos. Las acciones decididas de todos los interesados en que Chamula deje atrás su historial de intolerancia deben coincidir en la presente coyuntura. Porque si bien ese vicio está todavía en el horizonte, y por lo tanto su final no parece cercano, la conjunción de voluntades puede y debe ganarle otra posición en el tablero a los intolerantes que con desesperación mueven sus piezas.

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