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México D.F. Miércoles 26 de mayo de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

Traición en la Casa Blanca

Richard Perle, bajo sospecha
El asunto Chalabi

EL PRESIDENTE NO. 43 de Estados Unidos, George W. Bush, se cayó ahora de la bicicleta -después de la extraña caída del sillón de su sala (al parecer cuando se enteró de la quiebra de Enron, la gasera mafiosa texana de su socio Kenneth Lay)- como premonición de su probable desplome de la silla presidencial.

ENTRE TANTO, NUESTRAS invaluables fuentes en Washington nos confían que el ex presidente Bill Clinton (quien, por cierto, acaba de realizar un extraordinario discurso de alcances geoestratégicos en Brasil) se posiciona como fuerte candidato para la Secretaría General de la ONU con el fin de intentar remediar los daños globales que legó su sucesor. Desde su guerra civil, Estados Unidos vive momentos cruciales. Se pudiera decir que la gran nación estadunidense vive una guerra civil subrepticia que no se atreve a decir su nombre, librada por sus dos alas plutocráticas hoy antagónicas que luchan por controlar el poder central. Las heridas de la elección bananera de Florida aún no cicatrizan y el empantanamiento en Irak, al unísono de la doble crisis del dolarcentrismo y del pernicioso modelo de la globalización financiera, se han conjugado en la colisión doméstica que intentará definir la cosmogonía del nuevo orden mundial.

EN ESTE DELICADO contexto, tanto la revista popular Time (25 de mayo) como The New York Times (24 de mayo) afirman que la investigación que se ha iniciado en Estados Unidos sobre los crímenes de Ahmed Chalabi involucran a los más altos niveles de la Casa Blanca y del Pentágono, susceptibles de ser inculpados por alta traición al haber transmitido "información clasificada" ultrasensible al propio Ahmed Chalabi, quien a su vez se la pasó a la teocracia de los ayatolas chiítas de Irán. A Chalabi, un chiíta posmoderno y defraudador convicto en el banco jordano Petra, los neoconservadores straussianos (y sus aliados los racistas huntingtonianos) -quienes aún controlan el Pentágono y sus torturas escatológicas- lo pretendieron imponer en la presidencia del "nuevo Irak reconstruido" (sic). El asunto es muy grave y empieza a permear en los medios de Estados Unidos.

ROMESH RATNESAR, de la revista Time, afirma que la información secreta que recibieron Chalabi y Aras Karim Habib, su jefe de servicios de inteligencia del decapitado Congreso Nacional Iraquí (la organización opositora a Saddam montada por la CIA), supuestamente transmitida a la teocracia chíita iraní -lo cual ha sido desmentido vehementemente por Teherán-, "era altamente clasificada y solamente era conocida por unos cuantos en el gobierno de Estados Unidos". Al unísono, los reporteros Richard Oppel Jr. y David Jonson de The New York Times refieren que la investigación se encuentra en manos de la FBI y, al parecer, el hilo de Ariadna llega a las entrañas del Minotauro en la Casa Blanca y, desde luego, al Pentágono.

TAMPOCO HAY QUE perderse tanto en conjeturas porque el rastreo, como la radiactividad, lleva a la dupla Cheney-Rumsfeld controlada conceptualmente por el cuarteto Wolfowitz-Perle-Feith-Libby, el núcleo neoconservador. El mismo Ahmed Chalabi (šcómo se parece tanto en sus tribulaciones y tripulaciones a los avatares de Jorge Castañeda Gutman, nada casualmente conectado a los racistas huntingtonianos!) admitió el 23 de mayo ante las cámaras de Meet The Press de NBC que había tenido tres reuniones con el vicepresidente Dick Cheney.

WILLIAM SAFIRE, EL confidente del general Ariel Sharon y anterior redactor de los discursos del ex presidente Nixon, posee su muy peculiar versión de los hechos sobre la decapitación de Chalabi: "la guerra tribal" entre el Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA (The New York Times, 24 de mayo), en la que el argelino sunnita Lakhdar Brahimi le ganó la partida al chiíta Ahmed Chalabi, quien incurrió en la animadversión de George Tenet, el director de la CIA. ƑPues qué tanto habrá hecho Chalabi para ello? Por su parte, el columnista de extrema derecha Robert Novak asevera que el alto mando militar y la bancada de los influyentes senadores del Partido Republicano exigen las cabezas de Rumsfeld y Wolfowitz por tantas fallas en la planeación y conducción de la aventura iraquí, así como por el escandaloso asunto de las torturas en la siniestra cárcel de Abu Ghraib. Basta escuchar las imprecaciones de Richard Lugar, el muy respetado senador republicano y jefe de la relevante Comisión de Relaciones Exteriores, quien criticó acerbamente al presidente Bush por haber fracasado tanto en su lucha contra el terrorismo como en la oferta de un plan creíble para la estabilización de Irak (Yahoo News, 23 de mayo).

NADA MENOS QUE el general de la Marina, ahora retirado, Anthony Zinni, muy respetado por la profundidad de su pensamiento geoestratégico, se fue a la yugular de los neoconservadores straussianos en el programa Sesenta Minutos de CBS (donde han emergido revelaciones estrujantes que han cimbrado los cimientos de la Casa Blanca) del pasado 23 de mayo, durante el cual exigió la "poda de cabezas" del liderazgo civil en el Pentágono. Zinni, anterior comandante en jefe del Comando Central en Medio Oriente y Asia Central, fustigó la desastrosa campaña en Irak, con "pobre pensamiento estratégico", diseñada por los neoconservadores del Pentágono y que ha llevado a Estados Unidos "al borde del precipicio de las cataratas del Niágara". Cuando Zinni habla, retiembla la Tierra. No se mordió la lengua y citó por su nombre a los vilipendiados neoconservadores, después de sentenciar que los "civiles" del Pentágono "inventaron sus propios servicios de inteligencia", para finalmente apelar en forma sensata a una resolución de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para iniciar la verdadera reconstrucción de Irak, que lo regrese a la estabilidad. La postura de Zinni no se encuentra distante de la muy lúcida formulación del presidente galo Jacques Chirac, quien ha propuesto convocar a una conferencia internacional con todas las partes involucradas. En forma interesante, el general Zinni no citó al vicepresidente Dick Cheney, pero agregó en su lista negra a Elliot Abrams, un tránsfuga convicto del criminal operativo Irán-contras.

EL ROTATIVO PORTAVOZ del establishment, The Washington Post (24 de mayo), no está para perder su tiempo en consagrarle a Richard Perle dos páginas en la sección de "negocios". Richard Perle, apodado el "príncipe de las tinieblas" por su proclividad sicopática a la intriga permanente, cosechó las tempestades de los vientos que sembró, como reza el inigualable adagio bíblico. Más allá de su desgracia política, desde su salida como jefe, primero, y luego como miembro (después de 17 años) del Consejo Directivo de Política del Pentágono, Richard Perle, el íntimo amigo del muy influyente subsecretario del Pentágono, Paul Dundes Wolfowitz, ha sido golpeado donde más le duele a los codiciosos neoconservadores: en sus finanzas personales.

RICHARD PERLE (ver Bajo la Lupa: "El superhalcón recargado", 4 de enero de 2004) emerge de la filípica de The Washington Post como un vulgar mercader, más que como un genuino estratega. No se puede soslayar que Perle había sido el asistente del Pentágono en 1981, debido a sus nexos con el notable estratega nuclear Albert Wohlstetter, quien lo conecta con Paul Dundes Wolfowitz (y con el "matemático" Chalabi), donde permanece hasta 1987 para reaparecer en el Consejo Directivo de Política del Pentágono en donde incrusta a Gerald Paul Hillman (un personaje a no perder de vista). En una vida doble entre los negocios privados y la asesoría pública, en 1989 Perle se vuelve consultor muy bien remunerado de la muy nebulosa International Advisers Corp., bajo las órdenes de Douglas Feith (hoy subsecretario del Pentágono para Asuntos Políticos, todo un caso siquiátrico de fanatismo maniqueo), para vender armas a Turquía, que es asediada por otro frente bélico mercantil, FMC Corp., una empresa todavía más tenebrosa también bajo la férula de Perle, para la compra de transporte militar por mil 100 millones de dólares.

EN 1994, EL mercader-consultor Perle se integra al consejo de administración de American Publishing para luego integrarse junto con Alfred Heinz (alias "Henry") Kissinger, a la empresa mancillada Hollinger (que controla los tóxicos periódicos belicosos como The Daily Telegraph, The Jerusalem Post, The Chicago Sun Times, Toronto Star, La República de Costa Rica, la revista británica The Spectator, etcétera; švaya control oligopólico!) que presidía el defraudador lord Conrad Black, además de F. David Radler. Sobre las malversaciones de Hollinger podemos escribir toda una enciclopedia. Pero por demás interesante resultó que los presuntos felones lord Conrad Black y F. David Radler hayan sido inculpados en un juicio criminal por mil 250 millones de dólares, perseguidos por la "Enmienda de Estafa y Corrupción del Crimen Organizado" (RICO, por sus siglas en inglés), que, por cierto, no suele aplicarse con la frecuencia que amerita (allí está el caso del inalcanzable salinista tabasqueño Carlos Cabal Peniche, que anda más suelto que nunca).

HACE TRES AÑOS, la muy mancillada Hollinger Digital invirtió en la empresa Cambridge Display Technology a través de un fondo de inversiones Trireme Partners LP, jefaturado por Gerald Paul Hillman y en cuyo consejo de administración figuran Black, Perle y Kissinger, y en el cual Perle es atrapado in fraganti en crapulosos tratativas con Boeing. A Perle le llueve el dinero por todas partes hasta que en marzo del año pasado tanto The New York Times como el consagrado reportero Seymour Hersh, de la prestigiada revista The New Yorker, exponen sus redes mercantiles y sus conflictos de intereses, entre los que resaltan Loral Space, Commmunications Ltd. y Global Crossing. Por cierto (esta es una aportación de Bajo la Lupa), Loreal Space figura entre las adquisiciones del Grupo Carlyle, el conglomerado energético-bélico privado más poderoso del planeta.

PERLE, AUN CON preponderancia en la cúpula del poder, se da el lujo de arremeter contra Seymour Hersh (un favorito de las filtraciones de la CIA), a quien acusa de ser un "terrorista" (adjetivo ya muy trillado al que son muy aficionados los neoconservadores straussianos). Se desprende del total de revelaciones repugnantes que Richard Perle funge como favorito para, ya sea un accidente redentor, ya sea un suicidio precavido, ya sea un encarcelamiento fulminante y fumigante.

EN ESTOS MOMENTOS pululan muchas teorías en Washington, que habrá que decantar precavidamente, sobre la flagrante traición del chiíta posmoderno Chalabi (un invento de la dupla maligna Wolfowitz-Perle) y la exquisita manipulación de la teocracia chiíta de los ayotolas de Irán (De Defensa, un centro de pensamiento europeo, y Julian Borger, The Guardian, 25 de mayo), la cual, a nuestro juicio, pudo haber urdido las vivencias pasadas del Irán-contras, es decir, la nueva dimensión triangulada y renovada de Estados Unidos-Israel-Irán de armas por drogas. Pero mientras los neoconservadores straussianos permanezcan y controlen las riendas del Pentágono todavía serán capaces de infligir mucho daño, como muy bien alerta el solvente analista Jim Lobe ("Los neoconservadores ladran por la solución militar", Asia Times, 2 de mayo).

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