Jornada Semanal, domingo 23 de mayo de 2004        núm. 481

NUEVAS PALABRAS PARA 
MANUEL RODRÍGUEZ LAPUENTE (II y última)

Terminada la campaña de Álvarez, reorganizamos el Sector Juvenil del Partido. El que esto escribe fue nombrado Jefe Nacional Juvenil y, contando con el apoyo de Manuel y de otros amigos, establecimos comités en todos los estados de la república. Para esas fechas nos dedicamos al estudio del pensamiento democristiano. Dom Sturzo, Alcide De Gasperi y Konrad Adenauer fueron nuestros maestros en esas tareas de actualización doctrinaria. Rafael Caldera, Eduardo Frey y Rodomiro Tomic, líderes del Copei venezolano y de la D.C. chilena, nos prestaron todo su apoyo y asesoramiento. Establecimos contactos con los movimientos obreros católicos de América Latina, con algunos teólogos de la liberación, con la izquierda cristiana de Chile, con la revolución cubana y con el movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Nuestro apoyo a su huelga nos llevó varias veces a la cárcel, Manuel tuvo que refugiarse en Estados Unidos y el que esto escribe recibió el apoyo del Primer Ministro beliceño, George Price y pasó unos meses exiliado en Corozal, Orange Walk y la capital de la entonces colonia británica que, por esas fechas, gestionaba ya su independencia.

Todas estas "extravagancias" molestaron a los fundadores y a los directivos del pan. Muchas veces comenté con Manuel que tenían razón al oponerse a nuestro proyecto de dar al partido la denominación religiosa que nosotros pretendíamos, pero que la razón era nuestra en lo que se refería a las ideas del socialismo cristiano. Más tarde ambos nos quedamos con la palabra socialismo sin agregados ni complementos. La molestia de los directivos nos llevó a presentar nuestra renuncia. La aceptaron con verdadero júbilo y así nos lo hicieron saber sin mayor recato.

El siguiente paso fue el fallido esfuerzo por crear la Democracia Cristiana. Contábamos con apoyos morales, pero la situación financiera era catastrófica. Manuel luchó hasta donde pudo. Fue a Alemania y a Italia, buscó por todos lados (veo a Miguel Ángel Granados Chapa, a Carlos Arriola, a Rafael Kuri y a Claudio Arriola trabajando en "la causa") y acabó por comprender que la empresa no era viable. Sin embargo dedicó todo su tiempo al estudio del pensamiento democristiano. Dom Sturzo, Alcide de Gasperi, Erhard y Adenauer fueron sus fuentes predilectas, aunque nunca dejó de analizar las ideas de Maritain y los escritos de la izquierda cristiana de Chile y de los grandes pensadores de la teología de la liberación. En los últimos tiempos lamentábamos la "debacle" de la democracia cristiana italiana que falleció en los brazos de Andreotti y de otros santurrones pillos y "posibilistas". También deplorábamos la inconsistencia y la ambigüedad de los democristianos chilenos exhibida durante los trágicos días del golpe de los espadones y de la muerte de ese ejemplo mundial de espíritu de justicia y de defensa de la democracia y de la legalidad que fue el presidente Salvador Allende. Manuel conoció a Rafael Caldera, el líder moral del copei venezolano y tuvo varias reuniones con Tomic y con el viejo Frey, ideólogos de la Democracia Cristiana de Chile. No lo convencieron del todo, pues su compromiso con los grandes empresarios y otros poderes fácticos dañaba seriamente sus discursos justicieros, inspirados con toda clase de matices y de contradicciones, en la doctrina social de la Iglesia católica.

Sus pasos en Italia le permitieron conocer más a fondo los escritos de Antonio Gramsci y tratar a varios líderes socialistas como Pietro Nenni y el comunista Améndola. Gramsci influyó determinantemente en la evolución del pensamiento de Manuel y, de su mano, llegó a definir su posición socialista y a intentar la crítica de la sociedad desde una nueva perspectiva marxista. Todas estas actitudes y posiciones fueron permeadas por su sólida convicción democrática y por su firme defensa de la tolerancia y de la libertad de pensamiento.

Pasaron muchos años y Manuel seguía fuera de la política activa, dedicado a la escritura y a las actividades académicas. Sin embargo, la inquietud permanecía activa y lo obligó a regresar a la lucha. En 1992 fue elegido Jefe del Comité Estatal de Jalisco del prd, organización a la que dedicó sus más generosos esfuerzos.

Inició su vida académica como catedrático de la Escuela de Derecho y de la Preparatoria de la Universidad Autónoma de Querétaro. Por esas fechas el que esto escribe era Rector de esa Universidad. Nuestras reformas e intentos de modernización provocaron una violenta reacción social que nos obligó a renunciar. El rector regresó al Servicio Exterior y Manuel ingresó a la Universidad de Guadalajara. Muchas fueron las tareas realizadas por Rodríguez Lapuente en esa ciudad. Por todas partes he recogido testimonios de su pensamiento, su acción y, sobre todo, de su constante magisterio y de la estupenda relación que estableció con sus colegas y sus estudiantes. Manuel murió hace ya casi un año, pero lo siento hablando en un mitin o conversando con los amigos. A eso me atengo para recordarlo.
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA