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México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004

Una tierra para soñar cuentos, para que los adultos sean cada vez menos racistas

Historias que dignifican la infancia indígena

ANGEL VARGAS

Detrás de la frescura y la inocencia de los ocho relatos que integran el libro Una tierra para soñar cuentos, que fue presentado ayer en la ciudad de México, se encuentra una visión fehaciente, contada en carne propia, sobre uno de los grandes problemas que aquejan a la sociedad chiapaneca.

Se trata de las condiciones adversas y dramáticas a las que se encuentran sometidos los niños indígenas que, por una u otra causa, han debido salir con sus familias de sus comunidades hacia las principales ciudades de esa entidad y se encuentran en situación de calle.

''Cuando hablamos de los niños indígenas chiapanecos, nos referimos a situaciones dolorosas e impactantes a través de las cuales se ven obligados a madurar antes de tiempo y nos traen (con ello) enseñanzas profundas" al resto del pueblo mexicano, señaló el obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, considerado uno de los principales defensores de los derechos de los pueblos indígenas en el país.

El religioso fungió este sábado como presentador del mencionado volumen, auspiciado por la organización Melel Xojobal.

El acto tuvo lugar en la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, ubicada en Coyoacán. Ruiz destacó que en las historias que los niños cuentan en este libro puede apreciarse no sólo una descripción transparente y en ocasiones incluso alegre de su existencia, sino también un gran sentido de dignidad.

Comentó que, en principio, había considerado que la bella y cuidada edición del libro era "un despilfarro, un gasto excesivo", pero esa visión cambió, dijo, cuando leyó con más detenimiento los escritos de los infantes y se dio cuenta de que "no es un desperdicio, sino un simbolismo''.

Explicó: "Es algo que indica que los niños, en especial éstos, tienen dignidad, que como indígenas merecen respeto, que son conscientes de su situación de calle" y que, a partir de su relación con otras personas, es como dan muestra innegable de esa dignidad.

Como ejemplo citó uno de los textos del volumen, en el que una pequeña cuenta cómo, con su familia, debió salir de su comunidad para trasladarse a la ciudad, donde primero pidió limosna, pero más adelante se sintió orgullosa por aprender a trabajar al lado de su madre y así poder ganar su propio dinero. "Al leer esto, queda la impresión de que el gasto fue poco", subrayó el obispo.

Según el comentarista, la naturalidad y la hermosa sencillez con la que los niños cuentan, no una historia fantástica, sino la realidad de sus propias existencias, hacen de los ocho relatos del libro un material digno de ser visitado y releído varias veces, como sucede con las novelas de Salgari.

Por parte de Melel Xojobal -organización que lleva siete años de trabajo en San Cristóbal de las Casas en aras de la educación de los infantes indígenas-, su directora, Patricia Figueroa, aclaró que el propósito de Una tierra para soñar cuentos es sensibilizar y provocar la reflexión.

''No queremos que sean historias que causen lástima, sino que sirvan para la dignificación, que los adultos de San Cristóbal y de Chiapas sean cada vez menos racistas''.

Al respecto se agrega en el volumen: "Tratamos de comprender el proceso de adaptación y lucha por seguir sintiéndose parte del pueblo indígena ante un contexto urbano dominado por la cultura occidental.

"Queremos que al leer nuestros cuentos y entender que no son fabulaciones sino una mirada a las vidas de estos niños y niñas sumamente fuertes, se acreciente la reflexión sobre la situación que está creando este fenómeno que conlleva tanta pobreza y violencia".

Entre otros aspectos referidos por Figueroa, destaca que la impresión del libro fue un "regalo" de una editorial española, así como que se trata de un material que ha comenzado a ser utilizado como elemento de sensibilización y auxilio educativo en Barcelona, España, algunas poblaciones de Italia y Perú, y comunidades chiapanecas.

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