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México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004

Rolando Cordera Campos

De recuperaciones está sembrado...

El miércoles pasado, a toda plana, el presidente Fox nos dio los buenos días con alegres noticias: la economía se recupera, supera las tasas estadunidenses y vamos ahora sí rumbo a las plataformas celestiales del 7 por ciento. Ojalá, pero el horizonte no está tan despejado como parecen pensarlo el presidente Fox y su secretario de Economía. Así se encargó de aclararlo al día siguiente el gobernador del Banco de México, quien nos ilustró sobre lo mucho que falta (La Jornada, p. 25).

Habría que insistir, en primer término, en que es indispensable que la propaganda no se confunda con la información que el gobierno le debe a la ciudadanía. Las tasas registradas son alentadoras pero insuficientes como indicadores de una recuperación efectiva, mucho menos sostenible, como la que requiere México con urgencia. Festinar esos u otros resultados puede ser tan grave como caer en la fracasomanía de que se acusa a los críticos de la estrategia gubernamental, y no sólo por razones de rigor intelectual o académico.

A medida que el país se descentraliza política y económicamente, disponer de buena y oportuna información, creíble en su factura y alcances, se vuelve elemento indispensable para la toma de decisiones de actores cada vez más diversos y dispersos. Así ha sido y así será mientras el destino no nos alcance y nos convierta en barra o estrella.

Por ejemplo: no habrá un buen diálogo federal si los gobernadores y demás criaturas novedosas del federalismo que emerge no le creen al gobierno federal en materia de cifras demográficas, fiscales, incluso territoriales. Es con base en ellas que se reparte el (exiguo) pastel financiero del Estado y se distribuye el poder del voto cuando se revisa la conformación distrital para fines electorales.

En lo económico ocurre algo similar. No hay diálogo en materia laboral si los sindicatos no creen las cifras sobre la inflación, y no hay confianza inversionista si los emprendedores o los operadores financieros se sospechan que no les han dicho todo lo que el gobierno sabe en materia de endeudamiento externo, montos reales de inversión pública, perspectivas sobre los dos déficit de la muerte: el fiscal y el externo.

Nada se logra con anunciar a tambor batiente una recuperación del crecimiento si se soslaya información como la referida. La confianza, animal tan delicado como veleidoso, suele ponerse entre paréntesis cuando estos faltantes se detectan.

El presidente y su secretario de Economía parecen celebrar que el crecimiento anunciado se deba a "cada vez más sectores" y, en abstracto, tal celebración podría ser compartida. Sin embargo, el hecho puro y duro es que las manufacturas registran un avance sumamente lento, alejado de la dinámica económica estadunidense y, como desde antes, también cercenado del enorme pero exánime mercado doméstico. Perdemos elasticidad respecto de Estados Unidos en nuestro sector fundamental, que es y seguirá siendo la industria, salvo que todos nos mudemos al rancho San Cristóbal, y mantenemos maniatada la expansión del mercado interno: ¿y luego?

Si tuviésemos las cifras de la inversión, el panorama se completaría, pero se complicaría. Lo que se ha dejado de hacer en infraestructura es escalofriante y no se repondrá pronto y, por su parte, ni la inversión extranjera ni la privada nacional parecen volcadas a la creación de nuevas plantas. Sin inversión no hay recuperación que dure, y ese mensaje llega hasta la Puerta Mariana de Palacio Nacional por donde pasaba don Benito y ahora lo hace el secretario de Hacienda.

En lo social puede pensarse lo mismo. El producto crece por fin de manera mantenida por dos trimestres, pero la realidad es que el empleo que llamamos formal no lo hace y, en consecuencia, como la población no deja de aumentar, sobre todo aquella en edad de trabajar, lo que podemos esperar es un crecimiento sostenido del empleo informal, la mayor parte del cual percibe bajos salarios, no tiene prestaciones ni acceso a la seguridad social. Se trata, desde esta perspectiva, de una recuperación sin contraparte social, que marcha en paralelo de la experiencia diaria de grandes masas de mexicanos desprotegidos y que desde el punto de vista de la conciencia colectiva puede volverse un auténtico bumerán político: auge económico, ¿para quién? Milagro de los peces, ¿sin pan?

Bienvenida la noticia mañanera del despertar económico. Pero lo bueno está por delante y no se ve a candidato alguno dispuesto a arriesgar hipótesis sobre lo que hay que hacer para que el crecimiento se mantenga, se eleve y demuestre capacidades redistributivas reales. De la propaganda al silencio, mientras la autonomía del INEGI duerme el sueño de los justos en el Senado y los legisladores se dedican a hacer y hacerse juicios políticos a granel.

A lo mejor, lo que necesitamos recuperar antes que nada sea la gana y la capacidad de pensar.

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