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México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004

Guillermo Almeyra

Irak: los dos escenarios

Irak tiene la llave de la situación en el Cercano Oriente, pues la barbarie israelí depende de la política de Bush en Irak. En efecto, el terrible terrorismo de Estado -las torturas aprobadas por la Suprema Corte israelí, los más de 200 asesinatos selectivos en violación de la Convención de Ginebra y de las leyes sobre los derechos humanos firmadas también por Tel Aviv, el arrasamiento de barrios palestinos enteros y la instalación forzada de colonos en Jerusalén y Cisjordania- tiene como objetivo la "solución final", o sea, obligar a los palestinos, incluso a los que son ciudadanos iraelíes, a irse de sus tierras, para crear entonces el Gran Israel enteramente judío. Pero eso sólo es factible con la ocupación de Irak y con Siria y Egipto mantenidos bajo la espada de Damocles estadunidense. O sea, con una política de conquista de toda la región. Lo cual plantea la necesidad de encarar el porvenir de la ocupación estadunidense de Irak. Ahora bien, hay dos escenarios posibles (por supuesto, con las variantes que podrían introducir los acontecimientos que se produzcan en los próximos meses).

El primero consistiría en la instalación de un gobierno títere en Irak, con la participación de algunos sectores del clero chiíta y de la burguesía nacionalista, esperanzados en sacar provecho del ocupante y desmoralizados ante la continuación sine die de una feroz política represiva por parte de los invasores. En ese escenario Bush podría ganar, aunque por poco, las elecciones de noviembre, la política medioriental Busharon continuaría y los polacos, japoneses, holandeses, hondureños, ucranianos, italianos e ingleses permanecerían en Irak dando cuerpo a la ficción de una intervención colectiva de una supuesta coalición. La resistencia popular se mantendría, pero sin éxito político en lo inmediato.

El segundo, por el contrario, podría modificar notablemente el panorama en la zona y costarle también el gobierno a la camarilla que dirige Bush. En el mismo, los aliados de Estados Unidos en Irak, al igual que el corrupto banquero Ahmed Chalabi, agente de Rumsfeld que ahora está en oposición y coquetea con Irán y con los chiítas extremistas, romperían con los ocupantes o no podrían darles el apoyo necesario. Incluso un sector de la burguesía nacionalista, al comprobar que Washington privilegia a Tel Aviv y, además, pretende concentrar en sus manos todos los negocios, sostendría la intifada.

Esta -alentada por el clero chiíta, apoyada bajo cuerda por Irán y alimentada por el terrible odio popular al ocupante- crecería aún más, al igual que el pacifismo en Estados Unidos. Los efectos del alza del petróleo sobre los precios de los bienes de consumo y sobre la industria se sumarían al rechazo a la guerra infame en Irak, determinando la derrota de Bush y la imposibilidad de continuar con la misma política por más que Kerry, el candidato del Partido Demócrata, hable ahora de reforzar el contingente estadunidense que ocupa Irak.

Al hacerse cada vez más evidente la derrota de Washington y la necesidad del retiro de las tropas, Sharon quedaría descolocado y desprotegido y crecería el pacifismo en Israel y la intifada palestina recibiría un fuerte impulso. La crisis en la derecha israelí, y entre ésta y los mismos sionistas moderados, crecería. La derrota política de Estados Unidos en su política imperial obligaría por ultimo a Washington a ceder terreno en el Cercano Oriente a las Naciones Unidas (léase Francia y Alemania) y darles a Rusia y China espacios para actuar en la región. Toda la aventura medioriental de Bush acabaría en un estruendoso fracaso y los estímulos de todo tipo dados a la industria armamentista y a los petroleros se verían afectados en su continuidad. En cuanto a la imagen de omnipotencia que Bush ha querido construir para su país, sería destruida por el fin inevitable, a más largo o más corto plazo, de la ocupación de Irak, porque la misma sólo puede ser consolidada ocupando Siria e Irán, y con el sometimiento general del mundo árabe, todo lo cual es imposible en las actuales condiciones.

Por último, la presencia en Irak de las tropas de los satélites y sirvientes, en ese escenario, sería corta, ya que, como se vio en el caso de los soldados españoles, incluso hay resistencia a ser carne de cañón estadunidense en los mismos mandos locales de los italianos, los japoneses, los polacos (por nombrar sólo los contingentes donde ha habido expresiones de descontento).

Una derrota estadunidense en Irak, además, estimularía no sólo la resistencia de Cuba sino también la audacia de gobiernos capitalistas nacionalistas, como el argentino o el venezolano, y podría costarle el gobierno a títeres como Silvio Berlusconi, que en su ignorancia han jugado todo a la carta de George W. Bush, ese pobre obtuso que quiso pasar a la historia como conquistador de Asia, triunfando allí donde Alejandro el Grande y el imperio romano fracasaron.

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