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México D.F. Martes 18 de mayo de 2004

Luis Hernández Navarro

Alvaro Ríos

Cancún, 10 de septiembre de 2003. Con gorra y paliacate de Vía Campesina, el dirigente campesino Alvaro Ríos encabeza la marcha de protesta contra la Organización Mundial del Comercio (OMC). A su izquierda, caminan, Clemente Kiuil y Rafael Pool, principales mayas. A su derecha, encadenado a su brazo, se encuentra Zohelio Jaimes, líder cafeticultor de la Costa Grande de Guerrero. Poco más de una hora después, el campesino coreano Lee Kyung Hae se quita la vida perforándose el pecho con una navaja suiza. Tenía consigo un cartel con la frase: OMC asesina campesinos.

Apenas diez meses atrás, Alvaro Ríos había participado en la toma del puente internacional de Ciudad Juárez para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Sus demandas eran muy parecidas a las que provocaron la inmolación del señor Lee. Seis meses después de Cancún, el 10 de marzo de 2004 a las tres de la mañana, Alvaro Ríos se unió a su camarada coreano.

Nacido en el caserío de Villa Hidalgo, en el norte de Sonora, Alvaro Ríos tenía en el momento de su muerte 71 años. Involucrado en la lucha agrarista desde 1952, cuando fue nombrado tesorero de un grupo de solicitantes de tierra de los campesinos afectados por la construcción de la presa Abelardo Rodríguez, organizó luchas y gestionó la entrega y regularización de alrededor de un millón de hectáreas. Una hazaña.

Estudiante de derecho en la Universidad Obrera de la ciudad de México, se asoció desde muy joven al líder campesino sonorense Jacinto López, fundador en 1949 de la Unión General de Obreros y Campesinos de México. Allí comenzó su formación como agrarista. Lector asiduo de folletos elaborados en la República Popular China, encontró en la revolución campesina de ese país una referencia y una fuente de inspiración política.

Alvaro Ríos trabajó con grupos campesinos sin tierra y trabajadores en los estados de Sonora, Durango y Chihuahua. En la sierra de Chihuahua las empresas forestales disponían de concesiones gubernamentales gratuitas para explotar inmensas extensiones de bosques. Políticos y empresarios ordeñaban la riqueza natural sin tener que dar nada a cambio. Los pobladores trabajaban en esas empresas en condiciones inhumanas. En el norte de Durango, unas cuantas haciendas, varias de ellas propiedad de extranjeros, usualmente poco productivas, acaparaban decenas de miles de hectáreas. Muchas resoluciones presidenciales a favor de los campesinos habían sido invalidadas, pues la Suprema Corte de Justicia amparó a los propietarios de terrenos afectados. En otras ocasiones, los coeficientes de agostadero por cabeza de ganado mayor fueron alterados por la autoridad para permitir que las haciendas ganaderas quedaran en las mismas manos de siempre. Los latifundios estaban legalizados.

Promotor y organizador de invasiones de latifundios, caravanas campesinas, concentraciones en las plazas y alianzas con los estudiantes de las normales rurales, rompió las reglas del juego tradicionales para conducir la lucha agraria. El malestar de funcionarios y políticos en su contra fue constante. Incorruptible e inquebrantable fue huésped usual de varias cárceles en distintos momentos. Desde allí dirigió varias tomas de tierras. Todavía en 1996 regresó a prisión.

Heredero de los trámites agrarios efectuados en la región de Madera, Chihuahua, por el profesor Francisco Luján, asesinado por los caciques de la sierra en 1959, Alvaro Ríos enfrentó la alianza de empresas forestales, autoridades agrarias y gobierno del estado. Su labor organizativa desempeñó un papel fundamental en la formación del movimiento cívico-agrario que desembocó en el asalto al cuartel militar de esa localidad el 23 de septiembre de 1965.

La lucha campesina en Chihuahua costó encarcelamientos, persecuciones y vidas. Cinco años después del asalto al cuartel Madera, mil 500 campesinos marcharon desde ese municipio hasta la capital del estado. Allí se entrevistaron finalmente con el presidente López Mateos. La lucha permitió que varios latifundios se repartieran. Tan sólo de la afectación de Bosques de Chihuahua se constituyó el ejido El Largo y Anexas con una superficie de 250 mil hectáreas.

Alvaro Ríos fundó también, en 1962, la Federación de Obreros y Campesinos del Norte de Durango. Durante 20 años, los campesinos de la federación organizaron cuatro caravanas, cuatro ocupaciones de tierra-paradas públicas, un campamento agrarista que duró tres años y un sinnúmero de invasiones de latifundios. En diversas ocasiones tuvieron que enfrentar al Ejército. Obtuvieron más de 56 mil hectáreas tomadas a terratenientes.

Incansable, el sonorense desempeñó un papel importante en los encuentros campesinos que en la década de los 80 dieron nacimiento a la UNORCA. Años después se incorporó activamente a las protestas rurales del 2003. Carlos Montemayor contó al periodista Miguel Bonasso que en una reunión en Chihuahua, realizada hace no mucho tiempo, previa a la presentación de su novela, en la que se encontraron varios sobrevivientes y familiares del ataque al cuartel Madera, Alvaro Ríos dijo: "Ahora que nos hemos vuelto a reunir, no nos soltemos ya, tenemos que seguir reunidos y discutir, analizar, porque el camino es largo, nos falta mucho de organización, muchas metas que cumplir, necesitamos seguir trabajando".

Hay muertes que se dan a conocer con esquelas en los periódicos. Hay otras que se lamentan con ceremonias y remembranzas en pueblos y ejidos que no llegan a la prensa. Aunque su fallecimiento haya sido poco difundido, Alvaro está en camino de convertirse en leyenda en el México de abajo. ƑQué otro destino si no podría tener un hombre honesto que durante 50 años fundó decenas de ejidos, impulsó la autogestión campesina y organizó la lucha y gestionó la entrega de cerca de un millón de hectáreas?

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