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LABERINTO SIN SALIDA 17 de mayo de 2004

Joshua Goodman, Buenos Aires

La recuperación económica argentina, calificada de "espectacular" por el subsecretario del Tesoro estadunidense, John Taylor, durante su visita a Buenos Aires el mes pasado, parecería no tener fin. El año pasado la economía saltó 8.7 por ciento, terminando cuatro años de recesión que llevó a más de la mitad de los 37 millones de argentinos a la pobreza. Este año la economía debería seguir expandiéndose entre 5.5 y 8 por ciento, según la mayoría de pronósticos, gracias a una fuerte recuperación en el consumo y los altos precios de los commodities.

El único nubarrón en un clima altamente favorable para el presidente Néstor Kirchner es la persistente interferencia de los acreedores extranjeros. Dos largos años después de que el país declaró el default, o suspensión de pagos, en 94 mil millones de dólares en bonos, los inversionistas están haciendo escuchar sus reclamos cada vez más fuertes. Con semejante mejoría económica, sostienen, no hay por qué llorar más por Argentina. "Ahora su capacidad de repago es mucho mejor que era aun hace sólo seis meses", señala Hans Humes, codirector del Argentina Global Bondholders Committee (Comité Mundial de Tenedores de Bonos de Argentina), que dice poseer más de 35 mil millones en bonos defaulteados.

Como nunca antes Argentina está llena de dólares. El superávit fiscal en el primer trimestre del año fue de 1.1 mil millones de dólares, casi cuatro veces mayor a su meta con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pese a la bonanza, Kirchner reiteró que no está dispuesto a pagar más de 25 por ciento de la deuda original, términos que los acreedores han rechazado de plano.

Aun así hay signos de que la posición del gobierno se está suavizando. El 16 de abril Humes y su grupo se reunieron por primera vez con el ministro de Economía, Roberto Lavagna. Aunque no transcendió ninguna novedad concreta, el solo hecho de que la reunión ocurriera fue suficiente para hacer subir los precios de los bonos a su nivel más alto desde que la propuesta de restructuración fue presentada en septiembre pasado.

En estos días tres bancos contratados por el gobierno ­Merrill Lynch, Barclays y UBS­ están ultimando los detalles técnicos para que el gobierno presente una oferta final para junio. Queda por ver si la oferta es sensiblemente mejor o no, como reclaman los acreedores. "La ironía es que por prolongar tanto el proceso Argentina perdió su mejor oportunidad, el año pasado, para sacar términos más generosos", dice Siobhan Manning, estratega de mercados emergentes para CabotoUSA en Nueva York.

Para torcer el brazo a Argentina los acreedores cuentan con un fuerte aliado: el FMI. Habrá que ver cómo el flamante director ejecutivo, el español Rodrigo Rato, encara el siempre enredado "caso argentino". Pero es de esperarse que el FMI y los países del G-7 sigan insistiendo que Argentina concluya su restructuración rápidamente para que el actual rebrote económico pueda sostenerse en el futuro y para que la inversión de largo plazo ­aún efímera­ vuelva.

Por cierto, el FMI tiene bastante influencia para que Argentina endulce su oferta. En septiembre vence un acuerdo del país con el organismo para financiar 13.3 mil millones de dólares en préstamos. Si el país no muestra progreso en las negociaciones con los bonistas es probable que el acuerdo no se renueve. Más aún, el FMI está exigiendo que el país incremente su esfuerzo fiscal, actualmente en niveles históricos de 3 por ciento del PIB, para acercarse a los niveles de otros países fuertemente endeudados, como el de Brasil (4.5 por ciento) o Turquía (6.5 por ciento).

Pero el presidente Kirchner puede tener sus propias ideas sobre cómo gastar el excedente fiscal. Fiel a su estilo populista, Kirchner ha autorizado aumentos en la jubilación mínima y en el sueldo para los trabajadores estatales. También hay varios megaproyectos de inversión, como la creación de una empresa estatal de combustibles (la anterior, YPF, fue privatizada durante la década pasada y ahora está en manos de la española Repsol).

Si Néstor Kirchner decide anteponer necesidades políticas a sus obligaciones, Argentina podría quedar aislada, consideran analistas. En una crítica poco común, el mes pasado el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, comparó el país "a una persona que evita pagar sus cuentas y en cambio gasta su dinero en educar a sus hijos. Claro, quieres educar a tus hijos, pero en determinado momento las reglas son que si quieres seguir jugando el juego, tienes otras obligaciones", expresó el funcionario. Queda por ver hasta qué punto Argentina está preparada para desafiar al mundo financiero §


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Enero 13 de 2004.

En Monterrey concluye una cumbre extraordinaria de la Organización de Estados Americanos. Néstor Kirchner, presidente de Argentina, se dirige a Horst Köhler, director gerente del Fondo Monetario Internacional:

"Mi país ­dice el mandatario­ realiza esfuerzos al límite para cumplir con sus acreedores; a cambio, sufrimos incomprensión, indefiniciones y demora de los organismos internacionales. Nadie puede cobrar a los muertos".

Es el momento que recoge la imagen.

Foto: Archivo La Jornada.


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