Jornada Semanal, domingo 9 de mayo de 2004                   núm. 479
Jorge Moch 

LA MEXICANA INDUSTRIA DEL REFRITO

No, no me refiero a las toneladas de masa hervida en aceite reciclado que saturadas de sal y glutamato monosódico y embolsadas en plástico de colores chillones engullimos gustosos cuando estamos echadotes viendo la tele, sino a la tele misma. La televisión que producen las grandes firmas del binopolio nacional está plagada de refritos, malas copias de programas inventados en otras tierras, pensados para otras audiencias (y con intenciones sutilmente diferentes que la de empujar vacunas amas de casa al supermercado para comprar detergente o votar por el prian). Algunas de esas copias son menos malas que otras pero ninguna, y de ello ni duda cabe, llega a superar el modelo extranjero del que ha sido replicada,que no necesariamente es siempre un dechado de virtud comunicacional ni artística. Hay programas pasables y hasta buenos que son,sin embargo, copia fiel de un original importado, como Taxi... ¿libre?, creado a partir del Taxi cab confessions de HBO. La cosa es patética en muchos casos, principalmente en los programas de concursos y en otros, híbridos de reality show y cámara escondida. 

Ya de suyo resulta chocante que la televisión mexicana, pionera en tantos ámbitos, no sea capaz de inventar programas adecuados a nuestra real y particular circunstancia. ¿Qué no gastan una millonada Televisa y TV Azteca en la nómina de sus creativos? ¿Entonces por qué Cien mexicanos dijeron (uno de los menos malos, por cierto) no es más que una copia vil, hasta escénica, del Family feud gringo que se puso de moda hace más de veinte años?¿Por qué tuvo que ser imitado el Punk’d! de MTV, conducido por el insufrible Ashton Kutcher para empujarnos por la esclerótica esa formulita atorrante, flagelo de juniors que manejan jaguares y parecen sacados de un anuncio de Bacardí, Día de perros conducido por el insufrible ex big brother Tony McFarland? ¿Qué sigue, Los rombos Churubusco como adaptación de los Hollywood Squares? Y lo que era feudo indiscutible de la creatividad mexicana, de suyo buenaza para el melodrama, las telenovelas, son hoy un montón de copias de producciones viejas, ya sea en los manidos temas de las bellas emancipadas, las malas ricas y caprichosas y el mundo redimido por el amor de los más bonitos o, perdido el recato, reciclando guiones. Las telenovelas de antes eran menos repetitivas que las de ahora, porque muchas de esas historias asaz reconocidas se estrenaron entonces para fincar el paradigmático y facilón rumbo de los productores de tanto culebrón aburrido y sonso de hoy. Eran telenovelas herederas,engendros en pantalla chica de los dramones cinematográficos de Marga López y Libertad Lamarque, como Mamá Campanita y se encendía la providencial lámpara votiva de la televisión mientras se extinguía,por demasiados años,la del cine mexicano que luego se volvió tan proclive a la porquería y hoy, afortunadamente, ha resucitado. 

Hace cosa de unos cuarenta años las telenovelas aportaron su granito de sales amoniacales a la contracultura mexica y, moralinas aparte, también deformaron la idiosincrasia del mexicano: pusieron en boga modelos nada plausibles de apocamiento y de cobardía social, alimentando vanas creencias sazonadas de esa bipolaridad tan nuestra, desde la mojigatería recalcitrante –ese militaris- mo guadalupano con el que mejor ni meters – hasta los preceptos del rencor social en que los ricos invariablemente son unas mulas bien hechas y los pobres, en cambio, son (somos, Kimosabi) algo así como el pueblo elegido por Dios para seguirse alimentando ad infinitum del ácimo pan de la esperanza. Más de cuatro décadas de pan con lo mismo, desde Rina o Los ricos también lloran hasta La hija del jardinero pasando por todas las Marimares y Maríasmercedes que pueda alguien alevosamente llegar a imaginar. Pero eran nuestras.

Hoy se acabó la imaginación o los guionistas son unos baquetonazos, porque poco verdaderamente nuevo se produce. Ayer tampoco: ni siquiera algunos de nuestros clásicos de la telera, como La pregunta de los sesenta y cuatro mil pesos que condujera el hirsuto ciliar Pedro Ferriz, fueron sino copia de fórmulas que se vio que tenían éxito en otras tierras. Me pregunto si la televisión italiana, o la islandesa, la rusa o la estadunidense nos van a copiar alguna vez Nosotros los Gómez, La escuelita VIP o alguna de las tragicómicas (lo de cómicas fue, desde luego, cosa involuntaria) producciones de Ernesto Alonso.