Jornada Semanal, domingo 9 de mayo de 2004        núm. 479

DISCURSO POR AGUSTÍN YÁÑEZ 

"Pueblo de mujeres enlutadas. Aquí, allá, en la noche al trajín del amanecer, en todo el santo río de la mañana, bajo la lumbre del sol alto, a las luces de la tarde –fuertes, claras desvaídas, agónicas–; viejecitas, mujeres maduras, muchachas de lozanía, párvulas; en los atrios de iglesias, en la soledad callejera, en los interiores de tiendas y de algunas casas –cuán pocas– furtivamente abiertas." Así empieza el Acto Preparatorio de la novela Al filo del agua, de Agustín Yáñez, uno de los textos narrativos fundamentales de la literatura moderna en lengua castellana. La suntuosidad de su prosa, la absoluta sinceridad dentro de las reglas del artificio y la fidelidad a un país y a sus costumbres en un arduo momento de su historia, son los rasgos principales de una obra que retrata, como afirmaba Antonio Castro Leal, "la vida triste, conventual, hipócrita, estrecha y sombría de un pueblo del centro del país ". Sin duda es eso,pero también es mucho más: la descripción de una moral social enemiga de la vida y de la alegría,el establecimiento del escenario que precedió y propició la llegada de la revolución; una riquísima galería de personajes de ficción basados en muchos y muy contrastados aspectos de la realidad y el enorme placer de narrar estrujando y acariciando las palabras para que entreguen todos sus significados y la música que late en el interior de los grandes prosistas de la literatura de todos los tiempos.

Para hablar de Agustín Yáñez, el escritor, el periodista cultural, el funcionario público, el académico, el maestro, el hombre, es necesario espigar algunos de los momentos fundamentales de su vida y de sus trabajos, pues intentar un recuento exhaustivo sería una empresa de romanos y una tarea que a este lector fiel y admirado no corresponde, pues responsabilidad es de la academia y de sus minuciosos y profundos investigadores.

Los primeros signos de Agustín Yáñez están en Guadalajara y en Yahualica, el pueblo de sus mayores. En ambas latitudes se asomó a la vida, fue hechizado por los "alimentos terrenales " y decidió dar testimonio del mundo y de los hombres a través de los empeños literarios. En Guadalajara, "la clara ciudad ", dirigió, en plena juventud, el periódico La Época y, al lado de Alfonso Gutiérrez Hermosillo, echó a andar el hermoso proyecto de la mejor de las revistas culturales de tierra adentro, Bandera de Provincias. En el manifiesto de la primera,los editores informan que han integrado "un grupo sin número y sin nombre " y, con loable modestia, se ponen al servicio de una causa que intentaba recoger las voces de la provincia y llevar a cabo una labor de actualización de la cultura académica y artística necesaria para los siempre postergados y ninguneados habitantes de las ciudades calificadas de "todo es Cuautitlán " por la soberbia capitalina. Los Contemporáneos colaboraron con Bandera... y vieron con inte- rés sus esfuerzos, con la excepción del genial Salvador Novo que, chilango converso, se burló de los jóvenes provincianos y afirmó que su publicación era un conjunto de "reflejos de reflejos de reflejos ". No hace falta advertir que para describir a los colaboradores de la revista usó una palabra que rimaba con reflejos. El ataque fue injusto a fuer de infundado, pues muy pronto Bandera... dio muestras de su seriedad y buen talante: Efraín González Luna publicó la traducción de un capítulo del Ulises, de Joyce,y varias escenas de La anunciación a María, de Paul Claudel; José Arriola Adame tradujo a Charles Du Bos,se publicaron poemas de Francisco González León y de Alfredo R. Placencia, textos y viñetas de José Guadalupe Zuno y de Luis Barragán, nuestro miglior fabbro arquitectónico,ensayos del filósofo Antonio Gómez Robledo, de Genaro Estrada, de Xavier Villaurrutia y de Ortíz de Montellano. Yáñez animó estos esfuerzos y dirigió con mano firme la corta singladura de la revista cultural. 

Su infancia, humilde y desasosegada por los movi- mientos de las "aguas civiles ", jugó deslumbrada en las calles y plazas de barrios tapatíos: Mexicaltzingo, el Santuari, Belén, San Felipe; y giró en una ronda constante con sus compañeros de aventuras fantásticas. "Me arrodillo a los pies de mi amante. Me levanto fiel y constante", cantaban los niños, las naranjas eran dulces, los limones partidos, Doña Blanca caminaba entre sus pilares, cantaba agorera la pájara pinta; se pedía posada y se esperaba la gozosa muerte de la piñata. Así, en "Flor de juegos antiguos", la infancia entra con todo su candor y su fuerza lírica en los mundos de la literatura y Yáñez es el fiel cronista de esos juegos alegres y solemnes. Son así por la sencilla razón de que no hay una empresa más seria que un juego de niños. Vendrá después la edad a alterar ese profundo candor y a perturbar la novedad del mundo y de los días.

Yáñez es uno de los iniciadores de esa notable especialidad que, más tarde, fue llamada "microhistoria ". Genio y figuras de Guadalajara "Despertar en Guadalajara ", "Por tierras de nueva Galicia " y "Yahualica " son ejemplos señeros de una narrativa que encuentra en los microcosmos la metáfora de lo universal y que, como decía Alfonso Reyes, parte del conocimiento de lo propio para poder acercarse con armas más finas a la turbulenta variedad del mundo. Dedica a sus abuelos la etopeya de Yahualica. Por ella desfilan la narración de los largos viajes que debía emprender para llegar al pueblo de sus mayores; las calles y las plazas, las mejoras municipales y un conjunto de personajes que pertenecen a la historia local: los panaderos, los albañiles, los curas, los geniales maestros de obras, las placeras, las venidas del obispo, las ferias y las fiestas patronales. Todo lo ve y lo consigna el cronista que, como López Velarde, siente cómo las calles de la mañana se van llenando del "santo olor de la panadería".

Joyce, Clarín, Gabriel Miró...son muchas las presencias en la obra de Yáñez, pero su originalidad es irreductible y no hay en ella un prurito de arrogancia sino una cualidad del espíritu que, en buena medida, viene de los antepasados y de la historia de un país siempre a tientas, pero casi siempre capaz de tocar con los dedos los rasgos de un rostro que oculta la tiniebla. En este ardiente campo, Melibea es la revelación, Isolda es la muerte y Alda es la música. Otras fuertes mujeres recorren las páginas de un archipiélago femenino y la música encanta y enerva a Gabriel victimado por la moral inamovible –como todas las dobles morales de la mochilería – en Al filo del agua y presente en otros momentos del ciclo novelístico de Yáñez: La creación Ojerosa y pintada, Las tierras flacas y Las vueltas del tiempo. Recordemos los cuentos y muchos textos memoriosos en los cuales se hace el elogio de Fray Bartolomé de las Casas, de Justo Sierra y de Dante, así como muchos de sus discursos académicos y políticos.

Quiero recordar su labor como gobernador de Jalisco. José Rogelio Álvarez ha documentado ampliamente las luchas de Yáñez a favor de los derechos humanos, la histórica quema de armas de fuego en el Palacio de Gobierno, la copiosa obra educativa, el cuidado de una Guadalajara protegida por la diosa Minerva, el desarrollo de la costa jalisciense.

Celebremos al escritor y hablemos del hombre, sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus equivocaciones. Todo forma parte de ese contrastado panorama de una vida humana pautada por la intensidad y por el poder creativo. Terminemos con las últimas palabras del Acto Preparatorio de "Al filo del agua ": "Entre mujeres enlutadas pasa la vida. Llega la muerte. O el amor. El amor, que es la más extraña, la más extrema forma de morir; la más peligrosa y temida forma de vivir el morir." 
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA