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México D.F. Sábado 8 de mayo de 2004

Juan Arturo Brennan

Más de América Cantat IV

Después de haber asistido al concierto coral del festival coral América Cantat IV que reseñé en mi artículo anterior, el sabor de boca (y de oído) que quedó me hizo asistir de inmediato al concierto del día siguiente, esta vez en el Teatro de la Ciudad.

De nuevo, como la noche anterior, la mayoría del público estaba formado por participantes en el festival y, otra vez, fue una lástima porque la oferta coral estuvo realmente interesante y el recinto registró una raquítica entrada. Esta vez, por fortuna, la infame acústica del Teatro de la Ciudad no resultó tan dañina como en otras ocasiones.

El concierto dio inicio con la presencia del cuarteto vocal mexicano Streghe, que ofreció un repertorio totalmente inusitado y, por lo mismo, muy atractivo. Estas cuatro brujas cantantes (que además proponen una presencia escénica muy sugestiva) realizaron esa noche, sobre todo, un repertorio muy exigente en cuanto a su austeridad armónica y la transparencia de sus texturas, todo lo cual fue resuelto con buen nivel de técnica y musicalidad.

De entrada, fue muy interesante la pieza inicial del concierto, una compleja relación de los colores del arco iris en una sofisticada presentación multilingüística. Por otra parte, las integrantes de Streghe mostraron un control igualmente efectivo de la vertiente lúdica de la música vocal contemporánea, con su cuidada versión al trabalenguas Como compongo poco, original de Alberto Grau.

El grupo estrenó en esta ocasión otra de las obras encargadas ex profeso para el festival, Allí había una niña, de Jorge Córdoba, quien a lo largo de los años ha tenido una cercana relación con la música coral. Se presentó después el Coral Femenino de San Justo, de Argentina, que ofreció un repertorio básicamente contemporáneo, de alta exigencia, resuelto con gran soltura y precisión.

Como en el caso de algunos otros coros participantes en el festival, este grupo presentó algunas piezas modernas de música sacra, de muy buen nivel tanto técnico como expresivo, que sirvieron para demostrar que el arte de crear música religiosa está vivo y goza de buena salud.

Hacia el final, rompiendo con la severa austeridad del repertorio propuesto, el Coral Femenino de San Justo cantó sabrosamente una cueca en la que demostró que también domina con eficacia esas regiones del repertorio.

La segunda parte del programa se inició con la presencia del Coro de Cámara de la Universidad de las Américas UDLA), de Puebla, que resultó una muy agradable sorpresa.

Se trata de un coro serio y disciplinado, que en todo momento preserva el espíritu auténtico de la música vocal de cámara, sin pretender rebasar los límites de su formación. Con un repertorio que incluyó obras de Franco (en náhuatl), Salazar, Victoria, Debussy y Guastavino, el Coro de Cámara de la Universidad de las Américas evidenció sus virtudes musicales, entre las cuales me atrevo a destacar la sutil atención a los matices dinámicos en puntos clave de las obras interpretadas.

Me parece que resultó especialmente atractiva su interpretación de las Tres canciones de Charles de Orleans, de Debussy, bien armonizadas, bien pronunciadas y bien balanceadas dinámicamente. Sin duda, el buen nivel de este coro se debe en gran medida al trabajo de su directora, Gisela Crespo, de lo mejor de este festival en el ámbito de la dirección.

El Coro de Cámara de la UDLA completó su actuación estrenando una sólida obra de María Granillo, titulada Misterios, y soltando voces y esqueletos con un par de sones cubanos sabrosamente cantados, Sóngoro cosongo y Son de la loma.

El concierto concluyó con otra buena muestra del alto nivel del trabajo coral que se realiza en Venezuela, con la actuación del coro femenino Cantoría Alberto Grau, bajo la conducción de María Guinand. Después de una severa y contemplativa pieza de Maurice Duruflé, la Cantoría interpretó a autores venezolanos como el trovador Simón Díaz y el maestro coral que da su nombre al grupo, Alberto Grau, quien en la obra Pata pa'cá propone un sabroso collage de ritmos y onomatopeyas.

Joropo venezolano, gospel y música navideña criolla completaron la participación de este buen coro femenino que tiene en Guinand a una directora con un oficio largamente madurado y perfeccionado y que, como comenté en mi anterior artículo, ha dejado importante huella en el ámbito coral de ese país.

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