La Jornada Semanal,   domingo 2 de mayo  de 2004        núm. 478

La poesía reciente de Chile es heredera de una trinidad indiscutible: Mistral, Huidobro y Neruda son figuras tutelares en la lírica hispánica. La angustia de la influencia, como diría Harold Bloom, se percibe en los versos de estos jóvenes poetas. También emergen signos particulares, hilos que comunican la relación de los escritores con la tradición y el canon. Negados a vivir del desecho imaginario y de la poesía que se genera como espejo más o menos radical de ese mundo, celebran con Huidobro "ese trozo en que pasa la aventura misteriosa/ La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño".

RICARDO VENEGAS
La cartera
Germán Carrasco, 1971

Ella posa sus dos manos sobre la cartera.
Quizás piensa que algo le va a ser arrebatado
O insinúa que su sexo no se alquila
A ningún precio. Tal vez se cuida, se pone en evidencia
O resguarda los instrumentos esenciales
Para la arena de la vida.
O quizás robó algo valioso:
El imprescindible regalo para quien ama.

Poema
(fragmento III)
Alejandro Zambra, 1975

Una casa, una ventana
Abrazos para una derrota
Abrazos para un regreso

Una casa, una ventana
Y cuatro paredes cuando sopla el viento.


Epílogo
Leonardo Sanhueza, 1974

Mía de mis huesos
La princesa y la hojarasca
Nunca tuve más ojos
Que cuando dormías.

Nunca como en la vigilia
Frente al vaso que cae,
Por eso digo: negro será el beso
De los halcones encapuchados.

Tampoco habrá descenso
Pues he aquí el fondo
De tu sonrisa, el eco de tus ojos.

He aquí la sábana marcada.
He aquí el pecho,
La boca llena de arena.

Charla
Andrés Anwandter, 1974

Porque ya no queda mucho
Que ocultar, somos secretos
Cuando hablamos
La orejas
Bien abiertas y los dientes
Asomados en señal de confianza.
Allanamos
Las cuestiones, los caminos
Con cautela.
Nuestra charla
Lleva voces camufladas
Que en el humo las narices
No disciernen.
Encontramos
El fracaso, donde todos
Los demás han fracasado.

Artistas Unidos
Jaime Bristilo Cañón, 1969

Los que no vamos a morir por mano propia en primavera,
Salvo error u omisión irreconciliable, la saludamos.
Primavera de noche negra, violácea oscuridad resplandeciente, candilejas
Tal como de día colores, otra vida.
Tatuados de tinieblas preferimos toda la luz
Sobre la humedad de un cuerpo amortajado en humores recónditos:
Los que no vamos a morir cerramos los ojos a las flores, no al aroma;
Elevamos en tinto nuestros corazones para el día de todos los santos,
Hasta dónde se da un paso
Hasta cuándo podremos seguir viviendo tan inocentes.

Poema
(fragmento III)
Claudio Sanhueza, 1975

En tu niñez jugabas a ser Ariadna o Alicia
Cualquier nombre que te pareciera lo suficientemente solo
Como para mantenerte indefensa

Elegiste un árbol para que te observara mientras te desvestías
El viento lo azotaba de golpe
Le robabas las manzanas para frotar tus senos
Y llenar de jugos tu boca
En las noches sentías galopar un animal por el camino
Cerrabas los ojos guardabas silencio bajo las sábanas
para oírlo correr
Imaginar la bestia blanca latigando tus senos
Llenabas de jugos las sábanas en tu boca

Sin crecer te alejaste con las manos partidas
Borraste tu nombre de todas las cortezas
Todos los nombres que hoy velan
En cada esquina de tu cama
Pero hay una estatua de sal en el camino
Y hay un árbol al fondo del patio con las ramas secas
Y hay el recuerdo de todas las frutas que se han ahorcado por tu boca.

Hoy la belleza bebe de mis labios
Y yo la recibo como un ángel de rodillas
Me escribes desde México
Giran nombres como Palenque o Chiapas
En una carta que adivino temblorosa
Mezcla de retórica y diario de vida
Con palabras que todo lo confunden.


Poema
(fragmento II)
Marcelo Guajardo Thomas, 1977

Antes del caballo estuvo el jinete y el agua
Uno desembocaba en el otro
Y fueron un solo río concéntrico
Por las planicies
Fueron uno
Uno sólo
En el crepitar del hueso
En la sangre del cántaro
Uno en la libertad de los gritos

El caballo con las crines encendidas
No se detuvo ante la crecida del río
Altivo en la pezuña y la piedra del lecho

Inmóvil frente a los ríos
Padeciendo la enfermedad de los jinetes

Los ríos y su mansedumbre
El hombre clavado a la tierra
Con todos los hierros que traen las playas.