Jornada Semanal,  domingo 25 de abril  de 2004                núm. 477

Luis Tovar

UN AGUAFIESTAS
LLAMADO ARIEL

No fue la lluvia, que la noche del 29 de marzo mostró una regularidad que ya quisiera para sí el cine mexicano, la causa principal de que la cuadragésima sexta entrega de los Arieles compitiera, y con sobrados argumentos, contra sus anteriores ediciones en cuanto a deslucimiento, insipidez y, para un buen número de asistentes a la ceremonia, capacidad de desconcierto.

Si quiere llamémosle curarse en salud, pero a este aporreateclas no le produce ningún placer malinchista el uso de adjetivos como los anteriores para describir un desencanto indeseado. En otras palabras, ojalá que la entrega del Ariel fuera lo que no es y siempre quiere ser: un evento esperado, que genere expectativas perceptibles en el público masivo y no casi de manera exclusiva entre la propia comunidad cinematográfica; que fuese ya no digamos fastuoso, ni siquiera capaz de albergar un glamour así sea de mentiritas, sino al menos que no fuera, como ahora, una muy acabada muestra de cómo se le hace para pasar por agua el entusiasmo propio.

LOS NO INVITADOS

Así se llama la cinta ganadora del Ariel al mejor cortometraje, dirigida por Ernesto Contreras, pero el título sirve también para nombrar a tres o cuatro inasistentes, entre los cuales destacaron la congruencia y la mesura. Sus contrarios –sólo añada usted los prefijos "in" y "des"–, combinados, son la única explicación posible para entender por qué, en más de un momento, hubo sobre el escenario verdaderos tumultos recibiendo un Ariel. El misterio del Trinidad, Zurdo y Vera compitieron por el premio a la mejor música compuesta para cine; de ellas, sólo la primera no se lo llevó. Japón y Nicotina disputaron, entre ellas y contra El misterio... y Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor, el Ariel al mejor guión original, y se lo llevaron ex aequo. Pero el verdadero colmo fue con el Ariel que reconoció a los ganadores al mejor sonido: de cuatro competidoras, Mil nubes de paz..., Nicotina, Vera y Zurdo, sólo esta última no ganó. Tal como lo lee: tres de cuatro se llevaron el Ariel.

Para decirlo con la misma falta de seriedad que permite reparto tan generoso, tal parece que el chiste consistía en que nadie se quedara sin trofeo... Si esto no es abaratar un premio que de suyo anda como Pedro Infante –"volando bajo" –, ¿cómo entender a una Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas que todo lo encuentra premiable? Descarte usted el miedo a equivocarse, porque el tino en otras categorías fue uno más de los no invitados.

Y para decirlo con el mismo libre albedrío que es de suponer ejercieron los jurados, tal pareciera que se recurrió al viejo expediente de nominar lo insoslayable para premiar más a gusto lo inexplicable. Sólo puedo decirlo a título personal, pero de verdad no entiendo qué criterio permitió que Volverás, de Guillermo Granillo, ganara el premio a la mejor fotografía sobre Nicotina, pero sobre todo por encima de Japón, las otras nominadas. Mejor vestuario y diseño de arte para Zurdo, así como mejor maquillaje para Vera, son manifestaciones de un confeso apantallamiento, pues así se reconocieron el exceso e inclusive la estridencia, en una lógica según la cual un vestido es más bonito si se le ven mucho las costuras.

JAPÓN ESTÁ EN LAS ANTÍPODAS...

...y lo mismo las Mil nubes de paz..., o al menos esa parece haber sido la percepción de quienes juzgaron los llamados rubros más importantes. La cinta de Carlos Reygadas, reconocida en numerosos festivales, así como la de Julián Hernández, compitieron con la de José Luis García Agraz –El misterio del Trinidad– en la categoría de mejor película, y ellos, a su vez, compusieron la terna al mejor director. Dice el refrán que "lo que se ve no se juzga", y aunque en una premiación cinematográfica se trata precisamente de contradecir dicho aserto, si usted vio las tres películas tendrá las mismas dificultades que un servidor para aceptar que El misterio..., con todo y director, le parezca a Alguien mejor que las otras dos. Japón estaba nublado o las nubes hablaban en japonés, el caso es que el jurado decidió premiar una película mucho menor en todos los órdenes.

SÓLO UNA DE CAL

Eso sí, bien por el Ariel de Oro a los Estudios Churubusco, en aras de defender un espacio vital para el cine y evitar su muerte a manos de nuestras ínclitas autoridades, tan buenas para vender como incapacitadas para entender.