Jornada Semanal, domingo 25 de abril de 2004        núm. 477


PUERTO RICO Y MÉXICO
(V y última)

Los contactos entre México y Puerto Rico vienen de lejos. Compartimos una figura literaria excepcional, don Bernardo de Balbuena, el autor del poema épico "El Bernardo". Fue abad de Jamaica y pasó un tiempo en México. Ahí escribió uno de los poemas fundamentales del virreinato, "La Grandeza Mexicana", ejemplo insigne de elogio y celebración de "los alimentos terrenales". Don Bernardo fue obispo de Puerto Rico. Los piratones holandeses le quemaron su biblioteca, trauma del cual no logró reponerse. Lope de Vega lo celebra en el "Laurel de Apolo" al asegurar que "nunca Puerto Rico fue tan rico" que cuando don Bernardo estaba al frente de su obispado.

La rica tradición teatral de la isla tiene en René Marqués, Luis Rafael Sánchez y Roberto Ramos Perea sus mejores dramaturgos, mientras que la antropología cultural ha encontrado en Ricardo Alegría, sabio animador de la cultura, al defensor incansable del patrimonio espiritual de la nación puertorriqueña. Ahora, para combatir los achaques mentales de la senectud, leo con cuidado a los maestros Meléndez y Acevedo y me acerco a generaciones más nuevas representadas por Elidio la Torre, Pol, Esteban, Mayrim Cruz-Bernall, Mario Antonio Rosa, Alberto Martínez Márquez, Mario R. Cancel y Ángel L. Matos

Las casas editoras de la Universidad de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y el Ateneo, junto con algunas y muy heroicas empresas privadas, como Huracán, Cultural, y las que anima Patricia Gutiérrez Menoyo, mantienen, contra viento y marea, la llama de los libros de una manera casi apostólica. Pienso, además, en la revista universitaria La Torre, emblema de la literatura insular.

José Luis Vega, Hjalmar Flax y Edwin Reyes me enseñaron que el poeta debe mantener abiertas las preguntas sobre la razón de su quehacer. Esta actitud representa el espíritu literario de una nación de personalidad inconfundible, por más que algunos de fuera y dentro se esfuercen en confundirla o que ella misma, en momentos depresivos, piense que se confunde.

Desde siempre he tratado de asomarme al abismal misterio de la evocación poética. Algunos versos me han acercado a esa fuente secreta:

el ciervo vulnerado por el otero asoma
                                          San Juan de la Cruz,
                            alfa y omega de nuestra poesía
a contemplar mi estado
                                           Garcilaso de la Vega
serán ceniza más tendrán sentido,
polvo serán mas polvo enamorado
                                                             Quevedo
splendour in the grass
                                                        Wordsworth
April is the cruelest month
                                                                  Eliot
La ciudad irá contigo
                                                               Kavafis
Nao quero nada
                                                               Pessoa
y en nuestros desolados corazones
el desierto, el desierto y el desierto
                                                                 Othón
ojos inusitados de sulfato de cobre
                                                      López Velarde
el mar, el mar que siempre está empezando
                                                                 Valéry
y muchos más...


Ahora me siento dentro de un cuadro de Oller en el que todo es apacible y misterioso, mientras brilla tenuemente una tensión contenida. Desde ahí escucho la voz de Luis Palés Matos diciendo la palabra que le cercaba el alma y le recorría el cuerpo: "Kalahari". En ella encontró su porción del misterio de la creación poética: "Kalahari". Gracias Puerto Rico por habernos dado la poesía de Palés Matos.
 
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA