Ojarasca 84  abril de 2004


El nagual

Carlos Ortíz Segura

La voz aguardientosa de Pablo Mascalagua que cantaba "por un querer" alertó a la pareja. Nicho Ferral se incorporó rápidamente del catre a pesar de las súplicas de Rosa, que insistía en terminar el arrebato pasional. Nicho Ferral al escuchar que el esposo de Rosa intentaba meter la llave en el ojo de la cerradura se apresuró a vestir y despidiéndose de su amante con un pellizcón de nalga salió de la habitación. Uno de los niños que dormía en el cuarto contiguo comenzó a hablar dormido, Nicho por un momento pensó que Pablo Mascalagua lo había descubierto saliendo de la recámara matrimonial.

Un sudor helado mojaba la cara de Nicho, y el canto de un gallo que anunciaba el amanecer lo puso más nervioso. Con larga zancada atravesó el patio y en su apurada carrera volteó la olla del nixtamal, le piso la cola al gato, que maulló lastimeramente, y tiró parte de la cerca de otate que daba a la calle. Pablo Mascalagua sólo alcanzó a ver una sombra que se deslizaba veloz y aunque pasó relativamente cerca de donde estaba parado, el alcohol consumido no le permitió reconocerlo.

Al día siguiente Dominga Tassinari contó en la cola para las tortillas que un perro grande con rasgos humanos había atacado a doña Rosa "La Mapacha" , esposa de Pablito Mascalagua. Al parecer, el perro estuvo a punto de matarla pero la oportuna llegada de su marido evitó que le hiciera más daño, fuera de unos rasguños en la espalda y chupetones por todo el cuerpo, como si hubiera querido succionarle la sangre; el perro, además, había tirado la olla de nixtamal y atacó al gato dejándolo casi muerto, cuando escuchó que llegaba Pablo tiró la cerca para escapar. Luis Domínguez, que además de puto era sordomudo, dijo con señas que en la noche él había sentido mucho calor, como cuando era el preferido del presidente municipal, pero que ahora que ya se había regenerado eso no era más que una señal de que algo malo andaba rondando el pueblo. Petra Salas comentó que a ella le faltaban dos gallinas, y doña Carolina Chía hizo el comentario de que recién al padre Filemón le habían vuelto sus dolores de espalda y ya no se conformaba con una sobada sino con dos y por las noches; doña Delia, que acababa de formarse en la cola para las tortillas, dijo que anoche un nagual había atacado a su marido cuando venía de la cantina y que lo dejó lleno de moretones y rasguños por todo el cuerpo y con el pantalón y los zapatos embarrados de nixtamal. Odorico, el tortillero, le preguntó a doña Delia que cómo sabía que era un nagual lo que había atacado a su marido. Doña Delia le respondió que Nicho su esposo se lo había topado de frente, que el perro caminaba en dos patas y le salía fuego de los ojos.

En la misa vespertina el padre Filemón exhortó a sus feligreses a estar unidos y rezar mucho, pues al parecer una bestia había escapado del infierno y andaba haciendo de las suyas.

Al paso de los días el calor aumentó, a pesar de que era temporada de lluvia, y una serie de cosas extrañas comenzaron a suceder: la más fea de las solteronas Ferral se casó con un ranchero rico; a los tres días Josefina Mendo, joven católica llena de virtudes, se fugó con un gringo mormón, y la esposa del güero Pancho tuvo un hijo a los cuatro meses después de la noche de bodas, para orgullo de su marido, que presumía de su gran virilidad.

A la semana de su primera aparición el nagual volvió a atacar. Don Silvano Silva, encargado de la construcción del hotel Flamingos y futuro administrador, encontró a su esposa desnuda, acostada a plena luz del día bajo la cimbra, entre bolsas de cemento vacías, varillas, ladrillos y la herramienta del maistro albañil Nicho Ferral. Doña Luisa respiraba aceleradamente y presentaba en el cuerpo rasguños y moretones, como los que le habían hecho a doña Rosa "La Mapacha" , sólo que a la mujer de Silvano se le habían quedado los ojos en blanco, como en trance. Al volver en sí, doña Luisa contó que había subido a los pisos en construcción a ofrecerles de desayunar a los albañiles cuando vio que algo negro se le venía encima, ella cerró los ojos y antes de perder el conocimiento sintió que le desgarraban la ropa y la chupeteaban por todo el cuerpo. El "Negro" Tapia, que junto con Nicho Ferral eran los únicos que a esa hora habían llegado a la construcción, dijo que él no vio nada, aunque escuchó que algo jadeaba como perro en brama, quizá el nagual tenía rabia. Nicho Ferral contó en el Triángulo de las Bramudas que se había topado con el nagual de frente, que lo vio saltar desde la azotea del hotel Flamingos y desvanecerse en el aire, fue tal su susto que le entró una debilidad que no lo dejó trabajar y hasta moretones le habían salido en el cuello.

Con el transcurrir de los días cada vez más maridos denunciaban la presencia del nagual en sus casas y sólo cuando las esposas del presidente municipal y del comandante de policía amanecieron desnudas, llenas de chupetones y con los ojos en blanco, el ayuntamiento comenzó a buscar al culpable, pero por más que se organizaban guardias y rondines nocturnos el nagual no caía y siempre se le veía por distintos rumbos del pueblo, aunque a doña Rosa " La Mapacha" ya la había atacado como seis veces, para envidia de la mayor de las solteronas Ferral que aunque dejaba las ventanas abiertas y la puerta sin cerrar nunca se le había metido nadie a su casa.

Contaba Chivirico que lo que más le preocupaba a la policía era que el nagual atacara a distintas horas del día, siempre en ausencia de los maridos y únicamente a las mujeres, y a pesar de que ya se había consultado a doña Rufa para que adivinara como atrapar o matar al nagual, la vieja curandera no pudo hacer nada, pues era como si las propias mujeres lo protegieran.

Sin embargo, el nagual fue muerto el día en que al padre Filemón le entró la loquera de bendecir casa por casa, el mismo día en que Nicho Ferral mató a su perro doberman de tres balazos. Esa noche Nicho llegó tarde a su casa y encontró a su esposa desnuda, extasiada, con la espalda llena de rasguños y chupetones en el cuello, antes de volverse a dormir doña Delia respondió con voz débil a la interrogante que se pintaba en el rostro de Nicho: me atacó el nagual y un suspiro salió de su alma. A la mañana siguiente el perro amaneció muerto de tres balazos. Serían las bendiciones del padre Filemón o las balas de don Nicho, lo cierto que el nagual nunca se volvió a aparecer, sin embargo a doña Rosa "La Mapacha", según Pablito Mascalagua, ahora la molestaban los chaneques.
 

Carlos Ortíz Segura. Narrador de Tecolutla, Veracruz. Algunos de sus relatos, como éste, se localizan en internet, en el sitio zonezero.com (dedicado principalmente a la fotografía, y animado por el pionero digital Pedro Meyer)

 

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