Jornada Semanal,  domingo 18 de abril  de 2004                núm. 476

Luis Tovar

GUADALAJARA DE/MUESTRA (II Y ÚLTIMA)

La dura realidad colaboró con el malinchismo para que la conclusión mayoritaria de los asistentes a la Muestra fuese incontestable: qué bien anda, en términos generales, y por lo poco que aquí se pudo ver, el cine iberoamericano en general, y qué lamentable paso el del cine mexicano en comparación.

La XIX Muestra incluyó cinco secciones oficiales: largometraje y cortometraje tanto mexicanos como iberoamericanos, y documental, en la que entraron ambos. De hecho, fue esta la categoría en la que mejor se defendió nuestro cinito. De diez filmes en competencia, México participó con una cumplidora coproducción méxico-alemana titulada ¡Bailar para vivir!, de Cordelia Dvorák, con Los niños de Morelia, de Juan Pablo Villaseñor, uno más sobre el exilio español, pero sobre todo con el fresco y agradable Mi casa es tu casa, de Madeleine Bondy, en la que se hizo viajar a carteros de cuatro países para que conocieran de primera mano la realidad postal, por decirlo así, de otras latitudes.

Dos documentales destacaron sobre el resto: La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Medem, que da cuenta de manera casi exhaustiva del problema vasco, eta, los partidos políticos, el así llamado separatismo, la vieja y noble cultura euskera, el carácter y la convicción de sus habitantes, el idioma y su defensa, la obligatoriedad de la doble lengua, los prejuicios, los agravios, el terrorismo de Estado, el terrorismo a secas... todo antes del 11 de marzo pasado, para dar una perspectiva amplísima de un conflicto signado mediáticamente por los oídos sordos, el prejuicio ideológico y la cortedad de miras de quien no está directamente involucrado.

Por su parte, el brasileño Ómnibus 174, dirigido por José Padilha basándose en tomas reales transmitidas por televisión, recupera en un trabajo bien estructurado el secuestro de un autobús urbano en Río de Janeiro ocurrido en junio de 2000. Padilha supo trascender el amarillismo televisivo e hizo de su documental un contundente estudio sociológico de las causas y las consecuencias de la sobrevivencia en la calle de centenares de menores de edad, que en Brasil alcanza tamaños de tragedia a veces teñida, como es el caso, de sangre hecha derramar por quienes deberían ser garantes de la protección y la seguridad.

DE VARIA FICCIÓN

En cantidad, el retroceso de la sección oficial mexicana fue alrededor del cuarenta por ciento, al pasar de quince largometrajes el año pasado a los nueve que incluyó en esta ocasión (aunque en 2003 esa sección contuvo producciones documentales y de ficción).

Adán y Eva (todavía), de Iván Ávila Dueñas, parte de una idea muy pequeña y se empeña en alargarla durante más de hora y media. Se supone aquí que los "padres de la humanidad" son inmortales, que la vida les aburre muchísimo y que no importa nada de lo que pueda sucederles, que ellos no morirán ni perderán el gesto de tedio infinito. Estéticamente, la película obedece a criterios tremendistas que Ávila ya había mostrado en sus cortometrajes; argumentalmente, créalo usted o no, el director confesó no haber partido de un guión, cosa que se echa de ver bastante.

Un amor silencioso, de Federico Hidalgo, consiste en un triángulo amoroso que involucra a dos países y tres personas. No es recomendable esperar grandes vuelos narrativos de esta historia sobre un canadiense que contrae matrimonio con una mexicana, pero termina enamorándose de la madre de su esposa, incluida en contraveniencia al famoso onceavo mandamiento ("no harás mal tercio"). Salvo el inicio, filmado en la cinematográficamente atípica Toluca, todo transcurre en Canadá. Y salvo ese inicio, que por momentos parecía apuntar al desarrollo ficticio de la problemática de la inmigración cuasi-legal, el resto se deslava en dos o tres lugares comunes: la ausencia del amor y su surgimiento donde menos se esperaba, la búsqueda de permanencia de una tercermundista en un país de primer mundo, la incomunicación entre dos que no hablan el mismo idioma…

Como las dos anteriores, Un día sin mexicanos, del otrora cortometrajista y músico Sergio Arau, Las lloronas, de la veinteañera Lorena Villarreal, así como la sorprendente Temporada de patos, de Fernando Eimbcke, también son óperas primas. Esta última fue, merecidamente, la ganadora de los premios más importantes de la Muestra, de lo cual se hablará en una próxima entrega.