Jornada Semanal,  domingo 18 de abril de 2004           núm. 476

JAVIER SICILIA

HYBRIS Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

La palabra pecado, que ha hecho parte del ethos crisiano de Occidente, a fuerza de interpretaciones erróneas, de satanizaciones estrechas, ha perdido su verdadera y profunda significación. Decir pecado en nuestra época se ha convertido en sinónimo de represión y de culpa. Hay, sin embargo, un término que, venido también de Occidente, significa lo mismo y que puede devolverle a la noción de pecado su verdadera significación: hibrys, la arrogancia que desborda los límites y que Némesis, la justicia vindicadora, compensa. Una frase de Heráclito la define muy bien: "El hombre no sobrepasará sus límites, si no, las herinas, que guardan la Justicia, sabrán castigarlo."

En la Antigüedad, la Némesis la sufrieron unos cuantos héroes. Sólo las élites, que desafiaban los umbrales que la naturaleza había establecido para el hombre, la padecieron. El hombre común, que se movía en los límites, escapaba de ella.

La metáfora más conocida de esa realidad es la figura de Prometeo. Ese héroe no es el rostro de todos los hombres, sino de uno que tomó un camino equivocado. Conducido por un anhelo desmesurado traspasó los umbrales de la condición humana y robó el fuego de los dioses. Némesis cayó, entonces, sobre él: encadenado a una roca, un buitre devoraba sus entrañas y dioses curativos –semejantes a algunos de nuestros médicos modernos– lo mantenían vivo regenerando cada noche su hígado.

La memoria de Némesis hizo del héroe clásico la presencia de la ineludible represalia cósmica; un tema para la Tragedia.

Hoy en día, sin embargo, Némesis, como alguna vez lo demostró Iván Illich, no sólo pertenece a las élites, sino que se ha vuelto endémica. El sueño de la desmesura, que forma parte de las élites que se han apropiado de la sociedad industrial y tecnológica, ha llegado, a través de ellas, al hombre común, que ha comenzado a padece una Némesis cotidiana. Envuelto por la desmesura de la velocidad, de la producción indiscriminada de bienes, de la virtualidad tecnológica y de una medicina que a través de la manipulación genética pretende alcanzar el sueño de la inmortalidad y de la salud eternas, Némesis es un hecho diario que a fuerza de vivirla comenzamos a experimentar como una realidad connatural a nuestra existencia.

Al traspasar los umbrales de energía que cualquier persona utiliza para desplazarse, la industria del transporte no sólo inmoviliza y nos esclaviza, sino que ha generado un tremendo proceso de degradación del medio ambiente que se traduce en sobrecalientamiento de la Tierra. Al traspasar los límites de la producción de alimentos, a través de fertilizantes, de semillas mejoradas genéticamente, de monocultivos y de comida chatarra, la desnutrición crece y las tierras sufren un grave proceso de erosión. Al traspasar los umbrales de la salud, la atención médica produce más dolencias de las que puede curar y nos hace dependientes de instituciones médicas que nos venden promesas que no pueden satisfacer.

La exasperante codicia del mundo moderno y el ciego atrevimiento ha dejado de ser algo que pertenecía al mundo heroico para convertirse en la obligación social del hombre contemporáneo. Haciéndose parte de los deseos desmesurados del mundo económico, cada ser humano se incorpora, sin darse cabal cuenta, al Coro que convoca a Némesis. Pero al hacerlo, hace algo que era inimaginable en el mundo Antiguo: lleva también las herinas a aquellos que permanecen fuera del sistema industrial. Al expandir a través de la globalización los sueños de la desmesura industrial, el mundo económico despoja de sus medios tradicionales y limitados a aquellos que no han entrado en el mercado económico y los arroja a la miseria y el sufrimiento desproporcionados.

Mientras más grande es el progreso de la hybris económica, mayor es el papel que juega la Némesis industrial en dolor, frustración, discriminación y muerte. Nada escapa ahora a sus furias y, sin embargo, nadie quiere mirarlas. Enceguecidos por la hybris del desarrollo y sus promesas de bienestar sin límites, nuestros políticos, sean de izquierda o de derechas, y el hombre común, prefieren seguir el patrón de la mariposa que atraída por la luz de una vela se consume abrazada, que volver a repensarse y a vivir en los límites de nuestra finitud.

Hybris es en este sentido el equivalente del pecado: la desmesura de la arrogancia que un día llevó a Adán y Eva a sucumbir a la tentación de ser como dioses y que se opone a los límites que un día la encarnación del Verbo nos reveló.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez y levantar las acusaciones a los miembros del Frente Cívico Pro Defensa del Casino de la Selva.