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México D.F. Domingo 18 de abril de 2004

Guillermo Almeyra

Cuba y la voz del amo

La RCA Víctor hacía su propaganda con un perrito fox-terrier que escuchaba obedientemente la bocina de un gramófono del que salía "la voz del amo". Parece que George W. Bush, el hombre de la Enron, de las petroleras y de los fabricantes de muerte, es también el continuador del amo escondido en los productos de la RCA y que el gobierno de Fox es el fox-terrier de entonces.

México, en efecto, ha dado el voto decisivo para la campaña del amo contra Cuba. Lo ha hecho cínicamente en nombre de las garantías básicas votando junto a gobiernos notoriamente "defensores de los derechos humanos", como el de Bush, que no pasa una semana sin quemar en la silla eléctrica a alguien sin fijarse en detalles mínimos como, por ejemplo, si las víctima son mexicanas, o como el de Israel que, salvo el canibalismo, ha recurrido a todas las atrocidades contra los palestinos, o el de Colombia, que se apoya en paramilitares y en tropas de ocupación extranjeras. Lo ha hecho pasando por todas las humillaciones posibles, como la de escuchar de boca del gobierno de Estados Unidos cuál habría sido su decisión antes mismo de adoptarla oficialmente y quedando, por tanto, como mal muñeco de un pésimo ventrílocuo repitiendo tarde y mal lo que todos escucharon del patrón. Lo hizo votando por la aventura de Bush en Irak a la cual lamenta haberse opuesto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y que trata de hacer olvidar en toda ocasión posible con su servilismo.

Es un voto miserable, porque dio a Estados Unidos el sufragio que faltaba para hacer aprobar su agresión diplomática, y porque todos saben que el voto contra Cuba forma parte de la preparación de la agresión contra la isla, la cual ha sido mil veces anunciada, sobre todo desde la invasión a Irak. Y porque nadie ignora que el Bush hundido en los pantanos iraquíes trata de reforzar su campaña presidencial tambaleante dando prendas a la mafia cubano-estadunidense de Miami y ganando a costa de los palestinos el voto de la derecha judía.

Es un voto vergonzoso porque la campaña de Bush contra Cuba ofrece nuevamente a los más imbéciles de sus conciudadanos la repetición del truco belicista y ultranacionalista que le funcionó en los primeros tiempos de la invasión a Irak, cuando insistió en condenar y aplastar a las "fuerzas del mal", en Bagdad y en La Habana y, si llegase a ser necesario, inclusive en Caracas, Brasilia y Buenos Aires, que "atentan contra la seguridad nacional estadunidense" al no plegarse cuando escuchan restallar el látigo del amo amaestra fox-terriers.

Es un voto infamante, de un gobierno títere, porque en Tlatelolco saben que su sufragio aleja más a México no sólo de Cuba y de los países dependientes sino también de los del Mercosur, sin cuyo apoyo México dependerá totalmente de Estados Unidos y se convertirá, como lo está haciendo, en algo así como South Texas.

Es un voto criminal, violador de toda la tradición diplomática mexicana y latinoamericana, porque el fox-terrier y el resto de la jauría no pueden ignorar que la guerra diplomática contra Cuba forma parte integral de la guerra infinita, librada con todas las armas, que Bush ha colocado como centro de su doctrina internacional. México, por tanto, no sólo votó contra un país hermano, latinoamericano, y en favor del país imperialista que robó la mitad más rica de su territorio: votó también por la guerra imperialista y se candidateó al cargo de primer lacayo en la fila de sirvientes que obedecen al amo desde las casas de gobierno centroamericanas.

Es cierto que en Cuba los disidentes -muchos de los cuales, pero no todos, eran agentes extranjeros que conspiraban contra su país- fueron condenados a penas muy duras, pero Estados Unidos organizó la invasión de Bahía de Cochinos, saboteó de mil maneras la economía isleña, bloquea Cuba desde hace decenios y organizó el terrorismo (explosión del barco belga Le Couvre en el puerto de La Habana, intentos reiterados de asesinar a Fidel Castro), desde mucho antes del caso que es ahora el pretexto para condenar a Cuba. Es cierto que el fusilamiento de los delincuentes vulgares que secuestraron un transbordador fue un crimen, peor aún, fue un error político, porque colocó a Cuba al mismo nivel que Estados Unidos, en la aplicación de la pena de muerte, como si La Habana estuviese en Texas y los valores socialistas fuesen compatibles con los métodos capitalistas. Pero quienes votaron contra Cuba no pueden tirar la primera piedra porque tienen un historial de horrores coloniales o dictatoriales y en México mismo todavía está pendiente el castigo a los responsables de la guerra sucia, que gozan actualmente de privilegios y protecciones. El cinismo de los organizadores del voto contra Cuba tiene como único antecedente el cinismo de Bush al decretar la invasión a Irak mucho antes de los oscuros atentados del 11 de septiembre, y mentir diciendo que lo hacía porque Irak tenía armas de destrucción masiva que amenazaban no sólo la seguridad nacional estadunidense sino también a la humanidad. Es lógico: los mismos autores escriben todo el guión de la película de horror. Los que en México acataron la voz del amo y aceptaron un papel infame en ella serán recordados por todos, porque llevan en su frente la marca indeleble de Caín.

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