Jornada Semanal, domingo 11 de abril de 2004          núm. 475
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

MYRIAM MOSCONA: CAVAR EN EL MISMO HOYO

Siempre ha tenido cerca a San Juan de la Cruz, a Rilke y Paul Celan. Sus poetas cambian conforme avanza el tiempo, pero esos tres le resultan compañías constantes en su tarea de hundirse en la oscuridad y la luz de la palabra, en ese juego multiplicado de la palabra escrita que Myriam Moscona (DF, 1955) ha emprendido desde la poesía, el periodismo, la traducción y la adaptación de obras teatrales.

De niña no supo que se iba a dedicar a la poesía. Le interesaban más la pintura y el teatro. Fue en la preparatoria cuando hizo más consciente el deseo de escribir y, posteriormente, cuando estudiaba la carrera todos sus intereses se concentraron en la poesía de una manera natural pero también obsesiva, como si hubiera querido reponer aquellos años en que sus ojos apuntaban hacia otro lado.

Su padre murió cuando era muy pequeña y su mamá, cantante de ópera en Bulgaria y en Israel, acabó por dedicarse a mantener a la familia. Sin la presencia paterna, creció en una familia de mujeres y, con ellas, alimentó esa idea exacerbada entre el género de hacer lo que nos da la gana. Su madre falleció a los veintidós años de la joven poeta y desde entonces recuerda las palabras que la invitaban al empeño y a la disposición completa: "Hagas lo que hagas, debes de entregarlo todo allí." Es como si le hubiera recomendado que aun cuando cambiara de instrumentos, siguiera cavando en el mismo hoyo.

Estudió Comunicación en la Iberoamericana y en este universo ha sido productora, guionista y conductora de programas de radio y TV como Poesía en voz baja, el noticiero cultural 9:30 de Canal 22 y El llano en llamas, adaptación radiofónica de cinco cuentos de Juan Rulfo. Para ella, el camino del periodismo le ha proporcionado un salario, buenas experiencias y adrenalina. Pero no lo observa como una tarea divergente de la poética. De hecho, ve que en la historia de los poetas son innumerables las profesiones que se desarrollan paralelamente a la creación de una obra. Y, entre ellas, el periodismo está –para bien y para mal– más relacionado con cualquier actividad literaria.

Creadora de los poemarios Último jardín (1983), Las visitantes (Premio de Poesía Aguascalientes 1988), El árbol de los nombres (1992), Vísperas (1996) y Negro Marfil (2000), también ha escrito poesía infantil en Las preguntas de Natalia (1993) y realizó la compilación de semblanzas de setenta y cinco poetas en De frente y de perfil (1994).

Hacer poesía hoy en México es estar en la marginalia total pero con un buen conocimiento de causa y sin rabietas. Así lo asume desde que optó por este camino en que une contrarios, busca la alianza de lo mundano y lo divino, traza palabras y dibujos como en un cuadro dual y complementario donde busca la participación del lector.

Poeta, ha emprendido la labor de traducir a otros. Junto con Adriana González Mateos se cambió de ojos y de oídos para traducir La música del desierto (1996), de William Carlos Williams. Le apasionó esa mutación temporal de sentidos hacia una obra ajena, resultado de la madurez. Ése, el penúltimo libro que publicó Williams antes de morir, concentra muchas cosas que el autor buscó en su poesía y que allí respiran de forma natural. El trabajo recibió el Premio Nacional de Traducción de Poesía en 1996.

El teatro ha sido otro mundo de su interés. Actuó en Terror y miseria del Tercer Reich, pieza adaptada por ella, y en Los empeños de un engaño. La adaptación de la obra de Brecht fue un divertimento en aquel periodo de su vida dedicado al teatro. Estando allí se activó una zona de su cerebro que le dijo ¡no!, y hoy agradece estar en otro gremio. Sin embargo, adaptar una obra de un medio a otro le resultó apasionante; sucedió con Brecht y también con Rulfo, cuando adaptó algo de su obra a radio, pues ambos se convirtieron en una labor de traducción.

Por lo pronto, actualmente traduce (junto con Guadalupe Alonso) unas cartas de amor del poeta italiano Salvatore Quasimodo (Nobel de Literatura 1959). De su propia poesía, está en la conclusión de un proyecto que lleva cocinando tres años o más. Está relacionado con su experiencia en la natación y las drogas. También se afana en los modos de escribir con una sintaxis nueva, en una lengua tan antigua como El Mío Cid, pues hace un conjunto de poemas en ladino, la lengua en que le hablaban sus abuelas. No sabe a dónde le llevará todo eso. Pero de eso se trata el acto poético, de ir a tientas y sin nada seguro, colocando la mirada en varios frentes pero cavando siempre el mismo hoyo, como le dijo su madre.