Jornada Semanal, domingo 4 de abril de 2004        núm. 474

PUERTO RICO Y MÉXICO (II de IV)

Un momento importante de nuestra relación cultural fue la presencia de Puerto Rico como país invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Todas las casas editoras de la isla presentaron sus libros, se efectuaron mesas redondas sobre distintos aspectos culturales y se celebraron homenajes a Palés Matos y Julia de Burgos. Luis Rafael Sánchez pronunció la conferencia magistral de la Feria. Su intervención influyó y sigue influyendo en el desarrollo de los estudios sobre la cultura popular latinoamericana. A mí me tocó el honor de presentar en tres ferias los libros de Edgardo Rodríguez Juliá, Cartagena, Sol de medianoche y Mapa de una pasión literaria. Por esas fechas, el Periódico de Poesía de la unam-Bellas Artes, publicó una antología de la poesía de Puerto Rico. Por otra parte, el suplemento cultural La Jornada Semanal ha publicado dos números dedicados íntegramente a la cultura de la isla y, con frecuencia, aparecen en sus páginas colaboraciones de escritores como Luis Rafael Sánchez, Carmen Dolores Hernández, José Luis Vega, Luis Trelles, Mercedes López Baralt y Hjalmar Flax. Hace unas semanas salió un adelanto de la novela de Luis Rafael Sánchez, Bolero a la manera de Cervantes y muy pronto aparecerá un texto sobre Matos Paoli.

En la actualidad varios escritores y periodistas mexicanos nos dedicamos a la promoción de la literatura puertorriqueña. Como un ejemplo de nuestra tarea daré lectura a un trabajo de divulgación publicado en la prensa cultural de mi país:

Hablamos de una pequeña isla (la menor de las Antillas Mayores, la mayor de las Menores), Estado libre asociado de la Unión Americana, hispanoparlante, llena de música y de talento artístico, sujeta a los patrones del consumo frenético (la Plaza de las Américas de San Juan es el mayor centro comercial de todas las Antillas) y dueña, a pesar de todo, de su propio ritmo vital, de su manera de caminar sintiendo el cuerpo, de su idea del trabajo y de la fiesta, de su forma de sacralizar todos los momentos de la vida dejando la puerta abierta a los misterios, pues hay en el mundo "más cosas que las que sueña nuestra filosofía". Se llamó San Juan Bautista de Borinquen en tiempo de los españoles; la piratería, el "situado mexicano" y el aromático comercio del café, el tabaco y la caña de azúcar que tenía en Ponce su punto de salida y de llegada, su lazo de unión con las islas del espeso patois, el sorprendente "papiamento", el español caribeño, el inglés con vaivén de calipso y los remanentes de las lenguas africanas que, junto con los orixás sincretizados con deidades y santos católicos, aportaron a América su vigor físico, su gracia corporal, su despierta inteligencia y su atado de pobres y suculentas raíces: ñame, malanga, mandioca, yuca, yautía y batatas de distintos colores y sabores.

Hablemos de sus poetas románticos: José Gautier Benítez y Lola Rodríguez de Tió, celebrada por Rubén Darío, quien la llamó "hija de las islas", y seguidora de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Gautier exaltó el paisaje y la historia de su tierra con la intensidad propia del romanticismo. Para doña Lola, Cuba y Puerto Rico son dos alas de la misma ave que vuela tranquila en la noche del trópico o que sucumbe al embate enloquecido del ciclón.

Luis Palés Matos, nacido en 1899 y muerto en 1959, es, sin lugar a dudas, uno de los grandes de la poesía en lengua española. Su constatación poética de la presencia rítmica y misteriosa de Nigricia en la realidad caribeña, abrió una veta que más tarde exploraron Nicolás Guillén, Pereda, Guirau, Tallet, Carpentier, Cesaire, Ballagas, Langston Hughes y Claude Mackay. Puede decirse lo mismo, aunque su temática sea distinta, de Derek Walcott. Fue el norteamericano Vachel Lindasy el primero en cantar a la poderosa presencia negra en el contienente, pero Palés fue el iniciador indiscutible de lo que la notable crítica Mercedes López Baralt llama "el negrismo en las Antillas hispánicas". Por las calles de Palés caminan, moviendo el "caderamen" cósmico, "Tembandumba de la Quimbamba" y la "mulata-antilla", y lo hacen "para que rabie el Tío Sam" y para que el ritmo de la tierra reafirme sus aspectos de alegría, deseo y humanidad verdadera. Otras vertientes tiene la poesía palesiana, la más interesante es la perteneciente al ciclo de "Filí-Melé". 

(Continuará.)

HUGO GUTIÉRREZ VEGA