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México D.F. Viernes 2 de abril de 2004

Horacio Labastida

Cárdenas tiene razón

Son dos las principales propuestas que Cuauhtémoc Cárdenas ha hecho recientemente al pueblo de México y al Partido de la Revolución Democrática (PRD). La primera -Un México para todos, construyamos un proyecto alternativo- resume principios y estrategias para elaborar el proyecto nacional que recobre el desarrollo del país en función de los intereses del pueblo, cuyo contenido sería guía inapelable en nuestro trato con los demás estados, incluido por supuesto Estados Unidos.

En la exposición de la alternativa hay una concepción esencial: lo nacional no excluye, como pretenden las clases dominantes, el ingreso a los procesos de globalización; por el contrario, se les admite siempre y cuando sean resultado del libre ejercicio de las soberanías, y de ninguna manera la opresión del capitalismo trasnacional emboscado en gobiernos que lo apersonan sobre el resto del mundo.

Lo que México no tolera es subordinar su destino a la lógica de los grandes señores del dinero bien delineada por los actuales habitantes de la Casa Blanca. En el momento en que el presidente George W. Bush proclamó su derecho a desatar guerras preventivas contra quienes califique de terroristas, instituyendo al mismo tiempo un régimen interior -la ley patriótica- que permite apresar y sentenciar sin respeto a los derechos humanos, y a fundar campos de concentración tipo Guantánamo, se echaron los cimientos de un totalitarismo neonazi, unilateral y hegemónico que permita a la elite del poder económico absorber las plusvalías de los trabajadores del mundo junto con sus recursos naturales, y la revelación de una verdad única apoyada en un aparato militar aniquilante hasta de la más pequeña disidencia.

Se trataría de la monopolización de la conciencia humana por una minoría enriquecida y dueña del mando supremo económico y político del planeta. Sólo esta minoría podría decidir y hacerse obedecer por los demás, ideología ya ensemillada en el Consenso de Washington.

Esa es la situación que en grados cada vez más agudos se refleja en México desde el indiscutible ascenso del Tío Sam durante la última posguerra, subrayada después de la caída de la Unión Soviética hace menos de tres lustros. Los síntomas de la patológica preminencia se advierte en las cínicas burlas a Naciones Unidas con motivo de la tragedia del 11-09-2001 y la consecutiva guerra contra Irak, diseñada por la Casa Blanca y el primer ministro inglés con bien planeadas y perversas mentiras.

En esas circunstancias los mexicanos tomamos conciencia de la dependencia en que nos encontramos con motivo de las múltiples formas de entreguismo practicado por un presidencialismo autoritario que aplaudió los llamados Tratados de Bucareli (1923), el Tratado de Libre Comercio (1994) y el Estado empresarial de los recientes tres años. Económicamente México es hoy más dependiente que nunca de los monopolios del capitalismo financiero e industrial, esto explica la aparente decadencia en todos los órdenes del ser mexicano. Urge detener esta caída hacia la nada, y a tal finalidad corresponde la citada propuesta de Cárdenas como un camino hacia la redención de la dignidad nacional.

La otra propuesta fue hecha en el octavo congreso nacional del PRD. Los golpes televisivos cimbraron a un PRD invitado por Cárdenas a revisarse con profundidad y planear una refundación sana y creadora ante los verdaderos problemas nacionales. Al efecto, recordando los análisis que en su momento formuló el jurista Samuel del Villar, sugirió la renuncia del actual Consejo y la elección de otro inspirado en un programa sustanciado en los sentimientos del pueblo, que el propio Cárdenas resumió en las clásicas banderas insurgentes de soberanía, libertad y justicia modeladas con los ideales del México actual.

La debacle no se hizo esperar, porque se vieron en peligro los privilegios de las facciones que dentro del partido han debilitado su proyecto original en favor de un pueblo que vitalmente urge de instancias que lo representen en la lucha por el triunfo del poder moral en el poder político.

Las conclusiones son iluminantes. La contradicción fundamental entre la soberanía enajenada y la autodeterminación dio lugar a que la honestidad del gobierno de López Obrador y la posibilidad de una refundación de la izquierda mexicana en el PRD fueran vistas como un riesgo para la seguridad corporativa del dinero, por tanto saltó la necesidad de sabotear al Gobierno del Distrito Federal y al PRD a través de tácticas de corrupción y mediáticas que los pusieran en crisis ante la opinión pública y ciudadana. López Obrador y el pueblo han superado las fuertes embestidas del enemigo, mas en el PRD aún no se miran síntomas alentadores. Sólo una clara toma de conciencia de las causas recónditas de la confusión que nos arrastra podrá hacer que la grandeza triunfe sobre las pequeñeces que suelen llevar a los hombres hacia el desastre

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