Jornada Semanal, domingo 28 de marzo  de 2004           núm. 472


Germaine Gómez Haro


MIGUEL COVARRUBIAS:
UN HOMBRE DEL RENACIMIENTO

Este año se cumple el centenario del natalicio de Miguel Covarrubias, personaje fundamental en la cultura mexicana del sigo XX que alternó el estudio pormenorizado de la arqueología y la etnografía con su labor creativa, aportando un legado artístico y científico único en nuestro país. Covarrubias fue un artista cabal que se desempeñó como pintor, dibujante, caricaturista, ilustrador y cartógrafo. En forma paralela y complementaria, realizó una labor destacada como investigador y teórico de las culturas indígenas y es considerado un pionero de vanguardia en la renovación de la museografía, así como en la innovación de nuevos léxicos interdisciplinarios en la coreografía y escenografía de la llamada "época de oro" de la danza mexicana. Su participación profunda y apasionada en todos los terrenos que exploró revela a un gran humanista en el más amplio sentido del término, prototipo del "extraordinario virtuosismo de un hombre del Renacimiento, un uomo universale", como lo denominó John L. Brown. El Museo del Templo Mayor le rinde homenaje con la exposición Miguel Covarrubias: Arqueólogo apasionado, una pequeña pero lúcida muestra que destaca la relevante participación del artista en el estudio y divulgación de la arqueología mexicana.

A pesar de la magna exposición presentada en el extinto Centro Cultural/ Arte Contemporáneo en 1987, que fue el detonador de la revaloración de Covarrubias como artista plástico y científico eminente, aún no se le ha otorgado la dimensión que merece. La exhibición del Templo Mayor se centra en su vínculo con la arqueología mexicana, a través de documentos que evidencian su participación directa en excavaciones importantes como la de La Venta con Mathew Stirling y la de Monte Albán con Alfonso Caso, quien le profesó su admiración y reconocimiento: "Covarrubias dio a la arqueología mexicana algo que le faltaba y que nosotros no podíamos darle: una percepción estética de la forma."

Además de su indudable valor artístico, las fotografías y dibujos de Covarrubias constituyen testimonios únicos de obras, piezas, sitios y costumbres ya desaparecidos. Así se aprecia en su publicación monumental sobre el arte indígena de toda América, que habría de aparecer en tres volúmenes profusamente ilustrados con dibujos, acuarelas y grabados de su autoría, como complemento a sus investigaciones teóricas cuyo fin era la divulgación entre el gran público. Vieron la luz los dos primeros tomos: El águila, el jaguar y la serpiente, dedicado a los grupos indios de Norte América (Alaska, Canadá y Estados Unidos), y Arte indígena de México y América Central őtrabajo fundamental que constituye junto a su otra célebre obra, El sur de Méxicoő, "una lección que hasta este momento no ha sido superada", según afirma el arqueólogo Felipe Solís en entrevista en un video documental que se proyecta dentro de la exposición. El manuscrito del tercer volumen dedicado a los indios sudamericanos se extravió después de su muerte.

Se integran a la muestra algunas reproducciones de caricaturas y obras pictóricas relacionadas con el tema de la arqueología. Se incluyen dos retratos originales muy hermosos, el de Rocío Sagaón ősu última compañeraő, y el de Nieves Orozco, pintura portentosa que es, a mi parecer, una de sus obras más logradas. El cuerpo desnudo de la sensual mujer de rasgos mestizos y piel morena color barro remite directamente a las figuras femeninas del Periodo Preclásico mesoamericano conocidas como "Venus de Tlatilco", por lo que su presencia en esta sala dedicada a la arqueología resulta de lo más acertada.

El guión museográfico dedica una sección a destacar sus estudios pioneros sobre el estilo Mezcala, término acuñado por él para proponer una tipología que identifica a cinco grupos formales en el arte de esta región. Se presenta una selección de estatuillas y máscaras de barro y piedra donde se pueden apreciar claramente las diferencias estilísticas. También se hace referencia a la importancia de sus investigaciones en la región de Tlatilco y en torno a la cultura Olmeca.

Su obra plástica, siempre impregnada del cándido aroma de la cultura popular, se caracteriza por el rigor formal y la belleza estética, aunadas a un talante lúdico que dota a su trabajo de una gran frescura y espontaneidad. "Su temperamento de chamaco nunca lo perdió", señaló el doctor y coleccionista Raoul Fournier. De ahí el mote que lo acompañó toda su vida őel Chamaco Covarrubiaső entrañable y admirable personaje que merece ser revisitado y revalorado en todas sus múltiples facetas.