Ojarasca 83 marzo de 2004


Ojarasca en Mumbai

"Tener la razón no es suficiente"

Alfredo Zepeda

Parecía que el Foro Social Mundial en la India sería pequeño, un primer intento por comunicar sus esfuerzos más allá del golfo pérsico. Los foros se habían celebrado en Occidente: la Cumbre de los Pueblos en Quebec, el Foro de Seattle, el Foro Social Mundial tres veces en Porto Alegre.

Los cálculos omitían que el Foro de Mumbai se convocaba en un país que, con un territorio de México y medio, tiene mil millones de habitantes, vecino a China con otros tantos y a las antiguas Persia y Babilonia, agitados todos hoy por las ambiciones transnacionales, donde se viven los mismos problemas creados por un neoliberalismo sin fronteras ni hemisferios.

Las multitudes reunidas llegaron a más de 100 mil. El 16 de enero desfilaron por kilómetros, a pie hacia las explanadas de Goregon, al norte de Mumbai, ciudad de quince millones de gentes, a los terrenos y galeras de una derruida fábrica de jeeps, ahora descomunal sitio de convenciones.

Se acondicionaron 120 salas para seminarios y talleres, construidas con paredes de tela blanca, techo de lámina y soportes de bambú de cinco metros de alto, y siete galeras para las grandes conferencias con dos, cinco, diez mil asientos cada una.
bresson1
Lo más deslumbrante de este Foro fue la manifestación conjunta de la palabra y el símbolo, expresados masivamente en los pensamientos, la voz y el movimiento del pueblo empobrecido, señaladamente los adivasi, los indígenas de la India y Asia. Su protagonismo imprimió el carácter del gigantesco encuentro.

Llegaron en contingentes perfectamente coordinados, de Orissa, Tamil Nadu, Kerala, Bihar, Karnakata, Gugurat, Sharkhand y Maharashtra. Muchos de estos pueblos se han organizado junto con los dalit, los descastados de la India, en la Iniciativa de los Pueblos del Sur de Asia (SAPI, por sus siglas en inglés). Sus propuestas impactaron el programa del Foro, pero su voz más elocuente se manifestó en los lenguajes simbólicos y se tornó revelación porque cruzó sin pedir permiso las fronteras de la infinita diversidad de idiomas del mundo. La música de tambores y flautas, las banderas, el teatro formal, y en los callejones el movimiento en danza de los cuerpos incansables, la conspiración de grupos y bandas fundidas en algarabía multiétnica, no cabía en los ojos ni en los oídos. La muestra de que los pueblos, por explotados que sean, pueden traducir su pensamiento en alegría y que ya ésta manifiesta su capacidad de generar alternativas.

Unieron así su grito al de los refugiados de Buthan, al movimiento Arco Iris de los gays, a los desterrados del Tibet y a los pescadores de Thailandia y de reconocerse como víctimas pasaron a ponerse de pie con toda la fuerza de su cultura ancestral.

Mumbai se cubrió con un manto abrumador de denuncias, descripción de calamidades y llamados a la solidaridad. Continuó la insistencia en la paz contra la guerra en Irak, las alternativas al mercado neoliberal y a las móviles maquilas; por soberanía y gobierno autónomo, por la defensa de la tierra ancestral, el agua y las semillas, contra las omnipresentes Nestlé y Cocacola. Contra la impunidad de la industria minera que ensucia ríos y bosques; contra las semillas transgénicas que destruyen sistemas ecológicos y biodiversidad.

El Foro Social de India reveló también los problemas regionales: el trabajo esclavo de los niños, los matrimonios forzados, los millones de desplazados, la soberanía del Tibet. Y sobre todo el sufrimiento de los dalit, al fondo del sistema socio-religioso hindú.

Estos retos son comunes a toda la humanidad, porque los patrones de exclusión y violencia están globalizados. Los adivasi de Manipur luchan contra la construcción impuesta de la presa de Tapaimulkh sobre el río Barak, que sepultaría sus pueblos, como los tzeltales de Chiapas lo hacen contra la extracción atrabiliaria de electricidad en la cuenca del Usumacinta. Los santal de Uttarpradesh se defienden de la biopiratería en sus selvas, como se defienden los zapotecos de la sierra de Juárez de la entrada de transgénicos en sus campos de maíz. Cuando los mundari de Sharkhand reclaman un gobierno autónomo para ese nuevo estado de mayoría adivasi, recogen las demandas de todos los pueblos indígenas del mundo y sintonizan con los caracoles zapatistas.

Los adivasi de lengua maitili, súbditos de Mandra Munda estaban allí en Bihar antes de la llegada de arios, griegos, árabes y mogules, como los nahuas custodiaban Mesoamérica desde antes de la invasión europea. Aquellos guardaron para la humanidad el arroz, alimento sagrado de Simbonga, dios del cielo, por siete mil años; el mismo tiempo que los indios del Anáhuac mantuvieron la vida del santo maíz, regalo de Quetzalcóatl. Hoy los adivasi de Ranchi y Khunti se vinculan con los indígenas de Darjeeling y Filipinas, desde Timor hasta Patna en la frontera con Nepal y con los aborígenes de Australia en redes con muchos nudos.

Los acuerdos de la globalización desde abajo, ya prefigurados en Cancún, en las montañas de Francia y en el caracol de Oventic, se convalidaron para refrendar el ánimo de que "otro mundo es posible" frente a una tecnomodernización impuesta, contra el etnocentrismo, la intolerancia, el fundamentalismo, y por el respeto, la diferencia, la diversidad cultural, y un mundo donde quepan los muchos mundos.

Al final del encuentro, el estruendo de los tambores de danza de los tamiles guió los contingentes hacia la explanada tras la terminal del ferrocarril de Mumbai, de donde el nombre de la reina Victoria hace tiempo fue borrado. Tal vez el reto principal del próximo Foro, será trascender el esplendor de las culturas y el hervor de las multitudes, y que la resistencia sin violencia no se atrofie, que los nudos de la red se aprieten, que pasemos de las intenciones a las acciones consensadas, para ganar lo que ahora se proclama.

Resuena la palabra de Arundhati Roy: "Nuestro movimiento necesita una gran victoria global. No es suficiente tener la razón. A veces, aunque sólo sea para probar nuestra determinación, es importante lograr algo. Para ganar necesitamos estar de acuerdo, tal vez lograr una agenda mínima".

Nueve días después de la clausura del Foro, llegó el aniversario 56 del asesinato de Mahatma Gandhi, el que llamó harijans, hijos de Dios, a los descastados dalit. Allí mismo en Mumbai, en la discreta casa donde él vivió, cerca de la bahía, puerto de todas las colonizaciones globalizantes, se citaron los devotos de su memoria. El entorno de su retrato se tornó altar cubierto con el olor de las flores amarillas de genda, nuestro zempaxóchitl. Encima de su imagen se leía su frase: "Vamos olvidando que yo soy hindú, que tú eres musulmán, o que soy de Gujurat y tú de Tamil, abandonemos el yo y el mío, en una común nacionalidad india". En el Foro Social Mundial el deseo de Gandhi se volvió vaticinio de una común nacionalidad para todos los pueblos diversos.
 



Foto: Henri Cartier-Bresson. Campo de refugiados, Kurukshetra, Punjab, India
 

regresa a portada