La Jornada Semanal,   domingo 14 de marzo  de 2004        núm. 471

   Compartir para progresar
 

Carlos Alfieri
entrevista con John Sulston


Invitado por el Museo de la Ciencia CosmoCaixa, estuvo en Madrid el científico inglés John Sulston, premio Nobel de Medicina en 2002, para presentar su libro (escrito en colaboración con la periodista científica Georgina Ferry) El hilo común de la humanidad. Una historia sobre la ciencia, la política, la ética y el genoma humano, que editó Siglo Veintiuno de España. Sulston, nacido en 1942 y doctor en Química Orgánica por la Universidad de Cambridge, fue, como director del Sanger Centre de Cambridge entre 1993 y 2000, uno de los principales artífices de la secuenciación del genoma humano.

-¿Se puede decir que el genoma humano es el manual de instrucciones para la fabricación de un hombre?

–Sí, absolutamente. Pero hay que matizar: lo que logramos describir son las instrucciones básicas; de ellas es preciso pasar a lo que sería realmente el manual completo. Es como si pasásemos del diccionario, que explica el significado de las palabras o su traducción a otras lenguas, a la enciclopedia, que nos proporciona todo el contexto. Esta segunda fase es lo que está ahora apenas comenzando.

–Por cierto, dice en su libro que lo que se anunció en 2000 y se publicó en las revistas científicas en 2001 fue "el borrador" del genoma humano, y agrega que su trazado definitivo estará terminado en 2003. Falta poco para que concluya el año. ¿Llegarán a tiempo?

–Sí, en efecto. Este año se publicará la secuencia completa, cromosoma por cromosoma, con toda la precisión que está a nuestro alcance actualmente, aunque queden algunas áreas que se deban explorar más a fondo en el futuro.

–También afirma que la comprensión total del funcionamiento de los genes requerirá varias décadas más de investigación. ¿Cuántas? ¿Qué significará esa comprensión total?

–El estudio de la función de los genes probablemente se prolongará para siempre. Mi expresión "varias décadas" peca de excesivo optimismo. Pero lo que sí es cierto es que apenas dentro de un decenio tendremos una información muchísimo mayor acerca del conjunto de las funciones. Hay que decir que ya se está utilizando el conocimiento adquirido sobre el genoma humano, por ejemplo en el diagnóstico de enfermedades hereditarias, para su prevención. Y se utilizará para identificar la susceptibilidad de ciertas personas a determinadas enfermedades y, en general, para personalizar más los tratamientos médicos. Se trata de un conocimiento tan básico, que va a alimentar una multiplicidad de avances en todas las áreas de la biología.

–Alguna prensa sensacionalista ha afirmado que con el desciframiento del genoma humano se podrán curar todas las enfermedades. ¿Cuáles son los límites reales de predicciones tan optimistas?

–Bueno, la esencia de esos anuncios es cierta, salvo en los plazos que suelen prometer. Porque si llegamos a comprender con absoluta precisión todos los elementos que componen esta máquina que es nuestro cuerpo, cómo funcionan y cómo interactúan, no habrá nada que nos impida saber cómo arreglar sus disfunciones. Pero hay que entender que se trata de una máquina increíblemente compleja; lo que hemos hecho hasta ahora es una parte infinitesimal de lo que queda por hacer para conocerla por completo.

–¿Un gen es portador de una sola información sobre una determinada función o puede serlo de varias?

–Eso es lo que hace, justamente, que nuestra maquinaria sea tan compleja. En algunos casos un gen es responsable de una sola función, sí, pero en general son múltiples genes los que contribuyen a una función, o es un solo gen el responsable de múltiples funciones.

–¿Es legítimo el estupor que ha causado en mucha gente el enterarse de que la cantidad de genes que componen el genoma humano no es tan superior a la de organismos mucho más primitivos?

–El número de genes que tenemos en comparación con un gusano es muy similar, pero el genoma en sí es mucho más largo en los humanos. Y esto se debe a que, aunque la cantidad de genes es prácticamente la misma para todas las especies, al lado de cada gen hay una serie de secuencias que tienen que ver con el control del mismo, y hay además numerosas interacciones entre los genes, que en nuestro caso son enormemente más complejas que en un gusano o en la mosca del vinagre. Como ha apuntado mi colega Richard Durbin, los genes son como los ladrillos, que pueden servir tanto para construir una cabaña como para edificar un palacio. La gran diferencia está en los planos que ha diseñado el arquitecto.

–La lucha feroz que libró la empresa de Estados Unidos Celera Genomic contra el consorcio público internacional Proyecto Genoma Humano (PGH), que usted integraba, para convertir en propiedad privada el desciframiento del código genético,¿ha sido el atentado más brutal contra el principio de la ética científica de compartir el conocimiento con toda la humanidad?

–Por supuesto, es una desviación muy peligrosa de la ética científica, pero tampoco es la primera vez que se intenta privatizar el conocimiento con fines comerciales o de dominio. Pero en mi opinión, tal vez excesivamente optimista, se trata de intentos autolimitantes, porque realmente se avanza mucho más cuando se comparte ese sustrato común de la información y el conocimiento. No hay más que ver lo que ha pasado al final con Celera: se ha hundido totalmente. Lo que sí se ha hecho con éxito a lo largo de la historia es privatizar o mercantilizar los inventos y aplicaciones apoyados en los descubrimientos de la ciencia básica, lo cual es perfectamente lícito. Ahora bien, lo que me he propuesto al escribir este libro es que se pueda generalizar y extrapolar el modelo del trabajo científico en lo que hace a compartir para progresar. Sería muy sano aplicar esta idea a un mundo como el que vemos, desgarrado por conflictos que están llevando a algunos países a situaciones desesperadas. Porque no podremos sobrevivir como especie si no acabamos con las monstruosas desigualdades que imperan en el mundo y si no comprendemos que es necesario compartir, por lo menos un sustrato básico a partir del cual cada uno pueda construir lo que le parezca conveniente.