Jornada Semanal, domingo 14 de marzo de 2004          núm. 471
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

GINA ENRÍQUEZ: PASIÓN LOCA POR LA MÚSICA

A diario, durante unos segundos después de despertarse, a Gina Enríquez (df, 1957) le asalta una inquietud: "¿Estoy loca por ser directora de orquesta sinfónica?" Da unas cuantas vueltas en la cama, la almohada le dará alguna respuesta, y de pronto el pensamiento de la sinrazón desaparece para convertirse en su convicción por lo que hace, por situarse con la madera y la capacidad de dirigir un conjunto sinfónico y, además, por haber conformado en México la primera Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio, o setenta y ocho mexicanas que demuestran su amor por la música como una forma de unión y armonía que contradice eso de que "mujeres juntas, ni difuntas".

A los doce años la guitarra era su compañía. Desde los siete su padre había comprado un piano, su madre estudiaba canto, su hermana también tenía una voz privilegiada mientras Gina respiraba esos aires creativos y prefería como juguetes ciertos instrumentos que después tomarían cuerpo y calidad profesionales.

La muerte de su padre y el exceso de trabajo en la escuela provocó un receso en su inclinación por la música clásica para centrarse en la popular, pero más adelante tomó las riendas de su placer por el solfeo y la composición tanto en sus estudios de bachillerato como en la Escuela Nacional de Música (enm) en el ámbito profesional, junto con los maestros Federico Ibarra y Juan Antonio Rosado.

A pesar de que la familia estaba imbuida en este universo, hubo cierta resistencia a las aspiraciones artísticas de Gina. Pero ella no cejó en sus deseos por la música, disfrutaba con ser la alumna estrella en festivales, hasta que llegó la beca de fonapas que la llevó a la ciudad de Boston, Massachussetts para estudiar la licenciatura en composición musical en el Berklee College of Music, donde se graduó en 1983. La salida de México resultó fundamental pues aquí no sentía solidez en los programas de estudio.

En Boston permaneció cuatro años en la especialidad de composición. Sin embargo, su maestro George Monseur, le descubrió otra capacidad: dirigir una orquesta sinfónica. Le vio la madera, el temperamento de líder, la capacidad de convencimiento y una natural expresión corporal que la integrarían llevando la batuta. Más tarde completó su formación en esta rama con el maestro León Barzin en el Conservatorio de Fresnes (Francia) y realizó un postgrado en el Guildhall School of Music and Drama, en Londres.

En México trabajó en el Programa Nacional de Orquestas y Coros Juveniles de México (1991-96) y, sin el ánimo de ponerse como "víctima", dice que encontró muchas reticencias ante los proyectos. "Cosa que decía y hacía, la respuesta era no" por parte de algunos de sus colegas directores. Más tarde dirigió las orquestas Juvenil de la Delegación Miguel Hidalgo y la Sinfónica José Pablo Moncayo. Marcada por Tchaikovski, Rachmaninov, Francisc Poulenc, Rabel y el jazz, como compositora Gina tiene en su lista las piezas Tango, Octeto enigmático y Concierto para violoncello y orquesta.

La preeminencia de los varones al frente de una orquesta sinfónica está dada por una tradición que Gina Enríquez nunca ha aceptado. Y la gota que derramó el vaso de su coraje y rebeldía ante dicha situación fue un concierto de la Orquesta Sinfónica Juvenil de las Américas. El programa: hombres directores, obras compuestas por varones y ninguna mujer solista en el conjunto. "Exploté y dije: voy a armar una orquesta con mujeres solamente".

Formó su directorio con 130 artistas e integró la primera Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio. Su concierto inaugural fue en septiembre de 2003 en el Centro Nacional de las Artes. Ahora esperan el apoyo del conaculta para contar con un presupuesto propio, una sede y un sueldo para que sus setenta y ocho integrantes puedan sortear la actual etapa "de hueso" en que si bien ensayan formalmente y tienen disciplina, cada solista tiene sus propios compromisos en orquestas como la de Cámara de la Marina, Coyoacán o la Juvenil de México.

A pesar de los escépticos y esquemáticos que consideran que las mujeres no pueden encontrar armonía cuando trabajan juntas, Enríquez asegura que, al contrario, su grupo se entrena a diario para desarrollar una labor humana, con comunicación, respeto y equilibrio. Buscan liberarse de las intrigas y los acosos en sus experiencias anteriores entre orquestas mixtas y "unir nuestra fuerza como ejemplo de que es posible trabajar en equipo" además de dar un enfoque más vivencial y menos intelectual a cada concierto para acercar la música clásica al mayor número posible de públicos.