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México D.F. Lunes 8 de marzo de 2004

Se dijo nervioso, pero alegre de volver a estar con el público

Retorna Lupillo Rivera a la cantada con concierto para 10 mil en Aragón

ARTURO CRUZ BARCENAS

"Fue como regresar de la muerte", expresó el cantante Lupillo Rivera, quien retornó a la vida artística luego de un accidente carretero, acaecido el primero de diciembre de 2003, a 20 kilómetros de Villa Ahumada, Chihuahua, percance que lo sumió en reflexiones propias de varias de las canciones que interpreta en sus conciertos, como Un puño de tierra y Dame por muerto.

Su vuelta al trabajo no podía ser mejor: ante 10 mil espectadores anhelantes de escucharlo, el pasado sábado, en el Lienzo Charro de Aragón.

En entrevista, en su carro-camerino, minutos antes de su concierto, Lupillo se dijo nervioso, "pero con mucha energía para estar otra vez con el público. Ya me encuentro desesperado y con sentimientos mezclados".

-¿Sentiste cerca el epitafio?

-No, no, no. Creo que si hubiera pasado algo más grave me hubiera ido triste, por un lado, y alegre, por otro. Lo primero por dejar a mi público y familiares.

-¿Los ídolos mueren jóvenes?

-Hay algo de cierto, pero yo quiero seguir complaciendo a la gente. Tengo una segunda oportunidad y le voy a dar lo que puedo; voy a trabajar de manera más organizada, más grande. Nomás por eso me dejó Dios en la Tierra.

Es un "misionero del espectáculo. Ahora valoro más el cariño del pueblo. Eso es lo más bonito".

-¿Ahora qué es viajar en carretera?

-Es algo que te deja mucho. Yo manejo y lo seguiré haciendo. El accidente fue por exceso de trabajo. Ese fue el error. Nos quedamos dormidos. Fue algo humano. En 2003 trabajé de tres a cuatro fechas por semana.

-Hoy actúas con Joan Sebastian...

-En mis inicios, de niño, vendía discos de él. En las fiestas lo oíamos. Estar con él es algo difícil de explicar. ¡Es de poca madre!

Un puño de aplausos

Se persignó ante una imagen de la Virgen de Guadalupe, para darse fuerza. Subió al escenario y la gente lo recibió con gritos, aplausos, saludos. Muchos ya manifestaban el efecto de los tragos. Le pidieron las que lo han hecho famoso, como El Moreño y Yo no fui.

Ha creado una moda y varios seguidores se pelan a rape, visten trajes como los de él, negros y a rayas, con sombreros de varias estrellas (mientras más sean es más fino). Las mujeres de las primeras filas se alborotan y le lanzan besos, hacen ademanes invitándolo a que se acerque.

Ha revivido temas clásicos de los reyes de la música mexicana, ranchera, como Con mi propias manos, que hizo famoso Javier Solís. "A todas les pongo mi sentimiento", dijo.

Las miles de almas, que pagaron un promedio de 180 pesos por cráneo, pedían que se les divirtiera. Bailaban y se desgañitaban al oír El abandonado, "del mero chinguetas de la canción mexicana, ¡don Vicente Fernández!". Siguió con el tema que da título al disco que más copias ha vendido, unas 400 mil: Despreciado, en versión banda y norteña de la ranchera que lució en voz de Javier Solís.

'¡Pelón, pelón!", se escuchaba desde varios lados. Calentó la noche con Acá entre nos, de Martín Urieta. Bajó el micrófono para demostrar que sabe aventar la voz. Se lanzó con El barzón, de Luis Pérez Meza, con la que inventó el pasito que bailan inclusive niños, mezcla de tropical con desplazamientos gorilescos, encogiendo los hombros.

Se limpió la calva con un pañuelo, que aventó al público. Se alzaron las manos buscando anhelantes la prenda.

Más romanticismo con Bohemio de afición, del citado Urieta. A echar relajo con Son tus perjúmenes mujer, La múcura. Se hace el silencio. Se escucha la letra de la que para muchos es su rola más sentida: Llorando a solas: "Quiero que mis amigos, sin que se ofendan, me dejen solo..." Un coro de miles lo siguió: "¡Porque me da vergüenza...!". Dejó chorrear una cerveza sobre su calva. Golpeó el viento. Sacudió, agitó sus manos.

Se aventó las que siempre le funcionan: Ella, Esta tristeza mía. Caminó de un lado a otro del sentimiento. Siguió Mi gusto es, clásico de la banda que El Recodo toca para traer a la memoria a Cruz Lizárraga, fundador de la llamada Madre de todas las bandas, de Mazatlán.

Continuó con Dame por muerto, que revienta en el colectivo. Hizo subir a dos niños, a quienes regaló unos billetes, "para que lleven a comer a sus papás". Se fue a las dos de la mañana.

Javier Rivera, representante de Lupillo Rivera, resaltó el regreso triunfal de su estrella. Conocedor del medio artístico -ha guiado las carreras de talentos de la talla de Vicente Fernández, durante 27 años-, expuso que los artistas son "los misioneros del espectáculo", idea que ha hecho tesis de uno de sus dos libros; los "publicaré post mortem, pues tienen información que puede afectar sensibilidades".

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