Las aves y la contaminación en la Ciudad de México

Doctor Alfonso de Anda Tenorio

Integrante del grupo de especialistas investigadores designados por la Sedue, en 1987 para investigar la muerte de las aves

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"Miles de aves murieron por la infición; alerta sobre el daño a niños y ancianos" (unomásuno, 4 de febrero de 1987).

"Los pajaritos murieron de cansancio, dice Sedue" (La Jornada, 4 de febrero de 1987).

"Sobre la muerte de pájaros en las Lomas de Chapultepec" (unomásuno, 5 de febrero de 1987).

"En el IPN, investigaciones de laboratorio para determinar la muerte de pájaros en la ciudad" (unomásuno, 6 de febrero de 1987).

Hace 17 años de la aparición de estas notas periodísticas y las cosas no han cambiado. Por suerte o por fortuna, hoy las aves aún sobrevuelan el cielo de la Ciudad de México, y aquellos que nacieron en 1987 se preguntarán a qué se refieren estas notas.

 
Primavera
(Turdus migratorius)  

En febrero de ese año, amanecimos con la noticia de la muerte masiva de aves en la Ciudad de México; se generó gran alarma entre los habitantes; asociaciones y comunidades conservacionistas exigían al gobierno esclarecer el caso. Se firmaron convenios con el IPN, la UNAM y la PGR, conjuntamente con la Sedue (actualmente la Semarnat) para aclarar el asunto. Las hipótesis eran distintas: cansancio, falta de alimento, la inversión térmica, metales pesados, enfermedades, plaguicidas.

Las aves involucradas fueron el "chinito" (Bombycilla cedrorum) y la "primavera" (Turdus migratorius). Los índices en porcentaje de mortandad, fueron de 80 y 20 por ciento, respectivamente. Cabe aclarar que ambas son aves migratorias, se reproducen en los territorios del norte de Estados Unidos, migran hacia el territorio mexicano en octubre y regresan a principios de marzo. En nuestro país el "chinito" se alimenta básicamente de los frutos de piracanto (Pyracantha coccinea) y pirul (Schinus molle); la "primavera" se alimenta básicamente de lombrices.

 
Pato de collar  

La Sedue designó a un grupo de investigadores para tratar de establecer las causas de dicha mortalidad; se realizaron monitoreos en distintos puntos de la ciudad, además de la colecta de ejemplares muertos y vivos con la finalidad de entregar muestras en los distintos laboratorios designados para el estudio. Los resultados no arrojaron información relevante, información precisa que nos acercara a una de las hipótesis planteadas y que fuera concluyente, debido también a que no se contaba con los laboratorios adecuados. Las autoridades se inclinaron a pensar que el origen del problema radicaba en el uso indiscriminado de plaguicidas; aun así, nunca llegaron a concluir que ése era el origen del problema.

Lamentablemente, y como en muchos otros casos, no fue asignado el presupuesto para la realización del proyecto de investigación y fue suspendido. Las aves dejaron de aparecer muertas en diferentes rumbos de la ciudad; luego migraron hacia las áreas de reproducción, hubo cambio de secretario en la Sedue y el interés de la ciudadanía desapareció.

Actualmente, seguimos tratando de saber cuál es la condición que guardan las aves con respecto a la contaminación. Me atrevería a pensar que nuestra condición de avance es el mismo de 1987. Que sirva esto para insistir en que las propuestas de proyectos de investigación encaminados a conocer la condición ambiental de la Ciudad de México utilizando como referencia las aves sean impulsados y que los resultados de estos proyectos sirvan para plantear estrategias de conservación más eficientes.