Jornada Semanal, domingo 29 de febrero de 2004           núm. 469

MARCELA SÁNCHEZ

GUILLERMO KEYS: RECUERDOS EN VOZ ALTA

Bailarín mexicano, coreógrafo y maestro, Guillermo Keys (SLP, 1930), en las décadas de los cuarenta y cincuenta fue una de las figuras más destacadas de su generación. En 1972 fue invitado como maestro de clásico y regiseur por The Dance Company New South Wells, en Australia. A lo largo de treinta y dos años de estancia en ese país, Keys ha sido maestro de compañías de fama mundial como Sydney Dance Company, Australian Ballet, West Australian Ballet y Australian Dance Company. Participó también en el Bat Dor Ballet de la India y fue coreógrafo de las compañías de ópera y teatro de Sydney. En 1978 formó parte —más tarde sería director artístico— del National Folkloric Festival en Australia, cuyo objetivo era conservar las tradiciones dancísticas de los distintos grupos de inmigrantes que convivían en el país.

El pasado noviembre estuvo de visita en México. Por fortuna, en esta ocasión el Instituto Potosino de Bellas Artes le rindió un homenaje, en un intento aislado por romper el olvido en el que permanecen las figuras que le han dado prestigio internacional a la danza mexicana.

Keys se formó en la Escuela Nacional de Danza, bajo la tutoría de Nellie y Gloria Campobello, quienes lo templaron en la disciplina de la técnica clásica. Junto a Ana Sokolow y Ana Mérida, incursionó en la danza contemporánea para luego integrarse al Movimiento Mexicano de Danza Moderna. Realizó estudios en Nueva York, bajo el patrocinio del primer bailarín Anton Dolin. Por largas temporadas (doce años en total) estuvo a su cargo del Ballet Folklórico Nacional de Amalia Hernández. Incursionó en el teatro junto al lado del maestro Seki Sano y trabajó con el extraordinario bailarín de flamenco Roberto Iglesias.

Guillermo Keys agradece a la fatalidad y al destino su pasión por la danza. Su madre fue testigo del entusiasmo con el que se movía al ritmo de la música, mucho antes de saber hablar. De los años de infancia recuerda el asombro por los circos callejeros, cuyos bailarines, títeres y acróbatas lo inspiraron siendo niño para crear su propio teatro en el vecindario. En la adolescencia, la fatalidad y el destino, según sus propias palabras, lo pusieron un día en las calles de Palma del centro de la Ciudad de México, ante Nellie Campobello, quien lo invitó a tomar clases con el recién fundado Ballet de la Ciudad de México. Keys confiesa haber llevado una doble vida en su juventud: por las mañanas estudiaba la carrera de contador en la Escuela Bancaria y por las tardes se escapaba a las clases de ballet. Llegó el momento en que no pudo esconder más su verdadera y única vocación. Poco después debutó en varias coreografías de las hermanas Campobello: Alameda 1900, Obertura Republicana, Umbral... En aquellos montajes participaron grandes figuras: Silvestre Revueltas, Moncayo y Carlos Chávez, y entre los escenógrafos José Clemente Orozco, Chávez Morado, Carlos Mérida y Antonio López Mancera. Dueño de un físico excepcional, menudo y delgado, Keys evoca las imágenes que inspiraron una de sus coreografías: El chueco. La idea era representar el imaginario de las procesiones religiosas que pasaban por el barrio donde vivía y llevar a escena varios personajes mexicanos que le resultaban entrañables. La música corrió a cuenta de Miguel Bernal Jiménez (interpretada por la orquesta sinfónica que dirigía José Limantour), mientras que López Mancera se hizo cargo del diseño de vestuario y la escenografía. Más de cuarenta bailarines representaban a los penitentes. Entre ellos, destacaban varios personajes: la Santera, una mujer histérica que se lamenta entre rezo y rezo; la Güila, prostituta ebria y gorda; el Santón, eterno vagabundo y, desde luego, El Chueco, un niño minusválido, interpretado por el mismo Keys. En la coreografía, basada en escenas realistas, los elementos oníricos venían a significar la liberación del personaje central a través del sueño y la imaginación.

Maestro de excelencia y coreógrafo, Guillermo Keys es autor de distintas obras montadas para Ballet Concierto. Nubes y fiestas, con música de Debussy, incursiona en la contemplación y en la celebración de la vida. En La búsqueda, con música de Wagner, escenografía y vestuario de Vicente Gandía, reflexiona sobre la caída del hombre en busca de sus anhelos, inspirado en la lectura de El profeta, de Jalil Gibran. Es creador también de La noche de los mayas, con música de Revueltas, orquesta dirigida por Limantour, vestuario y escenografía de Julio Prieto; y en el papel principal participó la primera bailarina Laura Urdapilleta. En la Academia de la Danza Mexicana, Keys realizó el montaje de Don Juan, La Poseída, Fecundidad, El Chueco y Coreografía Mozzartiana. El enriquecimiento de la danza en este periodo, suscitado por la estrecha colaboración entre escritores, pintores y coreógrafos, es algo que se extraña en la actualidad. Sirvan de ejemplo estos recuerdos.