La Jornada Semanal,   domingo 29 de febrero  de 2004        núm. 469
"Mi fiesta en la vida
es la poesía"

Blanca Estela Domínguez Sosa

Suya es la ciencia de otorgar a cada acto vivido una dimensión poética
Elizabeth Burgos
"Llegué y vi: la vida es una estación./ Inútil deshacer las maletas." Versos de Marina Tsvietáieva, poeta rusa (1892-1941). Esta escritora pertenece a ese reducido grupo que, desde la perspectiva actual, debemos considerar representativo de un discurso que guarda implícito un rechazo a la época que le tocó vivir. La literatura, a través de los que llegarían a ser sus creadores más representativos, se hacía eco de un cambio en el mundo y lo mostraba, como si de pronto la realidad hubiese estallado y los primeros en advertir su desintegración fueran los artistas.

Su discurso expresa un profundo dolor y soledad productos del exilio que sufrió —diecisiete años— y sus avatares. Tsvietáieva chocó desde un principio con la Revolución bolchevique o Revolución de octubre de 1917, y posteriormente fue obligado testigo de un devenir aciago y angustioso para Rusia. "La vida es un lugar donde no se puede vivir", dice en uno de sus versos. Sin embargo el tema de su poesía no gira en torno a la política; en su obra triunfa la pasión amorosa como leitmotiv, sus versos se escriben siempre fuera del tiempo, sin pasado, sin futuro, dentro de la eternidad de la música, poniendo ésta en movimiento todo el imaginario y la gama de símbolos que nutren su escritura. La poeta es prisionera de su oficio y nos da en diversas piezas, ya sea poéticas o narrativas, su particular visión del mundo. Marina escribe de lo que vive, su escritura no es autobiográfica en sentido estricto, aunque habla desde ella misma, de lo que ve y siente y piensa y extraña y disfruta y le duele. De ahí se puede exaltar como característica fundamental de sus versos la vehemencia, así como de su prosa lo es la sinceridad.

La vida de Tsvietáieva vive en sus palabras, y su lectura instaura un diálogo; diálogo en el sentido de juego de preguntas y respuestas, juego que se realiza entre tres: el lector, la obra y el poeta. Tsvietáieva nunca nos deja pensando solos, cada texto nos da un cúmulo de imágenes nítidas y deslumbrantes, reveladoras; todas éstas se acumulan, se superponen, se mezclan, tienen la inapreciable, la inasible calidad de lo puramente espiritual. ¿Del alma rusa?

Recientemente Marina Tsvietáieva llega a México, a través de la editorial Hiperión, que en reedición nos entrega un maravilloso libro titulado Carta a la amazona y otros escritos franceses. El volumen lo conforman una excelente introducción de Elizabeth Burgos, la cronología de la poeta, Noches florentinas ( Nueve cartas, una décima retenida, más una undécima recibida), dos epílogos de Hélene Cixous, Carta a la Amazona y Poemas franceses.

Una de las pasiones más vivas y dolorosas de Tsvietáieva fue la que vivió con la poeta Sofía Parnok, que le inspiró el ciclo de poemas "La amiga" y, a su muerte, Carta a la Amazona, dirigida a Natalie Clifford-Barney y escrita entre 1932 y 1934. En este texto la poeta describe los escollos del amor entre dos mujeres para demostrar la fatalidad del mismo: "Es el único punto fallido, el único atacable, la única brecha en esa entidad perfecta que son dos mujeres que se aman. Lo imposible no es resistir a la tentación del hombre, sino a la necesidad del hijo." Y en otro párrafo apunta: "No se puede vivir de amor. La única cosa que sobrevive al amor, es el Hijo." "El hijo comienza en nosotros mucho antes de su inicio. Hay embarazos que duran años de esperanza, eternidades de desesperación." Carta a la Amazona es un texto de páginas brillantes que contempla las salidas y los impedimentos de la homosexualidad femenina; sin embargo, no se trata en absoluto de un escrito antihomosexual. Es un texto de reflexión. ¿Qué posibilidad de sobrevivir se tiene viviendo con una mujer, amando a una mujer?, parece ser la pregunta esencial del presente escrito. Hay que ver la modernidad y el poder de esta escritora, que en 1932 ignora las convenciones sociales y explora, a través de la literatura, lo mas profundo de las posibilidades de la vida.

Abraham Vishniak es el nombre de un editor ruso exiliado en Berlín, al que Tsvietáieva le escribe cartas. El original en ruso no se ha encontrado. Años después, la autora reescribe dichas cartas en forma de relato y en francés, bajo el título de Noches florentinas, convirtiéndose esta novela corta en un maravilloso ejercicio del lenguaje, casi un entrenamiento lingüístico. Dice Hélène Cixous respecto a este escrito: "Una cierta historia nos es contada, surge como un destello de una noche al frotarse contra otra noche, la historia de lo que no sucedió entre el autor de esas cartas y su destinatario."

Los dos textos anteriores nacen en un mismo periodo, por lo que existen razones para suponer que, así como la Carta a la amazona describe los escollos de amor entre dos mujeres, Marina introduce en las Nueve cartas los del amor entre el hombre y la mujer. El querer presentarlos en un mismo volumen significaba el deseo de Tsvietáieva de demostrar la fatalidad irrefutable de la no correspondencia del amor humano.

La editorial española Galaxia Gutenberg, Círculo de lectores, nos ofrece un libro que suma en importancia para el conocimiento de esta poeta, Un espíritu prisionero, publicado en Barcelona en 1999. Lo conforman cinco textos en prosa de los cuales dos son homenajes a escritores que la autora admira —"Tu muerte", en memoria de Rilke, y "Un espíritu prisionero", en honor de Andréi Bély. Estos textos nos recuerdan a otros muy lúcidamente escritos por la autora que se han denominado ensayos autobiográficos, por ejemplo "Mi Pushkin" (1937) en cuyas páginas nos habla del poeta que marcó su vocación. También cabe mencionar dos ensayos estupendos: "El poeta y la crítica" (1926) y "El poeta y el tiempo" (1932), ambos escritos en el exilio.

De las prosas incluidas en la edición de Círculo de lectores, "De mi diario", "El novio", y "El chino", son piezas autobiográficas, bellamente escritas y ricas en su estructura y propuesta narrativas. Ana María Moix nos dice en el epílogo a propósito de "El chino": "A partir de un incidente banal, Marina Tsvietáieva escribe un texto en cuyo desarrollo podemos observar el proceso creativo propio de la autora y que se caracteriza por una escritura que aúna la vivencia personal —o el recuerdo, e incluso la invención, de una vivencia personal- la reflexión o las emociones que suscita en la voz de la narradora que se narra en primera persona y en un presente que incluye todas las formas del pasado." Completan el libro catorce poemas, un epílogo de la ya citada Ana María Moix y un apéndice documental con cartas, fotografías y documentos relativos a la situación policial de M.T. y su familia. Afortunadamente la obra de esta poeta rusa ha comenzado a ser traducida en los últimos años. Ya contamos en español con algunos volúmenes que incluyen parte de su prosa y su poesía. Para los lectores de estas ediciones aseguro la calidad y el placer de la lectura, tan sólo muestra de una obra extensa y rica en lírica y narrativa.

"Mi fiesta en la vida es la poesía", expresó Tsvetáieva, quien encontró en el lenguaje su "hilo de Ariadna", que la conduciría a un espacio de libertad absoluta. Su acto creativo se inicia con los sentidos. Su tema principal es el amor. Y escribe en su última carta a Rilke: "El amor vive en las palabras y muere en las acciones, al menos, el amor de los poetas." Sus versos delatan la personalidad de la autora. De vida errante, pródiga en amantes, casada con un hombre inestable y caótico, signada por hechos trágicos, víctima de un exilio doloroso y siempre poseída del horror a lo cotidiano, sus poemas construyen los templos del sueño y se impregnan de incienso purificador. Como diría Severo Sarduy: "Marina Tsvietáieva realiza un verdadero prodigio. Secretando formas desde el fondo de las sensaciones, supo adaptar el ritmo abrupto de su escritura al de la pasión amorosa. Confesión en voz alta" (el subrayado es mío). Es importante aclarar de nuevo que Tsvietáieva no busca realizar una poesía autobiográfica, aunque recrea constantemente pasajes de su infancia. Se trata mas bien de retratos y autorretratos, de su relación del Yo con los otros. Aparecen así las interrogantes que la poeta se plantea y las respuestas con las que se inquieta o se consuela, los estados de ánimo, las reacciones emocionales, la rebeldía y la sumisión.

El tema de la soledad, producto de su prolongado destierro, es recurrente dentro de la obra. En un poema escribe: "Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!/ Después de largo tiempo delatado./ Ya me es indiferente/ dónde sentirme sola." Y más adelante: "Muy dentro de mí misma,/ oso polar sin hielo./ Dónde no poder convivir (¡ni lo intento!)./ Dónde me humillarán —da lo mismo." En ningún caso se puede hablar de una poesía pesimista, la vitalidad y la vehemencia así como la pasión son también características fundamentales de la obra de esta escritora. Tenemos como ejemplo los siguientes versos: "Para tu pluma soy la página./ Todo lo acepto. Soy hoja en blanco./ Soy el guardián de tus bienes,/ quien te los cuida y entrega, acrecentados./ Yo soy el campo, la tierra negra./ Tú eres mi lluvia, tú eres mi rayo./ Tú eres mi dueño y señor, y yo—/ ¡soy negra tierra, papel blanco!" Hablar de esta poesía nos resulta difícil, sin embargo, ya que el único vehículo para acercarnos a ella, para quien ignore la lengua rusa, es el de la traducción, y esta es una empresa difícil y complicada. Además de la rigidez de la forma, son insoslayables la construcción, las secuencias verbales, el metro, la rima, el ritmo y las imágenes. Son poemas en los que no puede separarse la forma del contenido, y en los que la versificación nos remite a Pushkin y a los ritmos de la tradición popular rusa, sin dejar de integrar también los experimentos lingüísticos de los poetas futuristas Velimir Jlébnikov y el joven Maiakovski. Es notable asimismo la influencia de Alexander Blok y Andréi Bély, máximos representantes de la poesía simbolista rusa; y, desde luego, de Pasternak, su poeta predilecto. Otras influencias literarias destacables son las de los acmeístas Ajmátova y Mandelstam.

La poesía de Marina Tsvietáieva encierra múltiples matices, todos ellos dignos de un análisis en profundidad. Me ceñiré a la evocación de un aspecto, referido a la musicalidad de los versos. Selma Ancira, traductora de la poeta rusa, nos habla del controvertido uso que M.T. hace de los guiones y dice: "Para ella el guión es la forma de dar mayor precisión emotiva a sus ideas. Es una pausa, un signo que equivale al silencio en la partitura musical." Ejemplo: "Yo soy tonta, tú —inteligente,/ tú eres vivo, yo —estéril. / El eterno lamento en la mujer. ‘Mi amor, ¿qué te hice yo?’"

Carta a la amazona y Un espíritu prisionero vienen a sumarse a otros títulos traducidos al castellano que nos acercan a una figura de vital importancia para la poesía de todos los tiempos. "Como una cuerda y hacia la luz,/ ciegamente y sin regreso./ Pues te dieron poeta la voz,/ y te quitaron —el resto." Ahora, desde la injusta muerte de Marina Tsvietáieva (se ahorcó en Rusia en 1941), hablemos de la vida de sus obras. El cuerpo del poeta está hecho de palabras, y desde el universo de su canto, como ella lo quiso, las palabras nos entregan su espíritu.