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México D.F. Lunes 23 de febrero de 2004

Elena Poniatowska /II

Julio Cortázar, el escritor más querido de América

-Julio, y tu afán por Europa, Ƒcuándo se manifestó? ƑCuándo decidiste instalarte en Francia? ƑEras europeizante como todos los argentinos? ƑNov y cultísimo, como suelen ser los intelectuales?

-Creo que fui un esteta.

-ƑEres?

-Soy. Me encerré durante años a leer; no hablaba con nadie. Durante mi juventud fui misántropo; me metí en el mundo de la cultura y de la estética. Eso duró muchos, muchos años. Leía, sólo leía. Y escribía, sin publicar, por orgullo, porque sabía que lo mío era bueno.

-ƑTan bueno como lo de Borges?

-Distinto. Borges es admirable.

La influencia de Edgar Allan Poe

-ƑHiciste cuentos por seguir a Borges, gracias a su influencia?

-Más bien los escribí por Poe.

-ƑPor eso lo tradujiste?

-Eso fue casi una fatalidad. De niño desperté a la literatura moderna cuando leí los cuentos de Poe, que me hicieron mucho bien y mucho mal, al mismo tiempo. Los leí a los nueve años, y por él viví en el espanto, sujeto a terrores nocturnos hasta muy tarde, en la adolescencia. Pero me enseñó lo que es la gran literatura y lo que es el cuento. Ya adulto, me preocupé por completar mis lecturas de Poe, es decir, leer los ensayos, que son poco leídos en general, salvo los dos o tres famosos -el de la filosofía de la composición-. Francisco Ayala, en la Universidad de Puerto Rico, muy amigo mío en Argentina, se acordó de nuestras conversaciones y me escribió preguntándome si yo quería hacer la traducción. Hice la primera traducción total de la obra de Poe, cuentos y ensayos que tampoco estaban traducidos. Fue un trabajo enorme. Duró mucho tiempo, pero fue magnífico, porque šhay que ver todo lo que aprendí de inglés traduciendo a Poe!

El traductor

-ƑEsto lo hiciste en Argentina?

-No, ya en París. Dejé Argentina en 1951 y me instalé definitivamente en París. Tenía 37 años. Gran parte de mi vida había transcurrido en Buenos Aires y me llevé mi casa a cuestas: Argentina. Justamente en el año en que me fui de allá hice la traducción de Marguerite Yourcenar que tanto te interesa, Elena. Yo me iba a Europa a la aventura, sin dinero, y naturalmente necesitaba conseguir todos los recursos de vida posibles. Tenía bastante experiencia como traductor. Hice muy buenas cosas, muy buenas; traduje a Chesterton, a André Gide, la vida y las cartas de Keats, en fin, tenía un buen background como traductor. Siempre me gustó traducir. Por eso busqué traducciones para hacer en Europa y mandar a Buenos Aires. Como la Editorial Sudamericana ya había publicado mi librito Bestiario, justamente en el momento en el que me fui de Argentina me dieron a elegir entre unos cuatro libros. Vi Memorias de Adriano, que había leído en francés y me había fascinado, y se los pedí; exigí, además, un plazo largo para hacerlo, porque sabía que ese libro había que hacerlo bien. Incluso empecé a trabajarlo en el barco que me llevó de Buenos Aires a Marsella; releí el libro, intenté distintos enfoques de la traducción, la fui trabajando. La traducción de Memorias de Adriano la hice en París, se publicó, y la crítica siempre ha dicho que se trata de una buena traducción. A Marguerite Yourcenar nunca la he visto, salvo en una pantalla de televisión.

-šA mí me parece extraordinaria! Me llama más la atención mucho más que Simone de Beauvoir. Posee su mundo propio; es más creadora.

-šSon dos mundos distintos! El de Simone de Beauvoir es el mundo problemático contemporáneo, y el de Marguerite Yourcenar es una reflexión sobre la humanidad en su conjunto a través de figuras como Adriano o el personaje principal de Obra en negro (L'oeuvre au noir).

-Y cuando traducías, Julio, Ƒno tuviste la sensación de estarle quitando tiempo a tu obra personal?

-No, nunca tuve esa sensación, porque en esa época tenía mucho tiempo y siempre he tenido gran capacidad de trabajo cuando tengo ganas de hacer algo. En esa época era absolutamente desconocido, de manera que tú ni nadie venía a entrevistarme, a tomarme fotos, a pedirme autógrafos, y no me llegaba correo de un metro cúbico semanal. Es decir, era verdaderamente una persona que vivía la vida que siempre me gustó vivir, la de un solitario, en la que dedicaba medio día a ganarme la vida traduciendo para la UNESCO y me sobraba el resto del día para leer y escribir.

Siempre solitario

-Un poeta mexicano, Alejandro Aura, escribió en contra de los solitarios: "La soledad de los solitarios es una porquería". Y también dijo: "De pronto sonríen -sin motivo aparente- y su mirada de borrego suena como una campana de leproso que aleja a los demás''.

-Pues a pesar de tu amigo yo seguiré siendo solitario.

-Si te dejan.

-Si me dejan. Ahora me resulta difícil, aunque cuando quiero aislarme tomo un tren a Londres y allá vivo completamente solo -allá no me conocen- durante el tiempo necesario. A mí me gusta hablar con la gente, Elena, y descubrí ese placer muy tarde. Pasé cinco años como profesor de secundaria en un pueblo, en el campo; luego me fui a Mendoza, a la Universidad de Cuya, a impartir cátedras a nivel universitario.

-Pero Ƒqué estudiaste?

-Te lo dije: soy maestro. Me recibí en la Escuela Normal Mariano Acosta de Buenos Aires, estudié el profesorado en letras, ingresé en la Facultad de Filosofía y Letras; al año la dejé para irme al pueblo de provincia del que te hablé. Fueron mis años de mayor soledad. Fui un erudito. Toda mi información libresca es de esos años. Mis experiencias fueron siempre literarias. Vivía lo que leía, no viví la vida. Leí millares de libros, encerrado en la pensión; estudié, traduje. Descubrí a los demás sólo muy tarde.

-ƑY ahora por qué dedicas tanto tiempo a la gente?

-Porque no puedo evitarlo. Yo no sé hasta qué punto uno se conoce a sí mismo; muy poco, probablemente. Pero de lo que estoy convencido es de que si yo me hubiera quedado en Argentina y hubiera hecho una carrera equivalente a la que hice en Europa, después hubiera sido el mismo. Desde niño he tenido un sentimiento muy profundo de mi prójimo como persona. Lo que no tenía era el sentimiento de mi prójimo como colectividad, como historia -eso lo aprendí con los cubanos-; pero en el plan individual, la tristeza de alguien que está cerca de mí es como la tristeza de un animal, hago cualquier cosa por aliviar su pena. No puedo ver sufrir a un gato, a un perro; no lo acepto. Por tanto, un hombre, una mujer...

Ayudar a los demás no es pérdida de tiempo

-ƑY no tienes la sensación de pérdida de tiempo? Perdona, Julio, que insista en el tiempo, pero últimamente me obsesiona.

-Mira, he perdido tanto en mi vida que sería una hipocresía considerar que una acción, en el sentido de aliviar una situación de pena o enfermedad, pueda considerarla una pérdida de tiempo. De ninguna manera. No, no, no. Yo sé que hay cosas que me hacen perderlo. En París, por ejemplo, en este momento los problemas cotidianos de los chilenos, los argentinos, los uruguayos, que llegan expulsados, sin dinero, desconcertados, muchas veces sin conocer el idioma en un país que les parece hostil, porque todavía no tienen los contactos necesarios; entonces yo hago lo imposible por darles amigos, aclarar su situación, acompañarlos. Para mí eso no es pérdida de tiempo. Es igual que si estuviera escribiendo un libro.

-ƑSí?

-šClaro! Es un libro que no se publicará, pero eso no tiene ninguna importancia.

-šYa estarás como Arturo de Córdova!

-ƑQué es eso?

-Es un actor yucateco, muy cursi, que concluía todos los diálogos de sus 28 mil 970 películas con una frase: "no tiene la menor importancia".

-Mira, Elena, yo carezco del reflejo del escritor profesional que, en general, es egoísta, aunque reconozco que hay que serlo en algunos casos. Cuando me encuentro trabajando en un cuento y estoy posesionado por la historia y por la forma en la que la voy resolviendo, en ese momento cierro mi puerta con doble llave y no atiendo a nadie. No contesto el teléfono. Pero antes y después, estoy lo más abierto posible.

-El lema de Guillermo Haro es: "perezcan los débiles y los fracasados y ayudémosles a desaparecer, y que éste sea nuestro primer principio de amor al prójimo".

-Oye, yo ya estoy bastante viejo para saber al cabo de 10 minutos de conversación con alguien si es un fracasado, un parásito o un profesional de la ayuda ajena, y estas especies las detecto rápidamente; desde la niña a quien le gustaría acostarse con el escritor famoso simplemente porque cree que esto la va a ayudar, o porque le gusta. Tengo suficientes antenas para comprenderlo, y con gente así no pierdo el tiempo, aunque soy lo bastante cortés para detectarlo en cinco minutos y no volver a verla. En cuanto a los débiles, no puedo responderte lo mismo, porque no tienen la culpa de serlo. Se puede ser débil por muchos motivos. Imagínate que un mecánico en Chile ha salido de su país, ha llegado a París. Ese hombre, en relación con la sociedad francesa a la que entra, es débil, aunque esté lleno de fuerza. Lo es porque se encuentra completamente desarmado: no conoce el francés, nadie le dará trabajo, va a tener problemas con los sindicatos. A esa persona la ayudo, porque no es un verdadero débil. Si tú le das un chance, lo conectas con un garage, si entra de mecánico y empieza a demostrar que sabe hacer el trabajo, en 15 días ese señor dejará de ser débil; es un hombre con sueldo, habitación y que empieza a vivir. ƑCómo no hacer algo por él?

-Julio, Ƒtu capacidad de trabajo sigue siendo tan grande? ƑTrabajas durante muchas horas?

-No, y a medida que va pasando el tiempo cada vez menos. Cuando empiezo un libro -hablemos de una novela, que es un trabajo más continuado- y tengo una necesidad imperiosa de escribirlo, tardo muchísimo en decidirme a empezarlo; doy vueltas como un perro alrededor de un tronco de árbol, a veces semanas y meses, hasta que, finalmente, la cosa empieza, es evidente, lo sé por experiencia, porque siempre me sucede lo mismo. El primer tercio del libro avanza a empujones; entro en una etapa de trabajo continuo y finalmente me olvido de comer y de dormir. Me acuerdo muy bien cuando escribí Rayuela; fue escrito en estado tal de posesión que no lograba alejarme de la mesa de trabajo.

Los premios siempre fue novela

-ƑY conservas esa misma capacidad de enloquecimiento?

-Sí, sí, fíjate que en El libro de Manuel escribí las últimas 50 o 60 páginas de un tirón, hasta el final; así, las escribí tomando mucho alcohol, completamente solo. De una sentada.

-ƑY para ti tomar mucho alcohol significa una botella de whisky diaria?

-No, de ninguna manera, significa tomar -bueno, si quieres precisión- seis whiskys, pero en mí no es una costumbre sistemática ni mucho menos.

-Según declaraste en alguna ocasión, Los premios empezó siendo un cuento. ƑHiciste la novela a partir del cuento? ƑTe ha pasado lo mismo con alguna otra obra; construirla de una manera azarosa?

-šJamás he hecho esta declaración! Es absolutamente falsa. Si hay un libro que empezó como novela es Los premios, aunque de alguna manera está dicho en una pequeña nota que hay al principio o al final del libro. Hacía yo un viaje en barco desde Marsella hasta Buenos Aires -21 días en tercera clase, lo cual no era muy cómodo-; de todas maneras, mi mujer y yo teníamos una pequeña cabina y la gente que viajaba no era nada simpática. Tú sabes, es cuestión de azar; en algunos viajes uno es muy feliz porque encuentra cuatro o cinco personas con las que se entiende, pero ahí no había realmente nadie. Entonces mi mujer se dedicaba a leer y a tomar el sol en el puente, y yo tuve ganas de escribir esa novela que venía rondando y el momento era perfecto, porque era una cabina solitaria, tenía una máquina de escribir portátil, y empecé. Creo que al llegar a Buenos Aires había escrito algo así como 100 páginas.

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