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México D.F. Domingo 22 de febrero de 2004

 

HAITI: PELIGROSA INCERTIDUMBRE

sol-2Ayer, el todavía presidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide, aceptó el plan de paz para esa atormentada y empobrecida nación insular impulsado por Estados Unidos y respaldado por la Comunidad de Países del Caribe (Caricom). Con ello, avaló la incorporación a su gobierno de representantes de la oposición política haitiana y una próxima convocatoria a elecciones, medidas que constituyen las premisas principales de la iniciativa estadunidense.

Empero, hasta el momento, los opositores de Aristide que actúan de forma pacífica y con amplio apoyo social, como Convergencia Democrática y el Grupo de los 184, rechazan cualquier acuerdo que implique la permanencia en el poder del actual mandatario y expresaron su convicción de que sólo con la renuncia de Aristide podrá comenzar a superarse la actual crisis de Haití. En tanto, los grupos armados que han ocupado diversas ciudades del norte del país -y que en algún momento se hicieron llamar "el ejército caníbal"- continúan activos y al margen de toda negociación de paz, lo que agudiza la de por sí grave situación de incertidumbre que priva en territorio haitiano. Cabe recordar que tales bandas violentas -formadas por antiguos tonton-macoutes- fueron organizadas por el propio Aristide y que, cuando éste intentó desmantelarlas, se insubordinaron hasta convertirse en una fuerza agresiva, descontrolada y ansiosa por ocupar el poder. La huida de miles de ciudadanos extranjeros es una clara muestra de la tensión y de la creciente inestabilidad que se experimenta actualmente en suelo haitiano.

En este contexto, el aval de Aristide al plan de paz estadunidense no ha modificado el estado de crispación y violencia que impera en Haití, pues la oposición legítima se mantiene firme al exigir la renuncia del mandatario, y los grupos armados parecen no entender otra lógica que la de la barbarie y el derrocamiento por la fuerza del actual gobierno de Puerto Príncipe. Con todo, resulta lógico que los diferentes actores en este conflicto mantengan sus posiciones originales, pues el plan de paz de Washington soslaya, en primer término, que los causantes de la presente crisis son el propio Aristide -bajo cuyo mandato ha cundido la corrupción, la miseria y el autoritarismo- y, por extensión, las propias potencias (Estados Unidos y Francia, principalmente) que lo auparon y mantuvieron en el poder a sabiendas de la profunda involución, antidemocrática y autoritaria, experimentada por el presidente de Haití en los años recientes. Adicionalmente, resulta patente que Aristide no ha sido capaz de revertir el desastroso estado de pobreza y postración en el que se encuentra Haití, lo que le habría permitido legitimarse y convertirse en un verdadero impulsor del desarrollo de su nación. En cambio, su desgobierno y la campante corrupción que ha caracterizado a su mandato sólo han conseguido hundir aún más la economía haitiana y concitar el rechazo generalizado de sus conciudadanos.

Washington y París deberían asumir su responsabilidad en la presente crisis haitiana, reconocer que Aristide se ha convertido en un obstáculo para la paz, la democracia y el desarrollo de su país, y decantarse claramente por las fuerzas de la oposición cívica y democrática, las cuáles constituyen el único factor de equilibrio y reconciliación presente en Haití. El reconocimiento y el apoyo por parte de la comunidad internacional a los opositores legítimos -junto con la condena a los insurrectos armados y a los estamentos corruptos vinculados a Aristide- harían una notable contribución a la estabilización de esa nación caribeña y, adicionalmente, desactivarían las tentaciones de quienes, en el Pentágono y la Casa Blanca, apuestan nuevamente por una intervención militar estadunidense en Haití.

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